domingo, 30 de agosto de 2009

Diáspora Socialista
Manuel C. Martínez M.
30 ago. 09
La población judía con su carga ideológica sufrió desde siglos precristianos el denso exilio de palestinos que se conoce universalmente como “diáspora”. Esta figura demográfica por extensión alude a todo movimiento de dispersión poblacional. Tales emigraciones forzadas parecieron culminar con la concentración de judíos en una nueva Israel que después de la II Guerra Mundial partió a Palestina en los dos actuales territorios que permanecen en pugna.
Se trata de movimientos migratorio e inmigratorio que mutatis mutandis pudiéramos revertidamente asimilarlos a lo ocurrido con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Nos explicamos:
Los sentimientos ancestrales y las arraigadas convicciones ideológicorreligiosas del pueblo hebraico quedaron íntimamente ligados al territorio de la antigua Jerusalén. Todo el andamiaje de la religión cristiana que reina aún en buena parte del mundo ha girado sobre ese medoasiásiaco espacio.
<>.(sic) (Wikipedia).
Por otra parte, con la ruina de la Europa Occidental causada por los países Imperialistas de mayor poder económico (EE UU, Inglaterra, y Francia más otros aliados de menor rango bélico), sobrevino el agrupamiento o concentración socialista de muchos países. Estos se declararon anticapitalistas y asumieron el “arcoproletariado” como bandera para transitar por un modo socialista de producción rumbo a la hipotético meta del Comunismo anticlasita.
Con la despiadada, sostenida y universalizada campaña anticomunista estimulada, financiada y comandada por EE UU y apuntalada por los gobiernos de muchos países aplastado por el Imperio capitalista, ha venido surgiendo desde el año 1992, aprox., una suerte de atomización territorial de los pueblos aunados espiritualmente por un sentimiento ideológico no menos antiburgués que el asumido por los pueblos miembros de la extinta URSS.
Digamos que en la URSS muchos pueblos se hallaban socialistamente aglutinados en un mismo espacio antiimperialista con una convicción ideológica común, y ahora y desde hace un par de décadas varios países han auto emprendido una asociación ideológica en medio de una considerable dispersión territorial.
A tales consecuencias políticas doy en llamar Diáspora Socialista. Potencialmente, esta diáspora está haciendo mella en los países imperiales que antes concentraban su lucha en un territorio perfectamente deslindado en la Eurasia soviética, y no así ahora que se enfrentan a los actuales y desparramados países Socialistas del siglo XXI, como los de América del Sur , de América Media, del Norcentro africano y del Mesoriente.
Paradójicamente, la conseja cesariana del “divide y vencerás” modernamente pareciera leerse como: “Dividámonos y venceremos”, porque para los agresores no es lo mismo luchar en varios frentes que en pocos o en uno solo.

sábado, 29 de agosto de 2009

Cálculo Auténtico del Salario Diario
Manuel C. Martínez M.
27 ago. 09
En Venezuela, después del Decreto presidencial de cada año sobre “salarios mínimos” mensuales, el cálculo final de estos y de los demás sueldos y salarios responde a convenios obrero-patronales sobre la base de las diferentes especializaciones técnica y profesionalmente involucradas.

Además, luego de establecido el salario semanal y mensual, queda siempre pendiente el cálculo del salario diario a los efectos de satisfacer obligaciones contractuales previstas en el Reglamento y la Ley del trabajo, y si fuera el caso en los estatutos sindicales para los convenios pactados periódicamente.

Entre las disposiciones laborales que recoge el ordenamiento jurídico correspondiente está el pago de bonos por concepto horas extras trabajadas fuera del horario regular, el pago de sueldos y salarios de aquellos días considerados de asueto y de Fiesta Nacional, durante los cuales el trabajador no está obligado a asistir a su centro de trabajo la remuneración de las vacaciones concedidas, el reconocimiento de pagos por concepto de “prestaciones” sociales, es decir, Cesantía y Antigüedad, particularmente a los efectos de jubilaciones y/o terminaciones de contratos de trabajo.

Así, por ejemplo, actualmente se establece como sueldo semanal el resultado de multiplicar por 12 el salario mínimo (SM), y luego este resultado se divide entre 365, para finalmente multiplicarse por 7, (SM x 12 x 7/365).

Hasta allí sólo basta añadir cualquier ajuste que sea necesario por nuevas modificaciones del salario mínimo, y por la cuantía de los bonos salariales que vayan conquistando los trabajadores durante su interminable lucha sindical de todos los días.

Ahora bien, si el salario semanal (de siete (7) días) es, por ejemplo, 42 unidades dinerarias (UD), obviamente el salario diario pasa a ser 42/7 = 6 UD.

Esas 6 UD son la referencia para el pago de todos los conceptos derivados: bonos y horas extras de trabajo, días no trabajados, días de vacaciones, etc., según ya lo dijimos. Pero si el se establece como salario diario el resultado de dividir sólo por los días estrictamente trabajados durante el año, es decir haciendo a un lado los días de asueto, de vacaciones y de Fiestas Nacionales, entonces el salario diario sería mucho mayor.

Así, si el mismo salario semanal cancelado cada 7 días es 42 UD y la obligación de asistir al trabajo es de lunes a sábado, entonces el salario diario sería el resultado de dividir 42 UD entre 6 = 7.

Por tal razón, es inferible que el procedimiento empleado para el cálculo del salario diario en Venezuela ha sido lesivo para los intereses de nuestros trabajadores. Así se lo hemos hecho saber a muchos sindicalistas, lo hemos publicado por Internet, y hasta ahora no percibimos conformidad ni retroalimentación alguna de parte de ningún trabajador que se sienta lesionado, ni de ningún lector acerca de tan importante denuncia laboral.

Porque el procedimiento más favorable para el trabajador debe ser mediante el cálculo siguiente:
Se toma el SM decretado por el Estado, este se multiplica por 12 y divide estrictamente entre los días de obligatoria asistencia al trabajo. No entrarían en el cálculo los domingos ni demás días de asueto ni los feriados, tampoco entrarían los días de vacaciones concedidos y remunerados.
Una vez obtenido este nuevo salario diario podría seguirse empleando el método convencional que rige hasta ahora.

Toda esta argumentación la fundamentamos en que a ningún trabajador tiene porqué pagársele por no trabajar. Esa supuesta solidaridad patronal con sus trabajadores no habría pasado de ser más que un simple pero eficaz artilugio contable burgués para hacerle creer al trabajador que sus patronos han sido elásticos con el otorgamiento de mejoras salariales.

Con la elección del método que venimos proponiendo, cuando un trabajador trabaje sólo 6 semanales, 6 días cobrará, si no trabaja los domingos su patrono no tendrá porqué reconocérselos en el sobre de pago. Igual ocurriría con las vacaciones. Estos días son de descanso para el aparataje productivo y para el trabajador pero ningún patrono tiene porqué pagarlos. Cosas así.

martes, 25 de agosto de 2009

CAPITALISMO EXTERIOR (Imperialismo)

Manuel C. Martínez M.
18 ago. 09

El sistema capitalista adolece de dos problemas irresolubles: 1.- Su imprescindible crecimiento, y 2.- Su crecimiento está prelimitado. Digamos que este sistema alberga su propia destrucción.
Los empresarios de un país cualquiera por su cuenta y guiados por una concepción individualista del mundo han hallado fructíferas vías en las guerras y en los convenios comerciales con los demás países para la solución del primer problema. Si bien es cierto que a corto y mediano plazos han podido crecer, este crecimiento les impulsa forzosamente a la celebración de nuevos convenios, nuevas guerras y nuevos apetitos para seguir creciendo.
No en balde las relaciones diplomáticas modernas han jugado un papel trascendental que las hace imprescindibles en tiempos de paz y más aún en los de guerra.
Repasemos brevemente las características básicas del desarrollo capitalista en un país atrapado en las poderosas garras de un sistema que mientras más éxito garantiza más problemas engendra.
Los teóricos y analistas científicos del Sistema Capitalista descubrieron que la relación de empleo capitalista necesita crecer para dar empleo a la riqueza adicional derivada de sus ganancias.
Cada bolívar ahorrado obtenido a punta de la compraventa de capital transformado en mercancías requiere ser invertido en la contrata de nuevos medios de producción y de más mano de obra. Esta puede ser la misma en términos absolutos y resultar más explotada intensivamente, mejorar en cantidad o intensa e intensivamente.
La satisfacción de esa necesidad de empleo del ahorro capitalista ha traído evidentes ventajas para el país inversor, y de allí su encanto por cuento a mayor empleo de trabajadores y de materias primas, de instrumentos y afines, mayor producción de bienes, todo lo cual supondría mejor confort y mayor estabilidad para todos sus ciudadanos.
Ocurre que si el ahorro de un año, por ejemplo, no es empleado entonces perdería sentido seguir contratando ni siquiera los volúmenes previos ya que estos necesariamente arrojarán más ahorros ociosos. El negocio se vendría abajo, la economía se constreñiría y el desempleo provocaría crisis de imprevisibles consecuencias. El desempleo del ahorro nuevo provocaría desempleo del ahorro anterior, y viceversa.
Ahora bien, es fácil dar empleo al nuevo ahorro dentro del mismo país y así podría arribarse el pleno empleo. Este sería el límite de crecimiento interior para cada país, más allá del cual se hace irrenunciable la conquista del Mercado Exterior. Nace así la figura del Imperialismo capitalista.
Como quiera que los empresarios actúan anárquicamente, cada uno por su lado, la guerra intestina o competencia destructiva resulta forzosa. Sin embargo, sea quien sea el empresario vencedor, al país como un todo le resulta indiferente habida cuenta de que todo quedaría en casa.
Es un hecho que el capitalismo no garantiza paz ni estabilidad a los habitantes de un país ni siquiera en condiciones de pleno empleo si no termina colocando sus ahorros excedentarios en el exterior. Por eso los trabajadores asalariados del país imperialista optan por callar. La viabilización y realización del imperialismo supone convenios comerciales pacíficos o la imposición política y militar con desagradables consecuencias.
Ahora empezamos a comprender la importancia del “imperialismo” como solución a la limitación del mercado interior. Desde luego, para los países receptores siempre resultará halagüeño y beneficioso la recepción del ahorro exterior, la contrata de inversiones extranjeras dirigidas a mejorar el empleo interno, con todo el desangramiento que esto supone, pero ni aún así la paz comercial podrá llegar porque logrado el pleno empleo en el país amigo y diplomatizado, los nuevos ahorros pedirán nuevos mercados en nuevos ´países, y así hasta colmar el planeta de países capitalistas.
Para este hipotético momento de pleno empleo mundial ya no habrá posibilidad de expansión, el inmenso ahorro generado por todo el planeta derivará en ahorro ocioso que detendrá la inversión anterior, vendría la recesión y el desempleo se generalizará. Esto sería como una “crisis imperialista total” con sus respectivas fases largoplacistas de prosperidad, crisis, recesión y reactivación. Esto nos dice que el segundo problema es irresoluble y que el sistema capitalista no es la solución para el mercado interior ni para el Mercado Exterior.
La Frontera de la Divinidad
Manuel C. Martínez M.
25 ago. 09

Las discusiones humanas sobre “el más allá” son de vieja data. Precisamente, mientras más nos adentramos en las profundidades de los pueblos originarios y primitivos más nos encontramos con una cultura practicante de un incuestionable respeto inmaculado sobre diversas “deidades” que en común responden al conjunto de poderosas fuerzas naturales, permanentemente incomprensibles para el común de los mundanos “del más acá”.
La educación popular y universal y occidental arranca con la Edad Moderna, inspirada con los enciclopedistas del siglo XVIII de los últimos 20 siglos, a pesar de que todavía se reproducen analfabetos con variado grado de ignorancia.
A mayor número de alfabetos se ha ido gestando un mayor número de investigadores científicos, de filósofos, de escritores, de músicos, de pintores y de poetas. Los matemáticos, los geómetras, los físicos, los químicos y los biólogos han descollado en lo que podríamos llamar un acercamiento hacia la frontera de la divinidad. Su formación académica y su incursión en las leyes de la naturaleza los hace personas especiales y a quienes, aunque imperfectamente, se les puede atribuir cualidades paradivinas, también se las ha considerado personas muy peligrosas y lejos de inspirar simpatía han sido perseguidas o doblegadas.
Los casos más resonantes de opresión y severos castigos para quienes se han atrevido cruzar la frontera de la divinidad, y por esa razón han sido consideradas como muy peligrosas, son los de Sócrates, Giordano Bruno, Miguel Servet, Galileo, Mozart, Marx y todo ese cúmulo de marginados, ignorados , silenciados y excluidos a quienes los grupos de poder no les han perdonado su atrevimiento a cuestionar las reglas, los dogmas y el acervo preexistente que garantiza estabilidad para los poderosos de turno.
El desenvolvimiento de la frontera intelectiva entre el mundo meramente terrenal y el mundo divino ha sido siempre terrenalmente impuesto a conveniencia de las clases poderosas que históricamente han germinado sobre este planeta.
Los primeros poetas, los primeros pintores, los primeros geómetras y los primeros físicos, y los “profetas” en general, a quienes la historia moderna atribuye credenciales despectivas como las de brujos, supercheros, adivinos, herejes y demás descalificativos, jamás fueron bien recibidos, y en su mayoría recibieron la muerte inducida como castigo.
El sacerdocio cristiano ha jugado un papel relevante en esta criminalización contra las personas que por sus conocimientos académicos o intuitivos han identificado y señalado algunas causas físicas para muchos fenómenos físicos catalogados ex ante como coto privado de Dios, y consecuentemente su manipulación terrenal como atrevidas violaciones del poder de Dios.
La Biblia, por ejemplo, no apoya el trabajo; en el Pacto Edénico, por ejemplo, el trabajo se o considera castigo de Dios precisamente porque sólo el trabajo puede elevar al hombre hasta la frontera de la Divinidad más elevada, si por esta entendemos el cúmulo de descubrimiento de las leyes de la naturaleza.
Los grupos de poder son cuidadosos en mantener a raya a la mayoría de las personas para las que exige solamente fe a a toda prueba ya que es la única manera de que los terrenales puedan desenvolverse en armonía, y reserva castigos para los ateos e intelectuales que no se avengan sumisa y servilmente a los interés del grupo dominante.

Modernamente se inventó el Premio Nobel para premiar la sumisión de los transeúntes de la frontera de la divinidad. Albert Einstein, director y coconstructor del arma más mortífera concebida y puesta en práctica por los terrenales de todos los tiempos, fue Nobelado. El resto de los premiados han sido intelectuales e investigadores científicos de alto valor cognoscitivo que han sabido bajar la cerviz y llenarse de dólares. También la bajó el sabio Galileo a cambio de su vida.

lunes, 24 de agosto de 2009

El Fetichismo del Salario
(No Existe “Capital Variable”)

La siguiente cita fue tomada de una entrega anterior en “aporrea.org”, http://www.aporrea.org/ideologia/a81738.html :

“Y más allá de esas ganancias y de su insoportabilidad está el hecho de que una vez legalizadas se convierten en poderosas armas para contrarrestar todo tipo de críticas, de observaciones contra el cuadro de riqueza en pocas manos y de pobreza en las mayorías.
Por ejemplo, el científico más vilipendiado y subestimado durante las dos últimas centurias ha sido Karl Marx, y este sólo hizo la consideración de que si el valor de una mercancía
proviene del trabajo humano, los ricos de siempre deben ser simples
rentistas o explotadores.
El resto de su obra se limitó a buscar cómo conciliar
la Contabilidad Macroeconómica a fin de cuadrar las cuentas globales del valor de la producción con el volumen de compraventas realizadas en período determinado, lo cual revelaría que las ganancias son sólo parte del valor creado y perteneciente al trabajador.”

En adición, hemos arribado a la convicción de que “los salarios no son un coste de producción” 1/, y si lo fueran deberíamos admitir que el trabajador vendería realmente su fuerza de trabajo cuando la aplica a medios diversos de producción. La fuerza de trabajo no es algo materialmente tangible, y de allí que su empleo no aparezca material ni expresamente en ninguna mercancía como bien lo hace la materialidad de los objetos de trabajo, del cuero en el calzado, por ejemplo. Los efectos de la fuerza de trabajo son formales en cuanto crea un nuevo valor útil2/.

El caso es que el trabajador asalariado se limita a crear la integridad de un bien y valor útil a partir de determinados materiales, y muy diferente de estos. La aplicación de la fuerza de trabajo sobre objetos de trabajo es un acto creativo tan natural como si se tratara de un producto vegetal en un huerto cualquiera.
Entonces, para que el trabajador venda esa creación debería ser dueño de los materiales depositarios de la aplicación de esa fuerza de trabajo suya. Como eso no es así, el patrono capitalista o el contratista de la mano de obra asalariada terminan asimilando el valor salario a la creación del valor trabajo atrapado en la mercancía. A este lo consideran un coste, es decir, enfetichan la creación del trabajo, y finalmente le dan una existencia fantasmagórica a un capital dinero al que en conjunto le atribuyen cualidad para generar la ganancia que reciban en el mercado. Por tal razón, el patrono considera como inversión suya el salario satisfecho post féstum, al lado de los demás costes concomitantes que Marx llamó “capital constante”.

Marx usó el concepto de “capital constante” y el de “c. variable”. El efecto inmediato de esa clasificación de costes entre constantes y variables es que, por una parte, se reduce la verdadera tasa de ganancia obtenida en dicho contrato laboral, y dentro del seno mismo de la producción y antes de llegar al mercado. Es por eso que el patrono identifica el valor del salario al valor trabajo que crea la fuerza de trabajo, como si se tratara de una mercancía pagada según su precio, e identifica el mercado como fuente de su ganancia.
Cabe observar que en realidad toda la inversión del capitalista es “capital constante”. No existe el “capital variable” citado en la obra que nos ocupa. Atribuirle variabilidad al pago salarial, según la concepción marxiana, sería admitir que los materiales y herramientas, los energéticos y otros costes materiales, pudieran también acrecentar su valor más allá del precio de compra. Y es así cómo con esta interpretación marxiana el capitalista logra atribuirle variabilidad a todo su capital como si los materiales y demás insumos en sí mismos pudieran revenderse a mayor precio.
Reafirmamos que el trabajador asalariado no puede vender su fuerza de trabajo ya que esta necesita objetos materiales donde desplegarse. En cambio, el patrono la recibe, la usa, la aplica a sus medios de producción y obtiene así un valor nuevo, agregado a su capital (a secas), invertido en los medios de producción correspondientes, de tal manera que cuando aquel vende su mercancía logra revender sus medios de producción consumidos, y también y simultáneamente logra vender el valor trabajo agregado, un valor que no es suyo sino del asalariado en favor del cual ahora este patrono tiene un pasivo.
Quede claro que la mercancía producida en un centro fabril cualquiera es obra exclusiva de la mano de obra, que le debería pertenecer por entero a los asalariados y ser estos quienes la vendan para luego reintegrarle el monto de capital constante al dueño de los medios de producción presentes en dichas mercancías.
Lo que estamos presentando es, pues, la posibilidad de que sean los asalariados quienes vendan la mercancías que produzcan para luego darle su parte al patrono. En teoría lo estamos haciendo, y con ello demostramos que la ganancia no tiene existencia propia ni derivada de ninguna operación mercantil. Esa “ganancia” es parte integral que conjuntamente con el salario suman el precio del nuevo “valor creado” y transmitido a los medios de producción involucrados. Este valor es y debería ser el pago completo al trabajador.

En esta hipótesis, baste que los trabajadores asalariados se comporten como artesanos que operan en conjunto y sean dueños jurídicos de los medios de producción. En tal caso, como efectivamente ocurre en la realidad, los artesanos venderían sus mercancías a un precio tal que cubriría el costo del capital empleado y un valor dinerario adicional que simplemente representaría el precio de su trabajo. Mal podría este artesano pensar que está sacándole alguna ganancia al mercado y no a su propio trabajo.
La ganancia desparece en este nuevo e hipotético modo de producción “cooperativo artesanal”. Marx denominó Socialismo este modo, como fase de transición, y Comunismo cuando se extinga plenamente todo vestigio de trabajo aburguesado.

Desde luego, en las sociedades con el modo actual ocurre lo contrario. El patrono recibe a crédito una fuerza de trabajo que produce mercancías y luego las vende conjuntamente con sus medios de producción proporcionalmente consumidos. Como obviamente recibe del mercado un monto de dinero superior a su capital inicial atribuye al mercado su procedencia.

Sin embargo, basta reconocer que el capital variable no existe, que el trabajador no vende su fuerza de trabajo, que se limita a crear un nuevo valor incorporado a los medios de producción que fueron empleados como objetos de trabajo, herramientas, energéticos, etc. Estos medios actualmente no son de su propiedad y por eso es explotado, y por eso se le considera pagado con el salario, por eso a este se le ha considerado parte del capital del patrono, y con ello se ve reducida la tasa de ganancia, se atribuye la ganancia a operaciones de compraventa con una magia que se ha visto soportada por el concepto mismo de capital variable atribuido marxistamente a la mercancía comprada por el patrono en forma de fuerza de trabajo.

Cuando se postula el capital variable y de resultas se divide su aplicación en “trabajo necesario” y “t. adicional” o “plusvalor”, añadidos a los medios de producción, se le ofrece al patrono burgués un excelente argumento para negar esa última parte, habida cuenta que siempre estará por determinarse cuánto vale el trabajo necesario. Es la conocida pugna por restricciones y mejoras salariales.
El patrono da por justo el valor del salario satisfecho y espera obtener su ganancia como diferencia entre su capital aportado y el precio que fije el mercado. Omite así la porción de valor añadido por el trabajador cuyo valor y monto es justamente equivalente al salario más la ganancia derivada del precio de venta de la mercancía en juego.

Nosotros estamos planteando que el capitalista sólo pone capital constante con inclusión del “capital salarial”. Cuando se presenta como mercader de sus mercancías recibirá un precio que supera al capital aportado y ya no habrá duda de que esa diferencia: precio- capital responde a una porción de valor añadido por la mano de obra viva de sus trabajadores.
_____
1/ http://www.aporrea.org/ideologia/a64497.html
2/ La cibernética industrial o la mecanización de la producción de mercancías, desde la mezcla de componentes, el troquelado, hasta el acabado y empaque son un ejemplo de la inmaterialidad sustancial de la fuerza de trabajo, muerta o viva, que se haya encargado de esa producción. Al final resulta indiferente que haya sido un equipo de operarios o una maquinaria de elevada sofisticación.
Manuel C. Martínez M.
20 ago. 09

jueves, 20 de agosto de 2009

Los Salarios no son Costes de Producción
Manuel C. Martínez M.
19 ago. 09

Desde cuando los fisiócratas reconocieron que el trabajo artesanal no era menos creativo que la Naturaleza. Desde cuando se descubrió las potencialidades productivas de la división del trabajo, desde ese entonces empezó a reconocerse el Valor Creativo del Trabajo Humano (VTH).
Como quiera que todo proceso productivo practicado bajo condiciones capitalistas supone aportes de capital dinero de parte del industrial, del comerciante y del financista, resulta coherente que la contrata de mano de obra remunerada con salarios se considere un coste de producción, y como coste en dinero esos salarios suelen asimilarse a un desgaste o consumo de materiales involucrados en esos procesos. La diferencia es que el trabajo asalariado es vivo e inmediato, y los demás costes son trabajos muertos.

Karl Marx manejó la misma contabilidad capitalista pero no habló de mano de obra sino de coste por concepto de "capital variable", y no de "coste primo"(mano de obra y materias primas). Este "capital" tiene la curiosa virtud de agregar valor al resto del capital invertido en materias primas y auxiliares, y en maquinarias y energéticos varios. Digamos que la aplicación del trabajo humano asalariado es en sí misma la producción de cualquier mercancía. Esta producción, esta creación de valor, es un resultado y no un a causa.

Resumiendo: La remuneración que se le dé al trabajador a cambio de un trabajo ya realizado mal puede ser un coste ex ante de producción. Es más bien una compra ex post.

Esa compra del trabajo ya creado por el asalariado es posterior al proceso productivo, y el salario ya no puede entrar como coste. Además, el salario sólo cubre una parte del valor del trabajo creado y añadido a la parte que K. Marx denominó "capital constante".

Allí K. Marx cometió una imprecisión contable por cuanto le dio entrada previa al salario, en lugar de fijarlo después y entenderlo como un pago "chucuto" que hace el patrono por el trabajo recibido. Fue una imprecisión forzosa porque se propuso demostrar la fuente del valor. De allí que optó por llamarlo "coste variable", tal fue su imprecisión contable aunque no teórica. La variabilidad del "capital variable" vendría dado por agregar más valor que el recibido a cambio como salario, por añadir plusvalor. Pero esta versión marxiana dejó entrever que ese "capital variable" era un componente del costo de producción, y esto es precisamente lo que estamos elucidando y negando.

Por eso aconsejamos a los gobernantes populistas y a los prosocialistas que no soliciten ni impongan Salarios Mínimos con cargo a los costes de producción, ya que, según la concepción vigente, terminan inflando los "costes de producción". Más bien deben limitarse a imponer un reparto del valor ya creado entre patronos y trabajadores, entre ganancias y salarios. De esta manera los precios de venta dejarían de moverse con cada mejora salarial porque sólo irían con cargo a las posibles ganancias patronales.

En términos matemáticos, propongo la siguiente reformulación teórica para los algoritmos económicos correspondientes:
1) D y T – M – P – M’ – D’, para:
D = Capital inicial y constante del patrono;
M = capital constante en Maquinarias, materias primas y afines del patrono;
T = Mano de obra del trabajador:
P = Proceso creativo de valor nuevo o productivo del trabajador;
M’ = Mercancías fabricadas por T, y
D’ = Precio de M’
2) D’ - S - M = G, para:
D’ = Valor de M’;
S = Salarios;
M = Capital constante del patrono, y
G = Ganancias del patrono.
La ecuación clásica del proceso productivo capitalista es:
D − M − P – D’, para
M = capital constante más variable. El trabajo contratado se asimila a una mercancía al igual que las máquinas, las materias primas y afines.
Como se observa, la diferencia entre esta última ecuación clásica y las dos anteriores es que en la "1" sólo parece la mano de obra (T) y no su coste.

Por lo tanto, T, la mano de obra asalariada en la ecuación 1, y creadora de M’ por su agregado a M durante el proceso productivo, sólo recibe un salario por parte del patrono, y este lo asimila a coste como si él hubiera hecho alguna inversión. No, el patrono pone M, y el trabajador su trabajo. Si a cambio este ultimo recibe un salario es sencillamente porque el patrono termina comprándole al trabajador el valor que ya creó con su manipulación transformativa sobre M.
 
 
 
 
 

martes, 18 de agosto de 2009

CAPITALISMO EXTERIOR

CAPITALISMO EXTERIOR
(Imperialismo)
Manuel C. Martínez M.
18 ago. 09

El sistema capitalista adolece de dos problemas irresolubles: 1.- Su imprescindible crecimiento, y 2.- Su crecimiento está prelimitado. Digamos que este sistema alberga su propia destrucción.

Los empresarios de un país cualquiera por su cuenta y guiados por una concepción individualista del mundo han hallado fructíferas vías en las guerras y en los convenios comerciales con los demás países para la solución del primer problema. Si bien es cierto que a corto y mediano plazos han podido crecer, este crecimiento les impulsa forzosamente a la celebración de nuevos convenios, nuevas guerras y nuevos apetitos para seguir creciendo.

No en balde las relaciones diplomáticas modernas han jugado un papel trascendental que las hace imprescindibles en tiempos de paz y más aún en los de guerra.

Repasemos brevemente las características básicas del desarrollo capitalista en un país atrapado en las poderosas garras de un sistema que mientras más éxito garantiza más problemas engendra.
Los teóricos y analistas científicos del Sistema Capitalista descubrieron que la relación de empleo capitalista necesita crecer para dar empleo a la riqueza adicional derivada de sus ganancias.
Cada bolívar ahorrado obtenido a punta de la compraventa de capital transformado en mercancías requiere ser invertido en la contrata de nuevos medios de producción y de más mano de obra. Esta puede ser la misma en términos absolutos y resultar más explotada intensivamente, mejorar en cantidad o intensa e intensivamente.

La satisfacción de esa necesidad de empleo del ahorro capitalista ha traído evidentes ventajas para el país inversor, y de allí su encanto por cuento a mayor empleo de trabajadores y de materias primas, de instrumentos y afines, mayor producción de bienes, todo lo cual supondría mejor confort y mayor estabilidad para todos sus ciudadanos.

Ocurre que si el ahorro de un año, por ejemplo, no es empleado entonces perdería sentido seguir contratando ni siquiera los volúmenes previos ya que estos necesariamente arrojarán más ahorros ociosos. El negocio se vendría abajo, la economía se constreñiría y el desempleo provocaría crisis de imprevisibles consecuencias. El desempleo del ahorro nuevo provocaría desempleo del ahorro anterior, y viceversa.
Ahora bien, es fácil dar empleo al nuevo ahorro dentro del mismo país y así podría arribarse el pleno empleo. Este sería el límite de crecimiento interior para cada país, más allá del cual se hace irrenunciable la conquista del Mercado Exterior. Nace así la figura del Imperialismo capitalista.
Como quiera que los empresarios actúan anárquicamente, cada uno por su lado, la guerra intestina o competencia destructiva resulta forzosa. Sin embargo, sea quien sea el empresario vencedor, al país como un todo le resulta indiferente habida cuenta de que todo quedaría en casa.
Es un hecho que el capitalismo no garantiza paz ni estabilidad a los habitantes de un país ni siquiera en condiciones de pleno empleo si no termina colocando sus ahorros excedentarios en el exterior. Por eso los trabajadores asalariados del país imperialista optan por callar. La viabilización y realización del imperialismo supone convenios comerciales pacíficos o la imposición política y militar con desagradables consecuencias.

Ahora empezamos a comprender la importancia del “imperialismo” como solución a la limitación del mercado interior. Desde luego, para los países receptores siempre resultará halagüeño y beneficioso la recepción del ahorro exterior, la contrata de inversiones extranjeras dirigidas a mejorar el empleo interno, con todo el desangramiento que esto supone, pero ni aún así la paz comercial podrá llegar porque logrado el pleno empleo en el país amigo y diplomatizado, los nuevos ahorros pedirán nuevos mercados en nuevos ´países, y así hasta colmar el planeta de países capitalistas.
Para este hipotético momento de pleno empleo mundial ya no habrá posibilidad de expansión, el inmenso ahorro generado por todo el planeta derivará en ahorro ocioso que detendrá la inversión anterior, vendría la recesión y el desempleo se generalizará. Esto sería como una “crisis imperialista total” con sus respectivas fases largoplacistas de prosperidad, crisis, recesión y reactivación. Esto nos dice que el segundo problema es irresoluble y que el sistema capitalista no es la solución para el mercado interior ni para el Mercado Exterior.

lunes, 3 de agosto de 2009

La Renta Verdadera

Valor Permanente del Trabajo
La literatura económica viene reservando el término “renta” para identificar el ingreso percibido por el terrateniente, por el dueño de edificios, a cambio de su inquilinato, pero los sueldos y salarios son englobados dentro de la Renta Nacional como si los trabajadores fueran “rentistas”, y aunque en verdad y teóricamente son los verdaderos rentistas, de hecho no lo son por cuanto no arriendan su fuerza de trabajo y se limitan a venderla al precio de sus remuneraciones.
Vemos que a todo lo largo del ejercicio de la propiedad privada de la tierra, sólo sus propietarios o los señores feudales han gozado del privilegio de “vivir de la renta” del suelo. Así lo hizo en la América Hispana la Iglesia Católica con su famoso “diezmo” o 10 % sobre la cosecha, de contado y en bienes de primera calidad.
Los agricultores sólo se quedaban con el remanente de peor calidad. Este remanente constituía su paga por el trabajo realizado, y con el correr del tiempo ni siquiera fueron dueños parciales de la producción sino que hoy en día se limitan a recibir lo que actualmente se conoce como salario.
En el sector industrial también de observa el rentismo. Aquí un empresario patenta una técnica o registra una empresa privada y esta le pertenecerá vitalicia y hereditariamente, y con cargo a esa propiedad vivirá de las ganancias que la patente o la empresa le generen vitalicia y hereditariamente. Tal es el caso de la connotada sucesión Ford con más de 100 años viviendo de la renta proporcionada por del primer dólar que aportó su fundador allá por el año 1903.
Los obreros, Arquitectos, Ingenieros, maestros de obra, oficiales en general, y el cúmulo de ayudantes de albañilería, herrería, electricidad, decoración, acarreo, pintura, jardinería, vidriería, etc., todos ellos inician las labores de proyecto de la obra, remoción del suelo, hechura de fundaciones, erección de paredes, acometidas de aguas potables y servidas, electricidad, etc. Terminan la obra y durante su construcción reciben sus pagas semanales, quincenales y anuales, pero hasta allí.
Al entregar la obra sólo el dueño del edifico entra en el goce, uso y disponibilidad de aquél. A partir de entonces este dueño se convierte en el rentista del inmueble vitalicia y hereditariamente.
A ninguno de aquellos obreros a quienes se debe la creación y producción de cualquier bien mueble o inmueble, además del salario no se les acredita ni las gracias, siendo que ellos fueron los dueños naturales de semejante creación y producción, en la que dejaron parte de sus fuerzas y de un buen tiempo de su vida no dedicada a sus familia, ni siquiera a la construcción de su vivienda personal.
Hay una ley dialéctica, según la cual “nada se crea ni destruye”. En respeto de ella el trabajo humano aplicado a unos objetos de trabajo no puede desaparecer, y si se transforma en mercancías en estas sigue apareciendo. En cierto modo y determinada cantidad esa porción de fuerza de trabajo sigue siendo propiedad de los trabajadores involucrados.
Sostenemos que cuando un trabajador entrega su fuerza de trabajo para la producción de un bien que genere alguna ganancia o renta tiene el derecho a percibir parte de estas en los mismos términos temporales que lo haga el productor correspondiente. Dejamos a salvo los bienes que terminan en la cesta del consumidor final que obviamente les pertenecen a este a cambio del precio satisfecho en el mercado del caso y que finalmente terminan siendo incorporados a otros seres humanos como fuente de conservación de vida que son.
Estamos restringiendo nuestro reclamo a aquellos bienes muebles o inmuebles que generen ganancias por su uso, por su arrendamiento. Tal es el caso de edificios, casas, maquinarias, empresas operativas, transportes al servicio de empresas varias, etc.
El connotado “punto comercial” que a manera de “plusvalía” se convierte en fuente de lucro para el dueño del establecimiento comercial también tendría que ser compartido entre los trabajadores de ese comercio. El buen crédito, la duración de ese comercio y su mantenimiento fundamentalmente corrieron a cargo de sus expendedores y no del dueño del capital en inventario.
Es que el valor de la fuerza de trabajo volcado en cualquier mercancía de uso duradero es permanente en tanto y cuanto así lo determine la duración del bien comprometido, cuando este bein esté generando ganancia a su comprador más allá del valor de uso para el que fue fabricado.
Por eso afirmamos que los trabajadores son los verdaderos rentistas de aquellos bienes depositarios del valor permanente que permitió su elaboración. El rentismo practicado por la tierra ni el rentismo aprovechado por terceros por concepto de bienes producidos por la mano de obra no pueden ser unilateralmente usufructuados por sus arrendatarios o factores que funjan como propietarios de empresas o de otros bienes muebles e inmuebles.
Manuel C. Martínez M.
02 ago. 09

La Inmadurez Militar


Reclutar y contar con jovencitos para engrosar la soldadesca burguesa ha sido una norma constitucional. La actual Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, por ejemplo, obliga a sus ciudadanos mayores de edad a la prestación de servicios militares (Art. 134), y aunque no hace mención al número de años para alcanzar esa mayoría de edad del ciudadano, el Código civil sí la establece en 18 añitos, y esta sirve para justificar semejante irregularidad ciudadana.
Históricamente, la menoridad ha ido mermando en el tiempo. Antes era 21 años la edad para entrar en mayoría de edad. Gracias al escritor burgués Arturo Úslar Pietri y su poderosa influencia e injerencia en las cuestiones civiles y militares nacionales esa edad pasó a los actuales 18 añitos.
Han sido muchas las madres que pierden sus hijos a temprana edad luego de haber superado el riesgo de la mortalidad infantil. El Estado ha contribuido con ese logro mediante excelentes programas nutricionales y medicoasistenciales, pero que parecieran estar dirigidos precisamente a garantizar que los ciudadanos alcancen la mayoría de edad y así la clase burguesa nacional poder contar con reservas permanentemente jóvenes.
¿Por qué tienen que ser jovencitos los nuevos ingresos del Ejército?, ¿por qué nuestros jovencitos tienen que sacrificar sus mejores años en lugar de dedicarlos al logro de una carrera artesanal o profesional?, ¿por qué la soldadesca no pueden estar formada personas más maduras, de unos 30 años mínimo?
Creemos que esa menoría de edad, tan baja, responde una estrategia muy adultamente diseñada y aplicada. Sólo a jovencitos e inmaduros se les pueden inculcar la obediencia ciega a las enseñanzas militares. Entre estas está la de no protestar ni pensar con cabeza propia. Se les inculca la obediencia, a ser disciplinado u obediente sumiso. Y particularmente se les enseña que matar puede ser bueno cuando se trate de enemigos o en defensa propia.
Esas enseñanzas e pudieran ser muy convincentes y lógicas pero que no pueden ser suficientemente analizadas ni evaluadas por unos jovencitos, no sólo con una edad casi adolescentina, sino además con reducida formación académica general.
La valentía, el arrojo y coraje parecen responder a la inmadurez de la corteza cerebral más que a cualquier otra facultad natural de los seres humanos. De allí que la edad de jovencitos sea la más propicia para que ellos corran sin mayores protestas todo el riesgo que supone el ejercicio militar. Este supone el juego de sus vidas en paz y en la guerra.
Pensamos, pues, que la edad para la prestación del servicio militar no debería bajar de 30 años, salvo casos de emergencia nacional.
Manuel C. Martínez M.
03 ago. 09

La Mano Invisible del Mercado

La Mano Invisible del Mercado

La mano invisible del mercado es una metáfora polivalente. La introdujo someramente en Economía el científico escocés Ádam Smith, y pensamos que luego de más de 200 años ha sido muy aludida pero no suficientemente elucidada. La cuestionan los proteccionistas burgueses, y paradójicamente también lo hacen los marxistas. Smith sostuvo que el equilibrio del mercado respondía a un orden natural, o “divino” si a ver vamos, por lo que la acción del Estado salía sobrando.
Este es el caso: Para los intervencionistas y proteccionistas, más allá de la regulación espontánea, el mercado debe ser controlado a fin de mantener un mínimo de equitatividad entre vendedores y compradores. El equilibrio oferta-demanda evitaría tanto especulaciones como reducciones en la tasa de ganancia.
Mediante esa tesis contraria al libre mercado se pretende influir en la producción para que esta se adapte mejor a las necesidades cuantitativas populares, aunque sin ir al fondo del desequilibrio social. Un Estado proteccionista podría impedir la competencia desleal y la escasez artificial, pero con esta regulación terminaría entorpeciendo el empleo de recursos materiales y de trabajadores, cuestión esta que de entrada es intolerable para el capital. De resultas el remedio podría ser peor que la enfermedad del caso.
Es que si bien el Estado reconoce la contrariedad de intereses entre vendedores y consumidores, guarda mutis ante la contradicción entre productores y asalariados. Digamos que el Estado da prioridad al mercado frente a la producción, niega la explotación dentro de esta. Con todo eso no sólo regula el mercado sino que protege el modo de producción vigente. Se trata, pues, de un proteccionismo conservadurista.
Por su parte, el Marxismo atribuye a la contradicción de clases entre patronos y asalariados los desequilibrios del mercado. El productor sólo oferta un volumen rentable y mercadeable, y correspondientemente los asalariados deben ser solventes; afirma que al respecto el Estado se muestra incapaz de partida para ejercer una regulación eficaz debido a que es muy falso que el mercado determine la producción, sino todo lo contrario. Afirma que si no se ataca el modo burgués de producción su intervención resulta demagógica. El productor capitalista resulta ser el máximo intervencionista, el manipulador de la “mano invisible de la producción”.
Como lo maneja esta doctrina, los productores se truecan en comerciantes y los asalariados en consumidores de productos finales. Los desequilibrios del mercado son recurrentes, y a lo sumo, dice, el Estado regula ocasionalmente algunas desviaciones mercantiles pero sin llegar al meollo de la producción. Estos productores en funciones mercantiles son, al mismo tiempo, los principales liberalistas del mercado.
El marxismo tampoco comparte la idea de una regulación extraeconómica naturalista. La Economía es una ciencia eminentemente materialista e histórica, por lo que sólo la lucha entre proletarios y burgueses podría dar cuenta de las injusticias mercantiles que no resuelven la cuestionada mano invisible del mercado ni el Estado intervencionista ya que según dijimos el dueño de esa mano invisible es el empresario burgués.
La lucha convencional entre patronos y asalariados no pasa de ser simples pujas mercantiles entre un patrono que pretende minimizar sus erogaciones para maximizar sus ganancias, y un asalariado que apenas aspira a comer y vivir un poco mejor. Se trata de la vieja, desfasada, ineficiente y fracasada lucha sindicalista. En el mercado también se trata de una lucha entre consumidores y vendedores donde unos buscan más ganancias, y otros una mayor cesta alimentaria
El Marxismo ataca tanto las políticas proteccionistas como las liberalistas. Esgrime que proteger al productor es tolerar la explotación de los trabajadores asalariados, y el liberalismo supondría libertad de contratos que también beneficia al patrono frente al indefenso asalariado.
Entonces veamos otra versión de esta interesante metáfora económica:
La mano invisible del mercado es una verdadera e inviolable ley de amplia aplicabilidad inherente y connatural al modo capitalista de producción. Por insistentes y variadas que sean las regulaciones estatales siempre la puja entre oferentes y demandantes dará cuenta de la oferta, de la demanda y del precio final, independientemente del fijado por el Estado. Hacia allí apuntó Ádam Smith; de tal dimensión fue la profundidad de sus análisis.
La mano invisible del mercado explica las desviaciones o incumplimientos de la ley de la oferta-demanda ya que esta se muestra ineficaz cuando el productor decide acortar la producción por falta de demanda solvente, ante lo cual ningún otro capitalista podría animarse para suplir el faltante ya que este no existe salvo que bajen los precios, pero estos tienen siempre el límite impuesto por la tasa media de ganancia que a la sazón sirva de brújula a todo en empresariado de productores, comerciantes y banqueros.
Una cosa son las necesidades de los consumidores, otra las obligaciones del Estado, y otra los apetitos lucrativos de los capitalista, sin embargo el Estado intervencionista o liberalista siempre tiene en mientes a toda la ciudadanía que representa a todos sus ciudadanos, y no cae en la cuenta de que los empresarios sólo sirven a sus clientes. Al Estado le resulta congruente y compatibilizable las necesidades de los ciudadanos y las del capital; pensar en contrario sería negar su propia esencia burguesa.
El Estado no se enfrenta a dos clases definitivamente antagónicas, una de las cuales busca sacarle provecho al consumidor que también funge de trabajador, mientras que los ciudadanos como clientes y como trabajadores están respectivamente a expensas de los vendedores y de los patronos. Obviamente, el Estado no puede armonizar tan distintos criterios ni intereses.
Cuando Ádam Smith atribuyó un orden natural a la Economía, y de allí tomó su mano invisible, simplemente dio por estacionarias las condiciones sociales entre productores y trabajadores, pero estaba consciente de que no se trataba de acciones naturales de índole vegetativa ni algo parecido. Por eso se trata de una metáfora.
La mano invisible del mercado ha estado presente en cada crisis y su correspondiente solución sin que ningún Estado haya tenido injerencia directa ni determinante. Las subvenciones estatales o auxilios financieros siempre se traducen en déficit del Fisco Nacional con lo cual se ocasiona malestar general al consumidor, y los subsidios al consumidor desestimulan la aplicación de nuevos capitales, todo lo cual hace inoperante la regulación estatal y refuerza la ingobernabilidad de la referida mano invisible. Cierto que no todos los países capitalistas marchan igual ni no todos son viables, pero una cosa es aliviar las tensiones económicas de corto plazo y regionalmente, y otra resolver su permanente y cíclica problemática en todos los países imperialistamente involucrados.
Manuel C. Martínez M.
03 ago. 09

domingo, 2 de agosto de 2009

Maltusianismo en Siglo XXI
(Profilaxis del Banco Central de Venezuela, Precios y Salarios)
Manuel C. Martínez M.
01 ago. 09

El demógrafo, clérigo y Economista inglés Thomas Robert Malthus se preocupó por las lamentables condiciones sociales de la mayoría de la población de los años finales del siglo XVIII, mismas que seguían reinando en pleno s. XIX.

Malthus concluyó sus investigaciones con el descubrimiento de una ley social que matemáticamente expresada dice así: La población demográfica crece según una progresión geométrica, mientras que la producción de bienes de la cesta básica lo hace sg. una progresión aritmética.

Desde luego, cuando se emplea medidas matemáticas los valores estadísticos y paramétricos resultan exhaustivamente precisos; es de inferirse que los algoritmos de Malthus fueron forzados, pero de todas maneras resultaba evidente que la oferta se quedaba muy corta en relación al explosivo crecimiento demográfico observado durante períodos de 2 o 3 décadas.
De seguir las cosas así, a la humanidad le esperaba una hambruna general. Malthus previó que sólo las catástrofes naturales, las pandemias y endemias, las guerras y las medidas anticonceptivas podían evitarla. Fue tan fuerte la terapia y profilaxis recomendadas para combatir y evitar la llegada de semejante hambruna que desde entonces llamamos medidas maltusianas todas aquellas que puedan tomarse con independencia de sacrificios biológicos, sociales y morales.

Por supuesto, la hambruna apuntada por Malthus no se refería a las hambrunas que eventualmente han sufrido algunos países por causas diversas no necesariamente explicables por su maquillada “ley” demográfica. Él hablaba de una tendencia global. Es de suponerse que el factor determinista religioso estaba justificando esa asimetría numérica.

Lo cierto fue que a raíz de esa denuncia el mundo político fue convulsionado y aparecieron muchos científicos, humanistas, filántropos, sociólogos, médicos y escritores quienes se hicieron eco de semejante amenaza. Pensamos que los modernos anticonceptivos son maltusianistas, lo mismo que los controles del tamaño familiar, la licitud de los abortos, etc. Muchos de los avances tecnocientíficos aplicados durante la industrialización de la producción también entrarían dentro de esas correspondientes medidas profilácticas.

Contradictoriamente, los aportes medicoasistenciales de la moderna cultura maternal y de la farmacopea en pro de la reducción de los índices de mortalidad infantil propenderían a la llegada de semejante hambruna.

Sin embargo, los críticos del sistema capitalista fueron claros al respecto. Estos afirmaron que esa adversa correlación entre las demanda y la oferta de bienes no se correspondía con la potencialidad brindada por las condiciones técnicas del aparato productivo, que por ingente que fuera la demanda no había razones técnicas para que los mercados no fueran suficientemente abastecidos. La recurrente violabilidad de la “ley de Malthus” empezó a socavar su validez.
Es que indudablemente algo andaba mal y sigue andando mal en una sociedad que está capacitada para producir como nunca antes lo había hecho, y que sin embargo los cuadros de miseria seguían apuntando hacia la horrorosa hambruna general que Malthus había señalado.
Hoy es el planeta el amenazado con hambre de agua, de recursos biodegradables, de ozono, etc. El hambre de hoy no es una amenaza local ni regional sino una realidad sufrida por todos los países donde impera el sistema capitalista.

Es un sistema cuyo aparato productivo sólo opera a media capacidad, que funciona según la demanda solvente; que da usos artificiales y contranaturales a la tierra agrícola, que irrespeta la necesaria biogradabilidad de los recursos económicos, y un sistema de vida para el que la miseria de los desempleados no es asunto suyo.

Los gobiernos aprovechan esta hambre como bandera en campañas políticas para ascender al poder y hasta allí. Y no hay duda de que a punta de dádivas y socorros puntuales han mantenido a raya las protestas populares ante este cuadro de permanente hambruna general que acompaña otros cuadros paralelos de miseria ocasionales debidos a las crisis que periódicamente engendra el sistema capitalista. Por ejemplo, el consumo de energéticos (de hidrocarburos en particular) impulsado por los inversionistas burgueses crece en progresión geométrica, y, aún haciéndolo en progresión aritmética, su producción es imposible por cuanto se trata de recursos naturales no renovables.

Malthus omitió señalar que al lado de los hambrientos de siempre se hallaban muchas familias que nadaban en abundancia durante todos los días de su suntuaria y elitista vida. Pero Malthus tampoco pudo apreciar cómo su tenebrosa predicción podía reoxigenarse, no ya por causas naturales sino por causas estrictamente sociales. Además del crecimiento geométrico demográfico e insolvente, hoy tenemos un consumo de energéticos (de hidrocarburos en particular) impulsado por los inversionistas burgueses crece en progresión geométrica, y, aún haciéndolo en progresión aritmética, su producción es imposible por cuanto se trata de recursos naturales no renovables. La “hambruna” energética estaría a la vuelta de la esquina, lo que quiere decir que la producción es aritmética frente a una demanda solvente tan geométrica como el crecimiento demográfico en general.

Este es el caso: Resulta que hoy vemos cómo los precios se mueven según una estricta progresión geométrica, mientras los salarios apenas lo hacen según una progresión aritmética, y esta a veces acompañada de mucha sangre obrera.

Veamos algunas perlas estadísticas que actualmente son manejadas maltusianamente por el Banco Central de Venezuela, como institución al servicio empresarial y burgués que lo ha sido desde su fundación allá por los años 40.

En materia de precios, los cambios que la Inflación ha provocado en nuestro país durante los últimos 50 años ha dado origen a reacciones empresariales y gubernamentales de cara a minimizar el hambre implícita que ha ido creciendo en el país por causa de la carestía. Una salida ha sido el cambio periódico del al año base para el cálculo del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Con ellos se corta su sostenido crecimiento explosivo y apenas se señala los incrementos mensuales.
De seguidas paso a citar algunos pronunciamientos del BCV., tomados de su Pág. Web:
“La decisión de adoptar la nueva base 2007 para los IPC de Caracas y Maracaibo obedece en buena medida, a que 2007 será también la base del nuevo Sistema de Cuentas Nacionales, iniciativa que se enmarca en el desarrollo, a partir del presente año 2008 del Programa de Actualización de las Estimaciones Macroeconómicas II (Pracem). Hay que tener en cuenta que el año base se modifica para mantener la calidad y representatividad de los indicadores, en razón de los cambios estructurales de la economía.”. Banco Central de Venezuela.

“Entre los cambios que se incorporan a los índices de precios al consumidor que elabora el BCV está la adopción del año base 2007, en sustitución del año 1997. Se actualizó la composición y la estructura de ponderaciones de la canasta de bienes y servicios que se utiliza para hacer el seguimiento de los precios, a los fines de reflejar mejor los patrones de consumo del venezolano estimados mediante la III ENPF. En este sentido, se aumentó de 287 a 351 el número de bienes y servicios cuyos precios son objeto de seguimiento en Caracas (que representa 93% del gasto de consumo que realizan los hogares caraqueños); en Maracaibo el número de rubros se aumentó de 287 a 343 (lo que representa un 92% del gasto de consumo que realizan los hogares marabinos).”. Misma fuente.

“¿Qué es el Índice de Precios al Consumidor?

El Índice de Precios al Consumidor (IPC) es un indicador estadístico que mide el cambio promedio en los precios de una canasta de bienes y servicios representativos del consumo familiar de los habitantes de una determinada localidad, región o país.”. Misma fuente.

• Usos del Índice de Precios al Consumidor

El IPC es el indicador utilizado en el análisis de la inflación. Debido a sus
características de oportunidad y calidad, es considerado el indicador que más satisfactoriamente se aproxima a la estimación del fenómeno inflacionario, en comparación con otros indicadores similares.

Una aplicación frecuente del IPC es su utilización para la estimación de los salarios reales o del ingreso real de los hogares y de la población. Igualmente, es utilizado para estimar valores reales de algunos componentes de las cuentas nacionales, la actualización de valores o indexación de montos monetarios, salarios, contratos, etc.

• ¿Por qué el Banco Central de Venezuela calcula el Índice de Precios al
Consumidor? “.

La misión del Banco Central de Venezuela está orientada a la creación y el
mantenimiento de condiciones monetarias, crediticias y cambiarias favorables a la estabilidad de la moneda, al equilibrio económico y al desarrollo ordenado de la economía.

Es importante destacar que para facilitar esta exigente misión, el Banco Central de Venezuela, por disposición expresa de la Ley que lo rige, debe disponer de estadísticas periódicas altamente confiables que faciliten el diseño y programación de las políticas monetaria y cambiaria, así como el seguimiento de las variables macroeconómicas que son influenciadas por tales políticas.”
Misma fuente.

De entrada, como la carestía depende de precios y salarios, resulta curioso que el BCV no haga seguimientos a los salarios tal y como tan exhaustiva y sostenidamente lo hace con los alarmantes precios de cada día.

En esas definiciones, aplicaciones y cálculos de los índices de precios al consumidor (IPC), observamos toda una estrategia más sofista que científica. No dicen la verdad puesto que los IPC no buscan tener una idea matemática de cómo se mueven realmente los precios, sino más bien con ellos se busca suavizar y minimizarles su crecimiento verdadero.

Con el cálculo e imposición del IPC del año 2007 se borró toda la evolución porcentual sufrida por los precios desde el año 1997, es decir durante la mayor parte del la presente Administración gubernamental.

Una ligera comparación de los índices ofrecidos por esa misma Pág. Web nos dice que los precios subieron 753% = IPC del periodo año 1997 - 2007 (año base: 1997. Es decir, los precios en Venezuela de los rubros más llenadores de la cesta básica más que se septuplicaron. Los salarios por su parte apenas subieron 1,89 veces, es decir, se incrementaron 189%, según listas oficiales de las Universidades del país, a manera de ejemplo.

Desde luego, la inflación ha seguido indetenible en un país más politizado que artesanalizado, más parlanchín que trabajador y más rentista que productivo. Además, observamos que ahora los industriales de la producción y del comercio no hacen incrementos aritméticos en la suba de sus precios. Sólo manejan y aplican incrementos porcentuales, 5%, 10% o más %. Esto evidencia y refuerza que los precios suben en progresión geométrica.

Por eso el BCV considera que debe ajustar periódicamente el IPC, y desde enero de 2009 comenzar a reflejar sólo los incrementos mensuales de precios respecto al nuevo año base, es decir, en base al año 2008.

Como se puede verificar, estos IPC sólo buscar disfrazar y negar los verdaderos y incrementos explosivos de precios, el crecimiento en progresión geométrica sufrido por los precios, y silenciar unos salarios que apenas crecen según una sencilla y baja razón aritmética.

Los precios tomados por nosotros como ejemplo se multiplicaron por 2 cada 3 años, al pasar del año 1999 al 2007 del 100 a 753, y para los mismos intervalos los salarios sumaron sólo 0,63 % al pasar de 100 a 189.

Entonces podemos concluir en que efectivamente estamos en presencia de un crecimiento geométrico para los precios, y un crecimiento aritmético para los salarios, lo cual nos permite vislumbrar una hambruna venidera para la clase trabajadora venezolana, y cuyas medidas neomaltusianas no nos arriesgamos a señalar para evitar falsas recomendaciones.