miércoles, 29 de abril de 2009

La RENTA SINDICAL

De hecho y legalmente, renta alude a ingresos provenientes del lucro indebidamente percibido por los prósperos industriales y comerciantes en su condición de explotadores capitalistas. Renta percibida también por el Estado en forma de tributos, como el IVA, IS/R, etc., y las regalías varias cargadas al extractor y vendedor de las mercancías obtenidas a partir de recursos difusamente pertenecientes a los ciudadanos en general, como petróleo, minas, aguas, otros bienes marinos y fluviales, etc. Estos últimos, in sólidum, integran un gran filón para la Hacienda “Pública” de países dotados naturalmente de semejantes recursos trastrocables en lucrosas fuentes.
Es así cómo se viene hablando frecuentemente de renta del suelo o agraria, de Renta Racional, la r. de licores, la r. de cigarrillos, la renta financiera, etc., pero también la Literatura burguesa, ideológicamente interesada en torcer la verdad científica, denomina renta el ingreso de los asalariados por concepto de remuneración laboral, en un absurdo plano de igualdad con el que se pretende calificar como trabajo la simple condición de propietario de capital en cualesquiera de sus formas: capital productivo, tierra, dinero, patentes, etc.
Sin embargo, una de las rentas paradójicamente más antiobreriles y más inadvertidas en la sociedad burguesa es la RENTA SINDICAL. Se le conoce como “cotizaciones sindicales”. Esta “renta sindical”, que es constitucionalmente impuesta por “no trabajadores” a quienes sí lo son, ha corrido olímpicamente desde el momento mismo cuando los patronos cayeron en la cuenta de que les resultaba más rentístico, y en consecuencia más lucrativo, negociar con esos rentistas, ingresados nominalmente a sus plantillas como trabajadores, que hacerlo con cada uno de los verdaderos trabajadores de quienes precisamente patronos y sindicalistas derivan sus rentas.
Tales rentistas sindicales tienen el tupé de reasociarse en sindicatos de sindicatos, o sea, de rentistas de rentistas, hasta asociarse en grandes rentistas nacionales en las llamadas Federaciones de Sindicatos y Confederaciones de de rentistas sindicales de menor giro rental. Todo eso, en rigurosa armonía con el pequeño capitalista, el mediano capitalista y el gran capitalista, y aún más, esos rentistas sindicales terminan asociándose en auténticas transnacionales sindicales de rentistas de máximo radio universal.
La RS ha pasado a ser la expresión más aberrante, más antiobreril, más reaccionaria y covioladora de los derechos humanos del trabajador. Esto lo afirmamos sin ambages por cuanto sus perceptores, si bien en un principio jugaron un plausible rol como defensores y forjadores de innegables reivindicaciones alcanzadas frente a patrono abusador de toda uña, terminaron siendo atrapados por la férrea mano opresora de todo aquel que gire dentro del radio de su inacotable influencia burguesa.
Hoy por hoy, los beneficiarios de la RS fungen de intermediarios entre patronos y obreros, entre el trabajador público y los Gobernantes de turno. Fungen de negociadores de la remuneración salarial, como orientadores políticos canalizadores de la conducta política de sus seguidores a favor o en contra de determinados gobernantes.
De resultas, nos hallamos dentro de un marco jurídico y constitucional donde algunos líderes políticos hacen de “burócratas” de la empresa privada, y como simples particulares se cuelan como trabajadores en aquellas empresas donde puedan vivir de la Renta Sindical exprimida a los auténticos trabajadores.
Semejante rol de rentistas lo hacen de consuno y en colusión con/y dentro del cuadro de rentistas convencionales que representa la explotación del trabajo en todo tipo de sociedad donde el modo de vida burgués así lo determina.
Es que los pioneros y verdaderos sindicalistas fueron y serían aquellos “trabajadores” dispuestos a trabajar como cualquiera de sus seguidores. Ellos operarían sindicalmente fuera de fábrica para coordinar y aglutinar la defensa colectiva de ellos en sus enfrentamientos contractuales obreros-patronales.
Dejamos al margen nuestra convicción de que, revolucionariamente, no se trataría de sindicalistas dispuestos a defender a los asalariados, sino más bien a eliminar semejante y oprobiosa forma laboral.
Manuel C. Martínez M.
24 abr. 09