Paquetazo Revolucionario, Ejército Industrial
de Reserva, China y Otros Países[I],
Primera parte
Toda
Revolución Socialista debe pasar por una Revolución Laboral Integral, que
auguraría un soberbio repunte económico mundial
Manuel
C. Martínez M.
05/03/2012
17:40:20
Sirva
de módulo la República Popular de China, una formación socioeconómica o híbrido
burgo-socialista, que viene practicando una profunda y viable reforma laboral desde
los mismos tiempos de Mao, con claras y concretas demostraciones de éxito al ubicarse
hoy como la Sda. Potencia Mundial, si no la primera, luego de recuperar plena soberanía
sobre el burgués Hong Kong que mantuvo arrendado durante 100 años, según conocemos
a través de su propia mediática y de los informes bursátiles y diplomáticos que
nos llegan. Ese inmenso centro productivo
de hombres con nuevas concepciones del mundo reforma su economía con
predominio de su componente socialista, que le ha permitido doblegar y gobernar
a su componente burgués; lo hace así rebajando ·socialistamente” los precios de
venta, la tasa de ganancia, léase la plusvalía absoluta, sin esperar que aquella
baje por “inercia”, como ortodoxa y tendenciosamente bajaría
en la sociedad pura capitalista, liberal o desenfrenada, que, por el contrario
y hasta ahora viene subiendo sus precios.
Eso explicaría el permanente crecimiento del mercado chino, hasta más allá de
sus fronteras políticas.
Mientras
tanto y en paralelo, la rancia y retrógrada Europa, EE UU, Canadá y otras
potencias capitalistas de menor giro también podrían estar planificando una revolución laboral integral sin bajones
en dicha tasa, aunque prevalidas de un estricto control capitalista porque sólo
así podrían salir de su fuerte y gravosa crisis actual, alargar su agonía pronosticada
por Carlos Marx, más bien incrementar o sostener arriba su tasa de ganancia
media, y lograr nuevas dosis de paz
laboral a largo plazo. Recordemos que, en principio, toda plusvalía carece
de demanda final, salvo para el ahorro burgués o acumulación que viciosamente,
rexige más y más mercados rentables, y por eso satura sus inventarios con
invendibles.[II]
Digresión: Desde hace años vengo
sugiriendo la obligación que debería tener el comercio de “liquidar” sus
inventarios periódicamente para dar salida forzosa a las mercancías “frías”
durante determinable tiempo, pereciendo, obsoletándose, destiñéndose y/o
biodegradándose en sus exhibidores y depósitos correspondientes perdiendo
inútilmente su preciosa pareja de valores de uso y cambio.
Retomando
el tema de hoy, para llevar a cabo semejante revolución industrial (la Tercera, en orden de ocurrencia)[III] los
países de este novísimo ensayo
económico en el propio escenario de los acontecimiento (in situ), ya no
recurrirán a mayor desempleo de mano de obra y su remplazo por máquinas (las
primeras revoluciones industriales), sino a un remplazo de mano de
obra ocupada y altamente remunerada por la desempleada y menos asistida
por el sistema. Esto significa que podría mantener “fijo” el capital variable,
que transformaría una mayor cantidad de medios de producción, gracias a una novísima
reconfiguración de la composición
orgánica del capital, repartido, pues, en un mayor volumen cuantitativo de
mano de obra que desarrollaría explosivamente la relación productiva entre
fuerza de trabajo viva y los medios de producción, y con ello
consecuencialmente se catapultaría cualquier Producto Interno Bruto (PIB).
Como
lo que crea la riqueza de las naciones no es el dinero pagado ni invertido,
sino el capital, vale decir, la mano de obra asalariada ocupada en funciones manufactureras o creativas,
este “paquetazo revolucionario” enlazado con la distribución del capital, ya no practicada entre
c. constante y c. variable, sino entre todo el proletariado, con inclusión
preferencial del Ejército Industrial de Reserva (EIR), alteraría la
convencional composición orgánica tradicional burguesa a fin de generar más
ganancia, aminorar los cuadros de miseria
derivados del desempleo crónico y minimizaría los perversos efectos de las
periódicas crisis económicas tan intrínsecas al sistema económico que nos ocupa.
Todo
eso esto demostraría que el EIR no es sólo un depósito de mano de obra que sirve
para suplir eventuales necesidades de fuerza de trabajo y alimentarse con
deshechos humanos, eufemísticamente llamados “marginales”, según la versión del
argentino Ernesto Laclau. Estas
disertaciones continuarán.
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