domingo, 19 de abril de 2009

NUEVO CONTRATO SOCIAL

NUEVO CONTRATO SOCIAL
Manuel C. Martínez M.
20 abr. 09

Pocos gobiernos de algunos países del mundo moderno han cumplido satisfactoriamente con las obligaciones contractuales derivadas de la connotada relación rusoniana: Estado-Ciudadanía.
Esa hipotética y sugerida relación contractual ya lleva “cumplida e incumplida” casi ¼ de milenio. Ha ocurrido que gobernantes irresponsables, corruptos y hasta impunes asesinos pueblan las plantillas presidenciales de la mayoría de los países contemporáneos. Y lo siguen haciendo, ¡por favor!


Unos, exiliados, otros, muertos sin ser sentenciados, algunos en franco estado de decrepitud enfermiza. Todos impunemente ricos, endeudados con la justicia y con una utilidad prestada muy separada de aquella. Han violado el Contrato Social, lo violan y lo seguirán haciendo mientras no reformulemos sus términos.
Masoquistamente, unos ciudadanos, y otros sádicamente, la ciudadanía siempre está presta a seguir reciclando malos gobernantes en la persona de nuevos demagogos cada vez con un grado de corruptividad mayor que el de sus predecesores.


Ante ese indeleble cuadro de fracasos populares, proponemos que las funciones del Estado dejen de reducirse a la prestación de Servicios Públicos, aparentemente gratis, financiados con unos Ingresos Fiscales convencional y contractualmente provenientes de Impuestos al consumidor, al trabajador directamente, e indirectamente a través de empresarios de todo tipo.


Proponemos que el Estado se dedique a prestar los mismos Servicios Públicos que hasta ahora viene prestando. El Estado fungiría de auténtico productor mercantil de los mismos. Esto significaría que debe gerenciar como productor y como mercader. Produciría y vendería sus diferentes servicios a título de mercancías. Servicios viarios de utilidad pública, sanitarios públicos, educación pública, custodia pública, etc., todas esas mercancías que por su alto volumen y exigencia de capital suele correr a cargo del Estado, serían vendidas a la ciudadanía. El precio satisfecho por ella, en plena correspondencia cuantitativa y cualitativa el bien adquirido sería la fuente principal de los Nuevos Ingresos Fiscales.
De los excedentes “precio de venta-costo” dependerán las necesarias Reservas Públicas con fines de ampliación, sostenimiento y eventualidades o emergencias e imprevistos imponderables.

Queremos decir que los impuestos de ahorita podrían convertirse en precios de los servicios públicos, y estos así convertidos en mercancías hasta ahora costeadas con aquellos.

Los llamados marginados, los desempleados, los ciudadanos de baja productividad, los subcapacitados e insolventes para comprar los servicios públicos los recibirían a crédito, contraerían deudas con el Estado y las honrarían en los términos y oportunidades que el correspondiente ente burocrático determine. El Estado podría cobrarle en “especie” mediante trabajos adecuadamente encomendados, cosas así.
Se los emplearía y acreditaría con cargo a sus remuneraciones, el ciudadano pagaría cuando empiece a trabajar, o pasaría a recibir indemnizaciones de un seguro colectivo al que habría cotizado primas cuando pudiera haberlo hecho como trabajador activo.


Desde luego, los Ingresos Fiscales provenientes de recursos naturales varios son una forma especial de impuestos cargados directamente a los trabajadores que están también directamente involucrados en la extracción, manufactura y mercadeo de dichos recursos. El Estado recibiría esos IF a título de empréstitos de toda la ciudadanía constitucionalmente copropietaria de esos mismos recursos.

Digamos que el Nuevo Contrato Social se pactaría entre ciudadanos dispuestos a comprar aquellas mercancías cuya producción y venta por su naturaleza propia no resultan rentables al capitalista. Este seguiría dedicado a la producción y mercadeo de las demás mercancías. Los Impuestos se habrían metamorfoseado en precios, y los Servicios Públicos en Mercancías.