miércoles, 17 de junio de 2009

Capitalización de Principios Marxistas
Manuel C. Martínez M.
13 jun. 09

Este es el caso: hipotéticamente durante el Socialismo el Marxismo contempla remuneraciones laborales proporcionales con la productividad del trabajador, con su aporte al Producto Nacional. Bueno, este mismo “principio socialista” lo viene aplicando el capitalismo con todos sus asalariados. Su cumplimiento ha sido fundamental como estímulo a sus trabajadores y para complacencia con un sindicalismo defensor del salario, y no su enemigo.
Es que los patronos jamás han mejorado en un céntimo el salario sin que sus beneficiarios no les hayan reportado su reintegro y correspondiente plusvalor. Recordemos que el patrono realmente no comparte ganancias sino que cada mejora al trabajador representa para él una nueva inversión que forzosamente debe resultarle rentable mediante nuevas dosis de plusvalor.
Recuérdese también (o téngase bien claro) que los patronos prefieren cancelar parte de las ganancias a fin de año que mejorar el salario dentro año porque sencillamente esas mejoras les acarrearían otros desembolsos que se hallan estricta y numéricamente ligados al salario con lo cual bajaría su plusvalor y con esto la tasa de ganancia.
Además, desde hace algunas décadas, una vez que se mundializó el régimen burgués y el capitalismo extendió su reinado en Occidente y Oriente, en el Norte y el Sur, se viene observando una igualitarización del salario. Por ejemplo, el renombrado SALARIO MÍNIMO se ha impuesto anualmente a fin de regular los tabuladores salariales de cada país. Este SM corre a cargo del Estado de tal manera que luzca más como una defensa gubernamental del trabajador que como una imposición del patrono.
Los sueldos homologados en universidades a favor de una legislación laboral que prescribe igual salario para igual trabajo son evidentes manifestaciones de que sigue importando la productividad del trabajo y según ella así se le remunera.
Por otra parte, dentro del capitalismo se viene aplicando mejoras salariales para los trabajadores de peor formación técnica con cargo a desmejoras salariales del personal altamente calificado. Esto es una clara aplicación del “principio comunista” que prescribe remuneraciones al trabajador de acuerdo con sus necesidades y hasta allí.
Ambos principios son pruebas irrefutables de la más clara capitalización de principios supuestamente marxistas.
Digamos que el sistema capitalista ya superó la fase de estimulos al trabajo en fábricas con miras mejorar la producción ya que hoy la sobredemanda supera con creces la producción rentable, de tal manera que la premonición marxista según la cual la tasa de ganancia bajaría hasta la irrentabilidad de las inversiones, está hoy por hoy en tela de juicio. Esa caída sería el comienzo del fin del sistema capitalista.
De todos los costes intervinientes en la fabricación de una mercancía el más pesado y conflictivo es el de la mano de obra. La grandes empresas suelen organizarse volumétricamente: crecen horizontal y verticalmente mediante trusts paramonopólicos que les permiten integrar y controlar el suministro oportuno de todos los insumos en cada una de las empresas coasociadas , pero estas asociaciones dejan por fuera la autonomía de los diferentes trabajadores. Como la mecanización y mejor organización y división del trabajo se ha logrado incrementos en la producción con mínimos esfuerzos laborales, el gasto en salarios ha ido reduciéndose y las amenazas del descenso de la tasa de ganancia se han disipado.
El marxismo incipiente no tomó en cuenta la sobredemanda. Pensó que la demanda crecería sólo en función de las mejoras salariales sin tomar en cuenta la posibilidad de una demanda estándar reducida a nivel de la mediocridad que está caracterizando el consumo de las grandes masas de trabajadores a quienes cada día se les exige menos preparación técnica por aquello de la mecanización y de la maximización de le división del trabajo.
Artículos de tercera, mercancías desechables fabricadas con desechos, de pésima calidad, alimentos sintéticos, y una educación popular formadora más de idiotas que de gente reflexiva garantizan una demanda siempre creciente e igualmente rentable.
En cambio el marxismo acertó con la creciente formación de un Ejercito Industrial de Reserva que hoy es el mejor aliado del burguesismo contemporáneo. Ahora cada trabajador está recibiendo el menor salario independientemente de su aporte al PTB, ya que este ha terminado por estandarizarse.
La maquinización universal, los métodos organizativos y una elevada división del trabajo hasta reducir las tereas a simples manipulaciones que requieren muy poca preparación y esfuerzo laboral, han convertido al asalariado en simples piezas reemplazables tan pronto den manifestaciones de disconformidad. Esto se afirma sobre la sobrepoblación de personas aptas para el trabajo. Su oferta ya supera con creces a su demanda, y como ésta está previamente regulada de tal manera que le trabajador obedece y se muestrea conforme o sale del mercado laboral para entrar en la masa de marginados e indigentes que serán bien recibidos como apetecibles banderas políticas para los modernos gobernantes populistas más ligados al empresario que al trabajador.
El trabajo informal se ha formalizado, la adulancia política como requisito burocrático, migajas gubernamentales a cambio de votos irreflexivos, y un minimización del grado de confort digno para un ser humano están terminando o con la formación de trabajadores que ya muy poco se distinguen de los harapientos del Medioevo. Si usted muestrea nuestros trabajadores observará que casi todos visten con desteñidos blue jeans, usan zapatos sintéticos; damas con sandalias baratas hechas con retazos, la comida es cada día más desbalanceada, y si la mortalidad infantil se ha detenido es a favor de adultos que más son consumidores de fármacos que de alimentos naturales.
Así se ha capitalizado la esperanza por un mundo mejor libre de las ataduras burguesas, y se ha arribado a un sistema, como el actual, que ha ido asimilando y capitalizando en su favor los más precipuos príncipes comunistas.

lunes, 15 de junio de 2009

Las Dos (2) Clases medias

Las Dos Clases Medias
Manuel C. Martínez M.
13 jun. 09

En pocos textos de la Literatura económica figura el tema de la “clase media”. Los propios fundadores del Marxismo le dedicaron pocas páginas.
Corrientemente nos hemos acostumbrado a entender por Clase Media (CM) el segmento de trabajadores y artesanos de mediana remuneración salarial. Sus miembros serían trabajadores que a punta de preparación tecnocientífica han logrado escalar posiciones en el escalafón salarial a tal punto de que sus remuneraciones se alejan bastante del Salario Mínimo. Este último es percibido por los trabajadores de menor preparación técnica, al punto de capacitarse para trabajar con tan sólo alcanzar la mayoría de edad y estar fisiológica y mentalmente sano.
Algunos miembros de este tipo de CM han llegado a capitalizar parte de sus ingresos, y a fungir de pequeños y medianos empresarios. Aquí empieza la confusión. Resulta que dentro de la burguesía negociante, conformado por productores, comerciantes y financistas, se da toda una gama cuantitativa de capitalistas. Hay altos productores, medianos y pequeños. Lo mismo rige para pequeños, medianos y grandes comerciantes. En materia financiera los hay más que todo como alto y mediano banquero.
Pero la ideología política populista se ha encargado de llamar simplemente medianos empresarios a los miembros de la Clase Media Negociante, formada por el capitalista productor y mercantil (comercial y financiero), de mediano giro, y ha reservado la expresión Clase Media para los trabajadores arriba ya señalados.
Mediante esta estrategia política tenemos un demagógico cuadro social que aparentemente permitiría una perfecta movilidad laboral desde el obrero o trabajador de salario mínimo hasta el trabajador directivo y administrador de las grandes transnacionales. De una movilidad que desvirtuaría la explotación capitalista que tanto ha divulgado el Marxismo.
Débese tener en cuenta que le capital en funciones sí es cuantitativamente movible, que sus tenedores pueden ser capitalistas de alto giro o grandes empresarios, y que hay medianos empresarios y pequeños empresarios. Porque sencillamente el capital parte de un monto mínimo s según la naturaleza del negocio proyectado. Un capital inicial que tendenciosamente podrá acrecentarse con la explotación de asalariados que resulte próspera para los propios fines de la acumulación burguesa.
Hay una sola Clase Media: la clase media capitalista, negociante, banquera, comerciante y productora, y una falsa Clase Media formada por trabajadores de ingresos medios y altos a quienes falsamente se les viene identificando como Clase Media.
Por cierto, teóricamente esos trabajadores de ingresos medios y altos deberían ser diametralmente opuestos a la Clase Media capitalista. Ellos potencian el proletariado de punta, el llamado a hacer la verdadera revolución socialista. Sin embargo, ha ocurrido todo lo contrario. Cuando a los trabajadores mejor afortunados en términos salariales los pasamos a considerar como gente de Clase Media, los estamos asimilando a explotadores, a empresarios, y esta falsa concepción la han terminado creyéndosela ellos mismos, con lo cual estamos en presencia de un silenciamiento de la clase media burguesa propiamente dicha, y de una explosiva e interesada divulgación de una falsa clase media que ha terminado aburguesándose cual peor miembro de la verdadera Clase Media negociante y explotadora.





domingo, 7 de junio de 2009

Las Ganancias Anuales Esconden la Explotación Continua
(Contabilidad Fisiocrática)
Manuel C. Martínez M.
06 jun. 09
Desde hace milenios los procesos productivos económicos, tanto premanufactureros como los manu y postfactureros, han sido asimilados a procesos bilogiconaturales, y, al igual que estos, han sido medidos y cuantificados temporalmente en términos anuales, por aquello de la vuelta de la Tierra alrededor del Sol.
Así, nos encontramos con un generalizado y mundializado Impuesto Sobre la Renta que igual recae sobre empresarios que s. trabajadores, es un gravamen anual. De igual manera, lo cierres económicos empresariales también siguen ese intervalo. Los contratos colectivos obreropatronales suelen ser anuales o regir durante bienios o trienios. La edad cronológica de los trabajadores y la de las firmas comerciales se mide en años solares, cosas así.
Durante el largo Medioevo (10 siglos, aprox.) los siervos entregaban al aristócrata correspondiente parte de sus cosechas y estas eran estrictamente anuales. Las Olimpíadas griegas se celebraron cuatrienalmente. Los estudios escolariegos, liceísticos y universitarios se miden y ponderan anualmente.
Bien, démonos cuenta que los estados financieros de comerciantes, productores y vaqueros están a condicionados a presentación una vez a al año con fines impositivos, ante el Estado, y dos (2) o más veces para satisfacción de los accionistas correspondientes.
Las Gananancias y Pérdidas, si fuera el caso, dan cuenta de cada ejercicio comercial y fiscal, y luego del reparto de dividendos los empresarios pueden perfectamente acumular como superávit parte de la ganancia anual que haya sido obtenida. Lo hacen a manera de reservas para fines expresamente establecidos en los estatutos empresariales. Pensamos que el superávit debe permitir también la cobertura de pérdidas venideras.
Sin embargo, las pérdidas que ocasionalmente pudiera presentar un empresario, e independientemente de su actuación personal, son puntualmente cargadas al ejercicio del año en curso, y de ninguna manera ninguna empresa está obligada a compensar dichas pérdidas con cargo a ganancias anteriores por fabulosas que estas pidieren haber sido.
Esa realidad nos hace inferir que la acumulación indefinida de capital tiende a conservarse a espaldas de la contabilidad que lleve la empresa a lo largo de sus décadas de ejercicios positivamente rentables. Los accionistas van acumulando de manera continua dividendos tras dividendos, pero estos contablemente desaparecen de los libros en juego.
Esto explica cómo una empresa podría declararse en quiebra real o fraudulenta y evadir responsabilidades contractuales con entes privados, con sus trabajadores y con el Estado, y estar exonerados de partida y legalmente de cubrir dichas pérdidas con cargo al patrimonio de los accionistas involucrados-
Venimos proponiendo que todos los años las empresas declaren la ganancia del año en curso y paralelamente asomen en sus libros las ganancias acumuladas sobre la cuales hayan satisfecho impuestos y dividendos anteriores.
El superávit de una empresa no puede ser exclusivamente para beneficiar los accionistas sino al resto de la sociedad implicada en su fuente de acumulación durante sus décadas de ejercicio, esto es, de sus trabajadores y del Fisco Nacional.
Los intervalos previstos para de declaración de ganancias y pérdidas deben ser continuos y acumulativos, incluyentes de todas las ganancias netas previamente registradas en períodos ya cumplidos con sus correspondientes superávit anuales. Sólo así la ganancia acumulada durante décadas estaría expresamente disponible para la cobertura de pérdidas eventuales sufribles en cada empresa en particular.
No debe seguirse permitiendo que los superávit y ganancias recibidas por concepto de dividendos puedan emigrar hacia nuevas empresas que terminen evadiendo toda responsabilidad contable con aquella de dónde provino el nuevo capital inicial de la nueva empresa.
Esto no es así actualmente. La legislación burguesa ha sido elaborada para sobreproteger la acumulación de capital, más allá de tolerarla sin límite cuantitativo alguno.
De esa acomodaticia manera contable y jurídica cada empresa aparece como recién fundada y cada dólar de ganancia nuevo pareciera que no guarda relación alguna con las ganancias precedentes.
Como no es así, podemos explicar por qué se niega jurídica y legalmente, y se esconde contablemente, que las empresas recuperan su capital inicial en cuestión de varios años en función de los montos amortizados en cada período comercial. Esconden así la continua explotación que practican con sus trabajadores en funciones y también con aquellos que tienden a emplear en sus nuevas empresas. Las empresas se enfrentan cada año a una especie de aventura a ciegas, y cada año pareciera que están aportando el mismo capital que años atrás declararon estatutariamente.