jueves, 1 de diciembre de 2011





Armonía, correspondencia y simetría

(La función decide la estética)

En lenguaje dialéctico, habríamos escrito: La materia deriva en pensamientos.

Tales tres condiciones, casi pares entre sí, son observables a menudo en muchos y variadísimos fenómenos cotidianos, y muy especialmente en utensilios, muebles e inmuebles que nos son tan familiares. Así tenemos las aspilleras o atalayas propias de los fortines y torres medievales. En estos espacios solía colocarse las fogosas armas de guerra, de tal manera que los soldados podían disparar y estar escudados al mismo tiempo. El caso es que esa configuración que tan simétricamente observamos con sus ventanas alternadas, justo en los bordes de los capiteles, fueron hechos necesaria y funcionalmente ondulatorios, y han terminado encantándonos con su arquitectónica belleza.

Tenemos así a los encantadores y bellos músculos femorales, particularmente los suaves, curvilíneos y delineados muslos femeninos. Si estos órganos de locomoción adoptaran otra configuración geométrica que no fuera la cónica regular, sino, digamos por caso, la cilíndrica, entonces, de locomotrices, tales extremidades pasarían a ser frenos para la caminata. Si no, pregúntenselo a quienes sufren de obesidad exagerada o a los pacientes de podálisis connatural.

Cuando vemos un piano de cola, no podemos menos que darnos cuenta de su forzosa triangularidad. Esta le viene impuesta por la funcional disposición de sus cuerdas, desde la más gruesa y larga hasta la más corta y delgada, que garantizan armoniosa, correspondiente y simétricamente la tonalidad in crescendo que se desenvuelve de graves a agudos.

Observación semejante debemos realizar con la estilizada y curvilínea figuras del violín, la viola y contrabajo.  Sus gargantas permiten máxima inclinación de los arcos puesto que de otra manea estos tendrían que limitarse a movimientos ligeramente horizontales respecto de las cuerda inviolucradas. 

Cuando los citadinos y "civilizados" usamos las hamacas o chinchorros para acostarnos y dormir, apreciamos que se trata de unas redes donde sólo podemos estar cómodos cuando adecuemos nuestras prendas de vestir a las ya obsoletas vestimentas de los primitivos indígenas que pioneramente las diseñaron. Efectivamente, resulta incomotísimo tener que estar desenrollándonos la camisa o reacomodarnos los pantalones o pijamas al menor de los movimientos que armonicen nuestra anatomía a la cóncava y elíptica forma que las caracteriza. Los guajiros, por ejemplo, con sus guayucos, tipo "hilo dental", se desenvuelven divinamente allí, en su antiquísimas y prístinas camas, por muchísimos que sean sus movimientos se subir y bajar.

Cuando arrojamos una piedra en un estanque de aguas en reposo solemos observar la formación de ondas simétricas y concéntricas que se forman alrededor del sitio donde dicha piedra haya caído. Vale la pena precisar si esas ondas responden a la forma geométrica original del objeto lanzado: si se trata de un cubo, pensamos que deberían formarse cuadrados paralelos, y si se trata de una forma triangular, de esta deberían ser también las ondas en cuestión.

La formación de arena y arenillas en las playas es bien conocida. Inferimos que tal formación arenosa responde al juego de fuerzas de impulsión y repulsión de las olas marinas y de las corrientes fluviales. En razón del volumen de los cuerpos rocosos arrastrados, estos son lanzados por el agua misma fuera del cauce del río a su paso , y estos cuerpos irán cayendo unos más lejos, y otros más cerca desde donde serían devueltos por el agua que gravitacionalmente regresa al cauce, y tiende a recuperarlos, aunque ya no volverán a su sitio de partida porque la fuerza de retorno es menor que la del impulso que los va colocando en las riberas del río. Digamos que la fuerza regresiva de las olas marinas va devolviendo hacia el mar aquellas piedrecillas que cedan a su impulso y en función de su peso y correspondiente volumen, de tal manera que los cuerpos menores logran ser menos afectos de la fuerza de retorno y van estancándose en las orillas de las playas correspondientes.

Tales son una muestra, a manera de avance, de cómo la funcionalidad precede la belleza, cómo los medios se adecuan a los fines y de cómo nuestro poder creativo debe ajustarse a los medios disponibles para la hechura de las obras que emprendamos.
Maquiavelo no deja de venir a nuestras mentes.

Manuel C. Martínez M.

77_11_01-KK3(01/12/2011 18:09:18)