miércoles, 23 de septiembre de 2009




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Débese tener claro que cualquier ganancia tomada por los patronos burgueses en los centros de asalariados podría esfumarse sin la presencia activa, eficiente y eficaz del comercio y las finanzas.
Es que en el modo de producción capitalista, el denominado “sector mercantil” conformado por los subsectores del comercio y las actividades financieras actúan complementariamente y de consuno con el “sector productivo”.
La importancia de aquellas dos actividades, extraproductivas en sí mismas, es decir, incapaces para agregar valor alguno, es tan relevante para el industrial productor que no sólo le garantizan a este la concreción del plusvalor depositado en la mercancía que sale de las fábricas, sino también la mayor o menor cantidad dineraria que termine desembocando en sus insaciables bolsillos.
No obstante, decir comerciante o banquero ha sido poco menos que decir “ladrones”, desalmados, usureros, agiotistas, especuladores, mala gente, hambreadores, y pare de contar en materia de epítetos cargados de indebida y pesada peyoratividad. Por cierto, la Biblia desde el texto mismo del Nuevo Testamento no los presenta de color de rosa. El pasaje de Jesús sacando a punta de azotes a los mercaderes cambistas y comerciantes varios nos habla de las posibles aberraciones y demás actividades mercantiles aisladamente consideradas o al margen de la producción de mercancías.
Es de perogrullo que el aporte del comercio consiste en servir de intermediario entre la fábrica y el consumidor que obviamente se halla lejos de aquella, atomísticamente desparramado en tiempo y espacio a lo largo y ancho del territorio nacional y/o internacional.

Las pujas entre comerciantes y su clientela, la competencia entre mercaderes, entre banqueros y entre todos ellos y los fabricantes, cumplen la función de equilibradores entre la oferta y la demanda efectivas. Las ganancias comerciales y financieras excesivas pueden reducir la oferta, y viceversa. Un comercio fluido acelera la circulación de las mercancías y con ello el reciclaje del capital. Este efecto desencadena una mayor tasa de ganancia anual, nuevos estímulos sobre la producción y paradójicamente una posible baratura del precio de compra que podría satisfacer la plantilla de intermediarios.
Las permanentes exigencias salariales suelen girar alrededor el nivel de precios que rija tanto para el consumidor intermedio como para el c. final, por lo que el sector mercantil termina retroalimentando la data para una mejor toma de decisiones en materia de adaptación y de productividad que debe asumir el sector fabril.
De resultas, a través de la circulación la actividad mercantil funge de principal distribuidor final de la riqueza creada en los centros productivos.
Decimos, pues, que la importancia que caracteriza a los comerciantes y banqueros es de tal magnitud que han terminado arrogándose la autoría como fuente de la ganancia capitalista. Han contribuido así al ocultamiento de la verdadera fuente del valor, del plusvalor y de la correspondiente ganancia salarial, con todo lo cual el intríngulis, los análisis y el conocimiento certero de cómo, con cuánto y dónde se explota al trabajador en este sistema burgués, sigue esperando su mejor y definitiva interpretación.