lunes, 5 de marzo de 2012


   Paquetazo Revolucionario, Ejército Industrial de Reserva, China y Otros Países[I], Primera parte

Toda Revolución Socialista debe   pasar por una Revolución Laboral Integral, que auguraría un soberbio repunte económico mundial



Manuel C. Martínez M.

05/03/2012 17:40:20



Sirva de módulo la República Popular de China, una formación socioeconómica o híbrido burgo-socialista, que viene practicando una profunda y viable reforma laboral desde los mismos tiempos de Mao, con claras y concretas demostraciones de éxito al ubicarse hoy como la Sda. Potencia Mundial, si no la primera, luego de recuperar plena soberanía sobre el burgués Hong Kong que mantuvo arrendado durante 100 años, según conocemos a través de su propia mediática y de los informes bursátiles y diplomáticos que nos llegan. Ese inmenso centro productivo de hombres con nuevas concepciones del mundo reforma su economía con predominio de su componente socialista, que le ha permitido doblegar y gobernar a su componente burgués; lo hace así rebajando ·socialistamente” los precios de venta, la tasa de ganancia, léase la plusvalía absoluta, sin esperar que aquella baje por “inercia”, como ortodoxa y tendenciosamente   bajaría en la sociedad pura capitalista, liberal o desenfrenada, que, por el contrario y hasta ahora viene  subiendo sus precios. Eso explicaría el permanente crecimiento del mercado chino, hasta más allá de sus fronteras políticas.



Mientras tanto y en paralelo, la rancia y retrógrada Europa, EE UU, Canadá y otras potencias capitalistas de menor giro también podrían estar planificando una revolución laboral integral sin bajones en dicha tasa, aunque prevalidas de un estricto control capitalista porque sólo así podrían salir de su fuerte y gravosa crisis actual, alargar su agonía pronosticada por Carlos Marx, más bien incrementar o sostener arriba su tasa de ganancia media, y lograr nuevas dosis de paz laboral a largo plazo. Recordemos que, en principio, toda plusvalía carece de demanda final, salvo para el ahorro burgués o acumulación que viciosamente, rexige más y más mercados rentables, y por eso satura sus inventarios con invendibles.[II] Digresión: Desde hace años vengo sugiriendo la obligación que debería tener el comercio de “liquidar” sus inventarios periódicamente para dar salida forzosa a las mercancías “frías” durante determinable tiempo, pereciendo, obsoletándose, destiñéndose y/o biodegradándose en sus exhibidores y depósitos correspondientes perdiendo inútilmente su preciosa pareja de valores de uso y cambio.



Retomando el tema de hoy, para llevar a cabo semejante revolución industrial (la Tercera, en orden de ocurrencia)[III] los países de este novísimo ensayo   económico en el propio escenario de los acontecimiento (in situ), ya no recurrirán a mayor desempleo de mano de obra y su remplazo por máquinas (las primeras revoluciones industriales), sino a un remplazo de   mano de obra ocupada y altamente remunerada por la desempleada y   menos asistida por el sistema. Esto significa que podría mantener “fijo” el capital variable, que transformaría una mayor cantidad de medios de producción, gracias a   una novísima reconfiguración de la composición orgánica del capital, repartido, pues, en un mayor volumen cuantitativo de mano de obra que desarrollaría explosivamente la relación productiva entre fuerza de trabajo viva y los medios de producción, y con ello consecuencialmente se catapultaría cualquier Producto Interno Bruto (PIB).



Como lo que crea la riqueza de las naciones no es el dinero pagado ni invertido, sino el capital, vale decir,  la mano de obra asalariada  ocupada en funciones manufactureras o creativas, este “paquetazo revolucionario” enlazado con  la distribución del capital, ya no practicada entre c. constante y c. variable, sino   entre todo el proletariado, con inclusión preferencial del Ejército Industrial de Reserva (EIR), alteraría la convencional composición orgánica tradicional burguesa a fin de generar más ganancia, aminorar  los cuadros de miseria derivados del desempleo crónico y minimizaría los perversos efectos de las periódicas crisis económicas tan intrínsecas al sistema económico que nos ocupa.



Todo eso esto demostraría que el EIR no es sólo un depósito de mano de obra que sirve para suplir eventuales necesidades de fuerza de trabajo y alimentarse con deshechos humanos, eufemísticamente llamados “marginales”, según la versión del argentino Ernesto Laclau. Estas disertaciones continuarán.





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