lunes, 21 de septiembre de 2009

Vestigios Matrialcales en la Mujer Moderna

Vestigios Matriarcales en la Familia Moderna
(Un tópico sociológico)
Manuel C. Martínez M.
21 sep. 09
¿Se ha preguntado usted por qué el primogénito suele llevar con elevadísima frecuencia el nombre de su padre?, ¿sabía usted que la mayoría de los varones no llevan como apellido paterno el verdadero sino el que convenientemente se les dio como suyo en el seno familiar?

Con todo el merecido y moderno respeto de las damas del mundo actual y de la correcta y acertada defensa de los derechos de las féminas, hay temas que debemos abordar si queremos valorar y ubicar en su justo lugar todos los merecidos derechos de la mujer moderna.

Ocurre que durante la variante del “matrilinaje” dentro o fuera de régimen matriarcal que precedió al r. actual paternalista, la mujer incurría en prácticas poliándricas, según nos lo refieren algunos antropólogos e historiadores científicos correspondientes.

En esas circunstancias la mujer era la única que con certeza podía identificar fielmente la paternidad de cada uno de sus hijos en tiempo y lugar definidos. Ponerle John o Adán le garantizaba a la madre la identificación consanguínea más probable en correspondencia temporal con sus precedentes relaciones conceptivas.

Cuentan que Juan Vicente Gómez, un ex Presidente venezolano de la primera mitad del siglo XX, tomaba nota cada vez que practicaba relaciones íntimas con alguna “admiradora”, todo eso a los efectos de que no le “metieran gato por liebre”, con perdón de la analogía, ejemplo este que actualmente podría estarle sucediendo a un Presidente suramericano cuyo nombre omitimos por razones obvias.
En cuanto a la segunda interrogante que nos ha servido de introducción, para nadie es un secreto ni podría ocultarse del todo que buena parte de las madres y sus hijos han sufrido la llamada “paternidad irresponsable”, cuya alternativa vital (si se quiere) ha sido el paliativo y contrata de nuevas nupcias o nuevos concubinatos en general.

Dejamos a un lado los casos de infidelidad conyugal para los cuales y por supuesto hasta la misma ley reserva sus debidos controles. Sin embargo, como quiera que hoy es indiferente a los efectos sucesorales, éticos y obligacionales, es obvio que dentro o fuera del matrimonio las madres quieren lo mejor para sus hijos, razón por la cual ningún apellido más apropiado y conveniente como el del marido a quien encomiendan la crianza de sus hijos, ni nada más enorgullecedor para aquel que tener un hijo inclusive a sabiendas e independientemente de que tal hijo lleve, o no, la carga genética de un ex marido de su mujer, o la suya propia.

Digamos que las madres no han dejado jamás de llevar la voz cantante, como coloquialmente solemos decir, y a manera de importantes y necesarios vestigios matriarcales.