Paquetazo Revolucionario, Ejército Industrial
de Reserva, China y Otros Países[I],
Segunda parte
Toda
Revolución Socialista debe pasar por una Revolución Laboral Integral, que
auguraría un soberbio repunte económico mundial
Manuel
C. Martínez M.
06/03/2012
15:52:43
“El modo de producción de la vida material
condiciona en general el desarrollo de la vida social, política e intelectual.”
Carlos Marx, Contribución a la Crítica de la Economía
Política, Prólogo.
La unión del proletariado mundial, una de
las condiciones sine qua non para el pleno desarrollo de las fuerzas
productivas y para el salto hacia la proyectada sociedad comunista, dependerá
de la mayor armonía e igualdad social entre los trabajadores asalariados. No se
trata de ninguna receta política sugerida por alguien a quien se le haya
ocurrido ensayar arbitrariamente al respecto; no es un asunto estratégicamente
diseñado, sino productivamente desprendido de las mismas condiciones y
relaciones de producción.
Mal
puede un técnico de excelente remuneración, pongamos por caso, considerarse “socialmente igual” a los trabajadores y
compañeros de equipo laboral cuyas remuneraciones sean inferiores
a la suya, y, de hecho, hasta la diferencia de un “pequeño” dólar viene
marcando esa distancia y desunión que caracteriza al proletariado mundial. De
allí que se nieguen a pertenecer a clase alguna, a pesar de hacerlo.
Los
tabuladores salariales no sólo recogen los diferentes precios de cada
trabajador, sino que imponen fríamente su desunión como personas. Dentro de la
fábrica puede y debe reinar la mayor camaradería, pero, traspasado hacia afuera
el umbral de los talleres y galpones fabriles, cada quien va por su serpentino lado
hacia sus respectivos núcleos familiares, socialmente no menos diferentes que lo
son sus salarios, y se olvidan o pasan inadvertido que en común nada los
diferencia en la medida que son todos proletarios de una misma clase. Sus
familias, viviendas, diversiones y conciencia terminan siendo consideradas como
distintas entre si. [II]
Por
todo eso y más, la aspirada unión proletaria también deberían comenzar por la unión
de las remuneraciones para ser repartidas en alícuotas de tamaño tal que ningún
trabajador se sienta disminuido frente a ningún otro, ni ninguno de ellos, superior
a los demás.
Ocurre
que tradicionalmente, desde que se instaló el sistema burgués de trabajo, se
viene aplicando un criterio laboral, según el cual los trabajadores ganan según
su particular preparación tecnociéntifica, sus grados académicos, sus destrezas
personales, en fin, su efectiva productividad “personal”. El propio Marx maneja
el criterio que permite calcular el salario
“justo”, según la dieta mínima del trabajador en funciones, y cuando se suma
ese salario al monto del plusvalor
concretado en cada jornada, terminamos infiriendo que a cada trabajador se le explota
según esos aportes técnicos muy personales, muy disímiles entre la masa laboral,
pero esa ha sido hasta hace poco la subjetiva visión del empleador., misma que
parece estar siendo reconsiderada por el capitalismo de alto rango explotador.
Esas
diferentes explotaciones empresariales, diferentes tasas de ganancia, obligan a
que se recurra, como Marx lo hizo, a la teórica
promediación estadística social del capital variable invertido en salarios,
a la promediación teórica de las ganancias logradas en todas las empresas del
ramo, de todos y c/u de los sectores de la producción involucrados en la obtención del correspondiente
Producto Interno Neto (PIN). Y he ahí que nos hemos acostumbrado al error
repitiendo el error.
Veamos: El criterio
salarial tecnicista equipara en calidad la mano de obra a las máquinas y
equipos, las materias primas y demás componentes mercantiles; esta equiparación
es forzosa o inducida y sólo responde al propio criterio capitalista que le
permite fusionar y medir en dinero su capital
indistintamente de sus presentaciones físicas como valores de uso. Así lo hace,
mientras divide el criterio de los trabajadores que se autoevalúan y conforman
con su particular diseño técnico personal. Lejos están de mirarse como colectivos
sociales; lejos de alcanzar una colectiva conciencia social.
Así,
las máquinas, las herramienta, la materia prima, todas estas mercancías serían
tan productivas como lo es la mano de obra, la Naturaleza. Cuando así se piensa,
el capitalista ha frenado toda posibilidad de que el trabajador se sienta
creador de toda esa producción, y termina convencido, por ahora, de que sólo una
parte le pertenece como aporte suyo.
De
allí se deriva el cálculo erróneo de una tasa
de ganancia obtenida por el cociente del capital adicional logrado en el mercado
por la venta de la mercancía producida entre el capital originalmente invertido
en mano de obra, a precio “justo”, más del resto del capital complementario y consumido
en ella, además de los irregulares costes
ilícitos que he criticado en entregas anteriores.[III]
Esta versión burguesa obliga a Marx a realizar e introducir la categoría de los
Precios de Producción[IV],
única manera de promediar y equiparar las ganancias de todos los capitales de
las distintas formas de inversión correspondientes a las distintas mercancías,
unas como medios de producción, y otras como valores de consumo terminal.
Tales
precios de producción son la más
genuina expresión de la desigualdad reinante entre los propios capitalistas, la
de sus particulares trabajadores y la
de todos los capitalistas entre sí. Eso significa que los burgueses, razonablemente
jamás se han visto como iguales ni pertenecientes a clase social alguna (si
niegan la clase obrera, se niegan como
clase burguesa; suelen llamarse empresarios a secas), e igualmente, reafirmamos,
los trabajadores en general no pueden considerarse integrantes de un mismo proletariado;
suelen llamarse “pobres” a secas. Tales visiones retorcidas han dado pie al
bagaje literario diseñado y divulgado por mil y un tecnócratas metidos a
Economistas, mismos que no dudan en hacer de cada trabajador un espécimen
distinto a sus compañeros de equipo, y a cada capitalista le atribuyen una
personalidad especial con sus maneras y peculiaridades de hacer dinero.
Un
precorolario sería: la burguesía maneja parámetros, índices, oficios genéricos,
profesiones, capitales e inversiones dinerarias, como si cada una de esas
categorías literarias fueran piezas de un ajedrez: Con ello evade las diferencias de precios de las mercancías, de los
salarios tan desiguales, y de resultas:
cada empresario, cada economista, cada técnico, cada trabajador y empresario,
respectivamente, se apropian de sus personal visión del mundo, enganchado como se halla a su s respectivo salario e individualizada ganancia. Una infraestructura material diferente para
cada empresario y trabajador, todo lo cual termina formando una desparramada y
difusa conciencia a s o c i
a l no menos armoniosamente
diferente entre empresario y trabajador. La conciencia social se nos presenta,
entonces, como una maraña de opiniones y apreciaciones subjetivas que imposibilitan
la necesaria visión uniforme y de conjunto. El capitalismo aún no madura. Estas elucubraciones continuarán.
[III] Los “costes ilícitos” suplen
los negados cargos por concepto de plusvalía. Cónfer:
http://www.aporrea.org/imprime/a129944.html
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