martes, 22 de noviembre de 2011

La Renta Petrolera Desplaza la Plusvalía Economía venezolana burguesa es más mercantil que fabril

                                   Manuel C. Martínez M.

20/11/2011 22:19:29

Cierto que a Venezuela se la identifica como una sociedad burguesa, o sea, una economía típicamente capitalista. Según esa apreciación, podríamos hablar de un Producto Interno Bruto fabril, de una renta nacional de la cual derivarían las demás rentas laborales y empresariales y tributarias, es decir, los salarios, los impuestos municipales y nacionales, los intereses financieros, la ganancia comercial y los dividendos fabriles, y hasta los fondos de capital para nuestro crecimiento.

Porque, si así fuera, hasta dispondríamos de capital propio y podríamos asumir actividades financieras internacionales. La experiencia desdice todo eso porque, bien miradas las cosas, desde hace más de 70 años, literalmente, Venezuela vive anquilosadamente del petróleo; lo ha explorado con manos ajenas, lo ha recolectado con manos ajenas, entubado con manos ajenas, y lo exporta hacia otros países. Su valor en dólares mueve la economía nacional de la manera más parasitaria que pueda imaginarse, además de que la mayor parte de esos dólares retornan a los países clientes a los que se les vende este recurso energético.

Nuestra pequeña clase burguesa y la jerarquía políticas y eclesiásticas han vivido con cargo al capital originario de los petrodólares o renta petrolera (RP), y como si fuera poco, Venezuela, lejos de rebajar sus necesidades de financiamiento extraordinario exterior, lo incrementa con periodicidad y constitucionalmente. Basta pasearse por el texto de la vigente Constitución nacional para verificar que tenemos una sociedad regularmente dependiente y prestataria de los grandes fondos financieros internacionales. Desde hace muchas décadas no se elabora un proyecto de Presupuesto Nacional de Ingresos y Gastos que no prevea el "endeudamiento público" con el cual cubrir- descaradamente- parte del crédito ya recibido.

Venezuela, más que un país capitalista es un cliente capitalista con un alto poder de compra derivado de su recolección de materias primas y recursos naturales energéticos
. Tanto vive de la RP y sigue siendo el Estado el magnífico empleador que hasta los salarios son fijados al arbitrio y capricho del Presidente de turno, hecho que se viene cumpliendo religiosamente los primeros de mayo de c/año. El tupé de los gobernantes conocidos se ha desbordado cuando inicia una lucha frontal contra el empresario privado en un intento por, en algunos casos, nacionalizar la poca empresa privada que ha operado con capital propio, y en otros casos más "revolucionarios", dar saltos hacia un supuesto Socialismo sin pasar por el capitalismo que, como sistema, reafirmamos, no ha sido precisamente el modo de vida predominante en nuestra sociedad. 

No en balde las actividades comerciales y financieras ocupan los primeros lugares estadísticos en el Producto Interno Bruto. Alrededor de 50% de este PIB es alimentado directamente por la RP, y el resto lo hace indirectamente ya que la mayor parte de la demanda doméstica es efectuada por la burocracia nacional, con el gobierno incluido.

Por esa razón, hablar en Venezuela de explotación capitalista no es muy profesional porque la participación del sector no petrolero carece de vida autónoma, no crea su propia demanda, esta deriva del ingreso petrolero, sobre todo desde los años 40 del siglo pasado cuando se importó la conseja keynesiana de ayudar a un empresarios carentes de capital propio e incipientes en materia de producción fabril industrial. El capitalismo mercantil ha sido el fuerte de esa modalidad económica.

Desde ese entonces
, el Estado se ha volcado hacia gestiones nacionalizadoras, al punto de que sus presupuestos nacionales suelen dividirse en "gastos sociales" e "inversiones". Este hecho sirve de estriberón al empresario privado para alimentar sus apetitos lucrativos, poco le ha importado sus pésimos niveles de productividad ni la calidad de su menguada oferta. Súmese a esto que el Estado se ha mostrado muy elástico en cuanto al facilismo crediticio, y las frecuentes condonaciones de los pasivos empresariales ha beneficiado frecuentemente a un empresariado tartufiano que a tales efectos no se hace esperar. Así como EE UU socorre su banca privada, aquí el Estado socorre a los capitalistas privados y en paralelo y contradictoriamente luego quiere someterlos con leyes y reglamentos que frenan el ejercicio capitalista, libérrimo por excelencia. Este, como sabemos, sólo funciona con máximas libertades, incluidas las especulativas que sólo controla su correspondiente clientela.

El caso más patético se refleja en unas reservas internacionales que sólo garantizan pago de deudas y el país sigue cada año dependiendo casi unilateralmente de la recolección de este recurso natural. Los impuestos, por ejemplo, son parte de la misma renta ya trasegada al contribuyente. Los presupuestos nacionales de Ingresos y Gastos tienen como piso monetario el ingreso petrolero, al punto de que la cuantía de la fuente del ingreso anual queda vinculada al precio del dólar. Este precio, durante los últimos 4 años
, ni siquiera responde a criterios objetivos, sino a una supuesta política prudencial ante los vaivenes sorpresivos que viene sufriendo el precio de este energético que es el más demandado, más barato y menos riesgoso hasta ahora.

Prueba de que esta sociedad no ha sido capitalista en términos marxistas, de que su plusvalía ha sido mínima, es que los trabajadores venezolanos de los últimos 70 años, sus asalariados, han venido disfrutando de unas relaciones obreropatronales reguladas por el Estado, desde su jornada, como su salario mínimo, vacaciones, prestaciones sociales, etc., privilegios que ya quisieran los aslariados de las sociedades europeas disfrutar para sí.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Los capitalistas siguen expropiando medios de producción

Los capitalistas siguen expropiando medios de producción
El "Éxodo Capesino" en Venezuela fue suprehistoria del capitalismo Industrial, inspirado en la Conseja de Arturo Úslar Pietri: "Sembrar el petróleo"

"En los anales de la historia real, lo que siempre predominó fue la conquista, la esclavización, el robo a mano armada, el reinado de la fuerza brutal. En los manuales beatos de la economía política, por el contrario, siempre reinó el idilio… En la historia de la acumulación primitiva, todas las revoluciones que sirven de palanca para el progreso de la clase capitalista en vías de formación son hechos trascendentes, y sobre todo aquellos que, al despojar a grandes masas de sus medios de producción, y de existencia tradicionales, los lanza de improviso al mercado de trabajo. Pero la base de toda esta evolución es la expropiación de los cultivadores". Carlos Marx, El Capital, Libro I, Cap. XXVI.

La literatura marxiana ya dio cuenta de cómo la emergente burguesía del siglo XVI fue adueñándose de los medios de producción que pertenecían a los trabajadores del Medioevo[1] en condición de siervos de la gleba y vasallos en las corporaciones artesanales.

Si bien todo comenzó con la formación de un capital originario a partir del cual se cimentaron las relaciones de explotación capitalista, de un sistema que se dedica a acumular riqueza sin cesar, no es menos cierto que el proceso de expropiación de medios de producción que practicaron los primeros burgueses y sufrida por los campesinos y artesanos de la Edad Media tiende a reproducirse de la misma manera que se reproduce la producción en tanto así lo hace el consumo de cada año.

No se concibe el capital sin una continua expropiación de la riqueza creada y perteneciente a los trabajadores. Esta expropiación reviste dos modalidades: la de plusvalía, ya estudiada, y negada por la literatura económica burguesa, y la expropiación de los nuevos medios de producción que cada año adquieren los consumidores de unas mercancías en cuyo coste y precio de venta van incluidos lo que vengo denominando costes ilícitos.

Estos costes indebidos son cargados al costo de producción como si los consumidores de tales mercancías recibieran, en valor de uso o en valor de cambio, el desgaste depreciativo de las maquinarias involucradas en su producción y afines, la inversión en gastos gerenciales, de vigilancia, de alquileres, de administración contable, etc.[2]. No lo hacen, tales desgastes, tales inversiones de capital constante, representan el aporte personal que hace el capitalista a fin de poder justificar la explotación de unos asalariados que no sólo fueron expropiados durante la "prehistoria" [3]del capitalismo, sino que siguen siendo expropiados cuando parte de su poder adquisitivo, derivado del salario, se lo arranca el fabricante cuando le imputa como coste toda esa masa de costes en medios de producción y personal no productivo, como si estos trabajadores recibieran alguna pizca de tales medios. Si fuera sí, entonces, a la larga los trabajadores tendrían y repondrían los medios de producción con los cuales operar el nuevo año, y así dejarían de trabajar como asalariados.

Esos falsos costes son inversiones que le permiten al fabricante explotar a los asalariados, y hacerlo en mejores condiciones de productividad. Se trata de costes personales que, en todo caso, el capitalista debe descontar de la plusvalía o de la ganancia a fin de conservar para sí la posesión y renovación de esos medios de producción que representan su poder como explotador de proletarios.

Digamos que luego de la expropiación original, la acumulación del capital no ha cesado un segundo, porque, usando como capital inicial el valor de tales expropiaciones y posesiones, la burguesía sigue acrecentando su riqueza a punta de continuadas expropiaciones, no sólo de la plusvalía que se genera mediante el contrato laboral burgués, sino con las expropiaciones que continuamente practica al salario del trabajador.

Como quiera que toda la creación de riqueza material sigue corriendo a cargo de los trabajadores, cada gramo de materias primas y cada porción del resto de los medios de producción siguen recibiendo valor agregado fresco que perpetúa y acrecienta el volumen de medios de producción y de bienes de consumo, por un valor total que, descontado el valor de las materias primas (salvo esta parte de los medios de producción), es originalmente propiedad de los trabajadores.

Eso se desprende de los análisis marxistas del valor y la plusvalía. Y como el trabajador termina comprando esa producción conjuntamente con la parte consumida del resto de los medios de producción que el capitalista imputa como costes de producción, consecuencialmente, termina siendo continuamente reexpropiado de estos nuevos medios de producción.



[1] Carlos Marx, Obra citada, Sección Séptima.

[2] Cf.: http://www.aporrea.org/ideologia/a125977.html

[3] Autor y Obra citados, Cap. XXVI.

marmac@cantv.net