martes, 25 de agosto de 2009

CAPITALISMO EXTERIOR (Imperialismo)

Manuel C. Martínez M.
18 ago. 09

El sistema capitalista adolece de dos problemas irresolubles: 1.- Su imprescindible crecimiento, y 2.- Su crecimiento está prelimitado. Digamos que este sistema alberga su propia destrucción.
Los empresarios de un país cualquiera por su cuenta y guiados por una concepción individualista del mundo han hallado fructíferas vías en las guerras y en los convenios comerciales con los demás países para la solución del primer problema. Si bien es cierto que a corto y mediano plazos han podido crecer, este crecimiento les impulsa forzosamente a la celebración de nuevos convenios, nuevas guerras y nuevos apetitos para seguir creciendo.
No en balde las relaciones diplomáticas modernas han jugado un papel trascendental que las hace imprescindibles en tiempos de paz y más aún en los de guerra.
Repasemos brevemente las características básicas del desarrollo capitalista en un país atrapado en las poderosas garras de un sistema que mientras más éxito garantiza más problemas engendra.
Los teóricos y analistas científicos del Sistema Capitalista descubrieron que la relación de empleo capitalista necesita crecer para dar empleo a la riqueza adicional derivada de sus ganancias.
Cada bolívar ahorrado obtenido a punta de la compraventa de capital transformado en mercancías requiere ser invertido en la contrata de nuevos medios de producción y de más mano de obra. Esta puede ser la misma en términos absolutos y resultar más explotada intensivamente, mejorar en cantidad o intensa e intensivamente.
La satisfacción de esa necesidad de empleo del ahorro capitalista ha traído evidentes ventajas para el país inversor, y de allí su encanto por cuento a mayor empleo de trabajadores y de materias primas, de instrumentos y afines, mayor producción de bienes, todo lo cual supondría mejor confort y mayor estabilidad para todos sus ciudadanos.
Ocurre que si el ahorro de un año, por ejemplo, no es empleado entonces perdería sentido seguir contratando ni siquiera los volúmenes previos ya que estos necesariamente arrojarán más ahorros ociosos. El negocio se vendría abajo, la economía se constreñiría y el desempleo provocaría crisis de imprevisibles consecuencias. El desempleo del ahorro nuevo provocaría desempleo del ahorro anterior, y viceversa.
Ahora bien, es fácil dar empleo al nuevo ahorro dentro del mismo país y así podría arribarse el pleno empleo. Este sería el límite de crecimiento interior para cada país, más allá del cual se hace irrenunciable la conquista del Mercado Exterior. Nace así la figura del Imperialismo capitalista.
Como quiera que los empresarios actúan anárquicamente, cada uno por su lado, la guerra intestina o competencia destructiva resulta forzosa. Sin embargo, sea quien sea el empresario vencedor, al país como un todo le resulta indiferente habida cuenta de que todo quedaría en casa.
Es un hecho que el capitalismo no garantiza paz ni estabilidad a los habitantes de un país ni siquiera en condiciones de pleno empleo si no termina colocando sus ahorros excedentarios en el exterior. Por eso los trabajadores asalariados del país imperialista optan por callar. La viabilización y realización del imperialismo supone convenios comerciales pacíficos o la imposición política y militar con desagradables consecuencias.
Ahora empezamos a comprender la importancia del “imperialismo” como solución a la limitación del mercado interior. Desde luego, para los países receptores siempre resultará halagüeño y beneficioso la recepción del ahorro exterior, la contrata de inversiones extranjeras dirigidas a mejorar el empleo interno, con todo el desangramiento que esto supone, pero ni aún así la paz comercial podrá llegar porque logrado el pleno empleo en el país amigo y diplomatizado, los nuevos ahorros pedirán nuevos mercados en nuevos ´países, y así hasta colmar el planeta de países capitalistas.
Para este hipotético momento de pleno empleo mundial ya no habrá posibilidad de expansión, el inmenso ahorro generado por todo el planeta derivará en ahorro ocioso que detendrá la inversión anterior, vendría la recesión y el desempleo se generalizará. Esto sería como una “crisis imperialista total” con sus respectivas fases largoplacistas de prosperidad, crisis, recesión y reactivación. Esto nos dice que el segundo problema es irresoluble y que el sistema capitalista no es la solución para el mercado interior ni para el Mercado Exterior.
La Frontera de la Divinidad
Manuel C. Martínez M.
25 ago. 09

Las discusiones humanas sobre “el más allá” son de vieja data. Precisamente, mientras más nos adentramos en las profundidades de los pueblos originarios y primitivos más nos encontramos con una cultura practicante de un incuestionable respeto inmaculado sobre diversas “deidades” que en común responden al conjunto de poderosas fuerzas naturales, permanentemente incomprensibles para el común de los mundanos “del más acá”.
La educación popular y universal y occidental arranca con la Edad Moderna, inspirada con los enciclopedistas del siglo XVIII de los últimos 20 siglos, a pesar de que todavía se reproducen analfabetos con variado grado de ignorancia.
A mayor número de alfabetos se ha ido gestando un mayor número de investigadores científicos, de filósofos, de escritores, de músicos, de pintores y de poetas. Los matemáticos, los geómetras, los físicos, los químicos y los biólogos han descollado en lo que podríamos llamar un acercamiento hacia la frontera de la divinidad. Su formación académica y su incursión en las leyes de la naturaleza los hace personas especiales y a quienes, aunque imperfectamente, se les puede atribuir cualidades paradivinas, también se las ha considerado personas muy peligrosas y lejos de inspirar simpatía han sido perseguidas o doblegadas.
Los casos más resonantes de opresión y severos castigos para quienes se han atrevido cruzar la frontera de la divinidad, y por esa razón han sido consideradas como muy peligrosas, son los de Sócrates, Giordano Bruno, Miguel Servet, Galileo, Mozart, Marx y todo ese cúmulo de marginados, ignorados , silenciados y excluidos a quienes los grupos de poder no les han perdonado su atrevimiento a cuestionar las reglas, los dogmas y el acervo preexistente que garantiza estabilidad para los poderosos de turno.
El desenvolvimiento de la frontera intelectiva entre el mundo meramente terrenal y el mundo divino ha sido siempre terrenalmente impuesto a conveniencia de las clases poderosas que históricamente han germinado sobre este planeta.
Los primeros poetas, los primeros pintores, los primeros geómetras y los primeros físicos, y los “profetas” en general, a quienes la historia moderna atribuye credenciales despectivas como las de brujos, supercheros, adivinos, herejes y demás descalificativos, jamás fueron bien recibidos, y en su mayoría recibieron la muerte inducida como castigo.
El sacerdocio cristiano ha jugado un papel relevante en esta criminalización contra las personas que por sus conocimientos académicos o intuitivos han identificado y señalado algunas causas físicas para muchos fenómenos físicos catalogados ex ante como coto privado de Dios, y consecuentemente su manipulación terrenal como atrevidas violaciones del poder de Dios.
La Biblia, por ejemplo, no apoya el trabajo; en el Pacto Edénico, por ejemplo, el trabajo se o considera castigo de Dios precisamente porque sólo el trabajo puede elevar al hombre hasta la frontera de la Divinidad más elevada, si por esta entendemos el cúmulo de descubrimiento de las leyes de la naturaleza.
Los grupos de poder son cuidadosos en mantener a raya a la mayoría de las personas para las que exige solamente fe a a toda prueba ya que es la única manera de que los terrenales puedan desenvolverse en armonía, y reserva castigos para los ateos e intelectuales que no se avengan sumisa y servilmente a los interés del grupo dominante.

Modernamente se inventó el Premio Nobel para premiar la sumisión de los transeúntes de la frontera de la divinidad. Albert Einstein, director y coconstructor del arma más mortífera concebida y puesta en práctica por los terrenales de todos los tiempos, fue Nobelado. El resto de los premiados han sido intelectuales e investigadores científicos de alto valor cognoscitivo que han sabido bajar la cerviz y llenarse de dólares. También la bajó el sabio Galileo a cambio de su vida.