sábado, 31 de marzo de 2012


El Carácter Complementario de los Trabajadores Entre Sí (1)

Paguemos a cada trabajador según su trabajo mancomunado, y no según su trabajo.

Manuel C. Martínez M.

29/03/2012 20:42:37

"Se podría imaginar que si el valor de una mercancía lo determina la cantidad de trabajo invertida durante su producción, cuanto más perezoso e inhábil es un hombre, más valor tiene su mercancía, puesto que emplea más tiempo en sus fabricación. Pero el trabajo que forma la sustancia del valor es trabajo igual e indistinto, una inversión de la misma fuerza. La fuerza de trabajo de la sociedad toda, que se manifiesta en el conjunto de los valores, sólo cuenta, pues, como fuerza única, aunque se componga de innumerables fuerzas individuales. Cada fuerza de trabajo individual es igual a cualquier otra, en la medida en que posee el carácter de una fuerza social promedio y funciona como tal, es decir, que en la producción de una mercancía sólo emplea el tiempo de trabajo necesario, o socialmente necesario. El tiempo socialmente necesario para la producción de las mercancías es el que exige todo trabajo, ejecutado con en grado medio de habilidad" Tomado de:


De entrada:

El Principio socialista de distribución debe revisarse por representar un perverso atavismo burgués que mantiene dividido en la base al proletariado. No puede ganarse una conciencia social proletaria uniforme con unos trabajadores mejor remunerados que otros. Esto es difícil de digerir, pero así suelen ser los mejores remedios para los grandes males.



La cita del epígrafe se halla en Carlos Marx (El Capital, Libro I, Cap. I.I-Cartago). Su contenido es uno los fundamentos más importantes de las relaciones de producción burguesas, y un poderoso pivote aportado por Marx para desjustificar que unos asalariados ganen menos que otros, un atavismo que ha pasado a todos los ensayos "socialistas", a pesar de que, curiosamente(?) , toda la obra de este científico versa sobre el trabajo social, no sólo en la fábrica, puertas adentro, sino en todas las empresas pertenecientes a una ciudad, a un estado, a una nación y, si a ver vamos, a todas las empresas burguesas del mundo.

Marx escribe, se apoya y acude al hombre en sociedad que se halla fuera de la fábrica para que este se dé cuenta de que esa mancomunión practicada en su casa, en sitios de recreo, de convivencia entre vecinos y amistades, es decir, fuera de la fábrica, sigue rigiendo dentro de esta. Y, a propósito, es bueno sobrentender que en la cita se está precisando el valor promedio correspondiente a la mezcla de fuerzas de trabajo simples y complejas (II) que necesariamente opera en cada fábrica, en primer lugar, una mezcla que será determinante a los efectos intercambiaros mercantiles, en el mercado.

Así, una cosa es que una mercancía A insuma más valor por ser el resultado de mano de obra más compleja, término medio, y otra, que a los trabajadores de una misma fábrica deba reconocérseles salarios según su trabajo en particular, según su mayor o menor simpleza o complejidad cualitativa. No, en la empresa, puertas dentro, la mezcla de labores desde el mejor especialista hasta el de menor preparación técnica, deben entrar como partes laborales concomitantes e inevitablemente complementarias, de la misma manera que los trabajadores de la misma especialidad entran fusionados estadísticamente, a pesar de ser unos más productivos o perezosos que otros. En cada fábrica, su mano de obra actúa como una fuerza in sólidum, y así, término medio, se reparte el capital de la paga salarial o variable correspondiente.

Por esa razón, las diferencias en los grados de complejidad laboral no vienen al caso, salvo para la determinación de los rendimientos. Los trabajadores de cada tipo de empresa deben ganar salarios iguales, independientemente del tipo de trabajo realizado por cada uno de ellos, para una jornada y disciplina constantes. Hasta el mejor cirujano pierde argumentos para recibir una mejor paga en el quirófano que el de la enfermera del equipo o el de sus colegas con menores grados de especialización. Este es el punto: Ninguno de estos cirujanos y paramédicos podría ejercer bien su trabajo de equipo sin el resto del equipo, así de sencillo.

Las diferencias en razón de mayor preparación o complejidad laboral sólo se respetarían en los tipos de labores que jerárquicamente competan en atención a las fases involucradas en el proceso de producción. Serían distinciones honoríficas que formarán parte del trabajo de cada miembro del equipo. Habrá directores, asesores, Ingenieros varios, obreros raso, aseadores, etc, pero ninguno de ellos podrá sentirse alienado ni infatuado ni desmejorado o mejorado social y económicamente.

Entonces, la diferencia en la calidad o complejidad entre las labores propias de cada empresa queda reservada al mercado donde obviamente habrá mercancías de mayor precio que otras por ser de mejor calidad y exigencia de mano de obra, no ya en cantidad, sino en calidad. Los estímulos para que unas personas estudien más que otros quedará explicado por las naturales vocaciones, y porque las empresas necesitan de esos diferentes especialistas, y de allí que no todos puedan quedarse en cero complejidad, ni todos pueden ser especialistas de levad formación. La sociedad necesita el concurso de los diferentes especialistas, pero eso no es licencia abierta para sembrar las divisiones oprobiosas salariales que hasta ahora reinan. Al respecto, Marx señala:

"…se advierte, a simple vista, que en nuestra sociedad capitalista, según la orientación variable de la demanda de trabajo, determinada porción de trabajo humano debe ofrecerse, ora en forma de una oficio o profesión A, ora en B, en C, D, etc. Sean cuales fueran las fricciones provocadas por tales mutaciones de forma del trabajo, estas tienen que producirse.".
Véase: Carlos Marx, El Capital, L1, Cap. I. II

En corroboración a estas deducciones y recomendaciones en la literatura económica marxista y no marxista se trata el tema de los bienes complementarios (III), aunque estos no son calificados como es debido. Cuando Marx llama a la "unión de los proletarios del mundo" lo hace precisamente sobre esa base social del trabajo mancomunado, del proletariado actuando como una sola fuerza de trabajo en funciones productivas. Si eso es así, la paga de salarios sobre el anticientífico principio de "a cada quien según su trabajo" debe revisarse urgente y definitivamente, en lo que respecta a los trabajadores de cada empresa en particular.

Habrá quien objete de la manera siguiente: Como se prevé salarios superiores para los trabajadores de la empresa productora de mercancías más exigentes en la complejidad del trabajo de sus trabajadores, los especialistas afines de la empresa cuyo valor medio sea menor se hallarían disconformes o subpagados. En estos casos, sólo podemos anticipar que, la idea macroeconómica es que todos los trabajos especializados en diferentes mercancías no tiene porqué ser unos mejor pagados que otros.

Ciertamente, el trabajo aislado, mecanicistamente entendido cual piñones de un reloj cualquiera, no tiene cabida por ahora ni lo ha tenido jamás. Cuando se afirma que "el trabajo hizo al hombre", por alguna razón desconocida se omitió calificarlo como trabajo social, puesto que tampoco ni siquiera el hombre más remoto pudo hacerlo a solas; para esa imposibilidad rige la quimera de Robinson Crusoe., anticientífica y novelesca por todos sus costados. Veamos estas definiciones:

"El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura y como el trabajo útil sólo es posible dentro de la sociedad y a través de ella, todos los miembros de la sociedad tienen igual derecho a percibir el fruto íntegro del trabajo" Carlos Marx, Cartas Marginales al Programa del partido Obrero Alemán.

Es que ni siquiera esa comparación de los piñones engranados se corresponde en una realidad donde nada, absolutamente nada, se halla separado y sin conexión del resto de las más cosa conocidas y por conocer. Marx, usa el método del trabajo social o del conjunto que más adelante dio en llamársele trabajo holístico, más trascendente aun ya que recoge al proletariado del mundo.



[II] Por trabajo simple y complejo se entiende, respectivamente, trabajos realizados por personas con menor formación técnica que otras, desde    el operario con menos esfuerzo en su formación hasta el más acabado que concurra en las plantillas laborales de la empresa de cualesquiera mercancías.
 
Con esta observación queremos despejar una de las más importantes confusiones e injusticias que viene practicando el sistema capitalista, pero que se agrava cuando los teóricos posmarxistas, Lenin entre ellos, y los académicos soviético rusos y de otros países en la actualidad, han extendido semejante confusión al modo precomunista o socialismo.

Efectivamente, una cosa es que las labores y el valor de la fuerza de trabajo promedia invertida en la elaboración de la mercancía A insuma más trabajos complejos que la empleada en otras de menor exigencia técnica o superior. Y otra cosa es pagar salarios diferentes dentro de la fábrica porque así lo digan las credenciales o el currículum de cada trabajador. Esto último es pagar según un trabajo abstracto, y no según el trabajo concreto prestado sólo en mancomunión laboral cuando actúa el equipo completo.

 [III] La complementariedad a la que se refieren los ingenieros, contables y economistas poco científicos, es más o menos esta: 

Según Heinrich f. v. Stackelberg (Principios de Teoría Económica), “La productividad marginal del trabajo sobre una extensión fija de tierra disminuye a partir de cierto límite a medida que aumenta el trabajo empleado” .Y sigue: “La certidumbre de esta ley resulta, por fuerza, de la experiencia común. Si no rigiese, doblando la aportación de trabajo se duplicaría el producto por hectárea, y cuadruplicando la aportación de trabajo se cuadruplicaría el producto. El resultado sería absurdo, pues concentrando sobre una sola hectárea todo el trabajo que en el mundo se dedica a la Agricultura, se conseguiría una cosecha igual a la producción mundial”.
 
    Aquí mismo podemos dilucidar la falsedad interesada de estas supuestas leyes. Obsérvese que, cual modelo notable y matemático, Stackelberg y su pléyade de seguidores (José Castañeda, entre muchísimos desparramados sobre la Tierra, con tanta abundancia como las mercancías de las transnacionales a las cuales apologizan) reconocen que el proceso de trabajo es una inevitable y común interacción combinatoria e intercomplementarísima ya que “Sólo la combinación de diversos medios productivos permite obtener el bien trigo”. Ibídem.
  
Como eso es así, se ve obligado a congelar cada uno por separado de esos medios, la tierra, los trabajadores, la semilla, etc, mientras estudia, mide y... ¡milagro!: descubre el rendimiento decreciente (en el argot ingenieril, o productividad en el económico) del  medio   que siga  moviéndose mientras el resto (céteris páribus) permanezca  constante. Un rendimiento marginal decreciente, sí, pero sólo en razón de la falta de armonía en recursos necesariamente complementarios, para  los diferentes insumos de medios y mano de obra que lleva consigo todo proceso de producción.
 
En su inconsistente modelo, el rendimiento se ve forzado a decaer irremisible, contable e ingenierilmente. ¡Vaya leyes!, ¡vaya estudios!, ¡vaya cálculo estadisticomatemático! para un paquete  productivo  que jamás podrá moverse sin el concurso y la concomitancia de determinados medios que por fuerza deben estar todos allí, moviéndose todos, comprados y reunidos allí,   en la fábrica, para que pueda elaborarse cualquier tipo de mercancía por simple que sea   su más íntima  composición fisicoquímica.
 
 Esta demostración de decrecimiento en la productividad de medios complementarios, si se detiene o desbalancea la combinación de los factores de la producción, es usada por la Contabilidad e Ingeniería burguesas para justificar su famosa teoría de la utilidad marginal decreciente, y, lo grave del asunto, de paso esconden el hecho de que ningún trabajador puede rendir suficientemente en una empresa de varios, desde el trabajo simple hasta el complejo, si el equipo laboral no se mantiene completo y a gusto por partes iguales.
 
Por supuesto, con salarios diferentes reconocidos en función de la calidad personal y aislada de cada trabajador, es virtualmente imposible que los trabajadores lo den todo, a sabiendas que sus colaboración mejoraría la productividad de los mejor pagados mientras él se mantiene marginado dentro de su propia empresa. Ahora bien, la complementariedad de los bienes y recursos de la empresa pone en evidencia que si falla el fósforo, el cigarrillo no sirve para nada, si falla la enfermera, el médico queda virtual y realmente anulado, cosas así.













lunes, 26 de marzo de 2012

Alzheimer para Bien o p. Mal. Primera fase I

Datos de un hombre que lo ha tenido todo sin tener nada al mismo tiempo.

Manuel C. Martínez M.

26/03/2012 9:35:27

Ayer estuve llorando durante muchos segundos. Recordé a mi querida Tía Ce (II), mi esmerada, abnegada y eficiente tía, madrastra y madre al mismo tiempo (III). Sigo endeudado con ella, sus acreencias sobre mí son verdaderamente impagables. Ella me crio desde mis 4 o 5 añitos, aprox. Cuando se casó, me llevó a vivir como hijo putativo con su esposo, mi tío, Sr. Hache Hache quien en lo adelante fungió como docente para mí, y en tal sentido gocé del privilgio mantuano de tener instructor privado...; lo hizo como "maestro de obras" de albañilería-construía modernas casas de adobes fabricados( IV) in situ, con techos de caña brava y vigas de madera desnuda. Yo presencié todo ese proceso, y como oficio colmó parte indeleble de mis primeras impresiones laborales. Fue en esa casa, nunca terminada-sólo la incementó en el baño, la cocina y el inmediato comedor; el resto era de tierra, olorosa y compacta.


 "Las casas de los herreros suelen tener azadón de palo." Con su grato y aromático solar que me sirvió de parque infantil exclusivo para mí solito, con su porche y jardín de frijoles, estos, visitados por bellos pequeños y saltarines insectos agrillados, siempre vestidos de medio luto. Allí, con mi Tía Ce, me enfamiliaricé también con las aves de corral, con el limpísimo"gallito" Santo Domingo y su única antigénere, y por lo cual no pudo practicar su natural poligamia.

También de mi tío tomé mis primeras lecciones de ingesta etílica: Tomaba ron con nombre sagrado, y supe de sus embriagantes vapores. En un frasco de salsa de tomate depositaba agua, papelón y corteza de limón hecho en casa. Lo refrescaba con barro y a la sombra. No recuerdo haberme embriagado, y menos aun cuando probé las calientes sobras de la cerveza capitalina servida en estiradas jarras y botellas ambarinas. ¡Qué amargo resultaban esos tragos! Nunca entendía cómo los adultos podían beber en semejantes fuentes.

Bien, Mi Tía siguió alimentándonos a todos, porque todos fuimos sus hijos. Luego de su prematuro divorcio, regresó a la casa natal, la de mi amada abuela Ge, cuya crianza, a su vez, corrió a cargo de mi Tatarabuela Pe-las personas más adultas y con alimentación descuidada de la época eran las presas favoritas de la tuberculosis pulmonar, un flagelo histórico cuya vacuna vendría décadas después. "Mi" barbero, un pariente de segundo o tercer grado, también sufrió de toses bajitas y recurrentes. Me afeitaba en su silla de madera en aquel salón adornado con barrocas caramas de venados, muy en boga para entonces. Recuerdo su tos por las repetidas pausas que se tomaba.

A ojos vistas y de manera ejemplar, Mi Abuela adoró a mi tatarabuela . Con alta frecuencia íbamos al Cementerio Municipal del Oeste de la ciudad; lo hacíamos en alegre caminata porque yo ignoraba el pesar que a ella le acompañaba ( V ). Yo era su compañero favorito, su primer nietecito, cosas así. En fin, que Mi Tía dio cuenta y crianza de todos nosotros. Fue una "burrita" para trabajar en todo: en artesanías del hogar, en artes culinarias a la sombra de su pulimentada cocina-guardo todavía, cual piedras preciosas, las de machacar carnes y condimentos en aquella piedra que fungía de matraz, colocada siempre a cielo abierto detrás de la cocina para que los desperdicios de las salpicaduras estuvieran al alcance de las canoras y alborozadas gallinas jabadas y pirocas que eran sus favoritas. La cocina era primero con leña de olorosos y lacrimosos cujíes que yo estibaba cuidadosamente y por mi cuenta, luego de recibir mis primeras lecciones. Eran tareas que me divertían tanto como si jugando estuviera: siempre las tomé muy en serio. Estiba y desestibaba, la derrumbaba y rearmaba, y así hasta que yo mismo me daba mi visto bueno.

Mi tía nos socorrió financieramente, y para entonces jamás conocí la figura de los prestamistas extraños a quienes después tantas veces molesté sin mayores trámites, armado como estaba con el poderoso aval de mi Abuela. Bastaba identificarme con nombre y apellido para que me abrieran-púber incipiente aún-mis débitos y haberes. Para entonces no se usaban las vergonzosas y humillantes letras de cambio, bastaba el compromiso del "debo y pagaré", todo de boca, todo en confianza. Esas vulgares y maleducadas condiciones mercantiles vinieron después para quebrantar amistades que se habían forjado durante varias generaciones.

Una vez-yo servía de mensajero, todo un utility de eficiente y eficaz conducta, al punto de que jamás permití que Mi Abuela fuera a bodega alguna, salvo al Mercado libre que empezaba a operar los domingos desde bien tempranito y donde con ese mismo aval de abolengo trabajé contratado para "milagrosamente" y con la mayor brevedad convertir un saco de azúcar en 100 paqueticos de 1 kg bien pesados de Bs. 1,00 c/u y subsidiados desde entonces. Mi jornada se llevaba una hora, más  o menos, a cambio de Bs 5,00 en moneda de plata, en 1 "fuerte" de los de entonces.

Una vez, recuerdo, de regreso de la prestamista de mayor confianza, amiga, compañera de trabajo y de infancia de mi Abuela, le traje la inaudita noticia de que la señora Jota, por conseja de su hijo, ya avanzado como estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela, "sucursal" de Valencia", sólo debía prestar contra soportes jurídicos, con letras de cambio. Como yo sabía ya leer y entender perfectamente las encomiendas de parte y parte, le transmití fielmente lo que me encomendaron: _. Manuelito, dígale a su abuela Ge que debe firmar estos papeles, "aquí, mire, aquí", que con mucha vergüenza se lo pido, pero eso me aconseja mi hijo (futuro Abogado de la familia, y nuevo contrario para las familias de sus vecinos). Hasta ese día duró la amistad entre aquellas amigas quienes vieron desechos en segundos tantos años de convivencia, de vivencias, de amistad. Mi Abuela me encomendó que le regresara todo,todo  su dinero y todas sus desconfiadas letras desprovistas de firmas.


 Desde entonces,  la acompañé muchas veces al Centro, a la Pastora, casa de la señora I  Ge (?), si mal no recuerdo. Allí había muchos muebles que me impresionaron sobremanera y para toda la vida, esta que que llevo elaborando hasta ahora: un piano muy negrito que jamás había visto, un piano de cola y una hacendosa mujer, hija o nuera de la prestamista, que siempre se hallaba muy mojada y salpicada frente a una batea con cerros de ropa para su numerosa prole. Su esposo era "joyero", y ahora deduzco que era su hijo o su yerno.

 En casa de otra prestamista conocí la vajilla de porcelana blanquiazulada y el mantel de alemánico azul que desde entonces también los hice mis favoritos. Y en casa de otra prestamista di mi primera manifestación de cleptomanía inducida. Es injusto llamarme pícaro o ladronzuelo.

Este fue el caso: Los relojes de pulsera con su embrujador tic tac llamaron poderosamente mi atención. En casa de esta prestamista me dejaron en la antesala mientras Mi Abuela realizaba sus transacciones lejos de mí para que yo no conociera de esos detalles financieros. Estaba muy niño y en Venezuela se seguía la griega costumbre de no permitir a los niños oír conversaciones de adultos. Hoy, no sólo se irrespeta esa importante costumbre, sino que los adultos vociferan delante de sus hijos y con todo su heredado y reciclado acervo de insolencias y vulgaridades. Pareciera que los desprecian.

Y en la mesita de centro apareció un fulgante relojito; era de mujer, pero igualmente daba la hora y cantaba su tic tac. No pude contenerme ni lo pensé 2 veces, lo hurté y llevé a casa. Desde el momento en que ese "embrujador"  reloj entró en mi bolsillo, una ambivalente sensación de gozo y miedo me embargó. No tuve paz hasta que fue rota la expectación que sufrí desde el solar de mi casa desde donde y en línea muy recta y durnate una media hora acumulaba aquella estresante espera: Con miedo y vergúenza desatadas, vi la figura en la puerta,  y sin haberla connocido supe que era la dueña, la víctima de mi travesura. _. ¿Dónde  está el roloj, Manuelito?, me preguntó mi abuela, no menos avergonzada y cargada con su enorme pena ajena. Sufrí por primera vez una paliza con tiernas y apuñadas ramas de Pata de ratón recibida por mis piernas que enrojecían e inflamaban al menor tropiezo. Como muestra de ello, debo señalar que mis labios siempre lucían como acabaditos de pintar con fuerte carmesí femenino, al punto de que a mi mamá Ge le preguntaban porqué me pintaba si yo era varoncito. Ella me sugería que apretara los labios para salir de dudas.

Mi tía me enseñó cómo ir a la bodega, cómo comprar con la lista del caso. Aprendí sobre la manipulación de los números del comercio; hacía trucos contables para cobrarme mis diligencias en el abasto donde llevábamos crédito, como todos los pobres que trabajan primero y cobran después. Quitan de fiado la comida y le acreditan al patrono toda su fuerza de trabajo, 100% y durante toda la impuesta jornada. Me habían enseñado a leer, y en consecuencia me había tropezado con las atrayentes y coloreadas e irresistibles historietas y "suplementos de los periódicos dominicales" que yo buscaba a 1,5 Km, + o -, lecturas, todas comprables, todas hechas mercancías. Mi Abuela y Mi Tía sabían de estas insatisfacciones mías, por eso siempre dejaban una arca abierta. Yo creía que no se darían cuenta, que olvidaban donde ponían y guardaban sus pequeños ahorros en efectivo. No recuerdo haber visto billetes en mi casa, más bien monedas de calderilla.
Nunca me lo hicieron ver, salvo aquella vez de "baúl" de madera que también se mantenía libre de desconfianza.

El bodeguero de la esquina suroeste, diligente e industrioso y próspero señor Ele  B,. manejaba dos tipos de contabilidad: La de los "palotes" y la arábiga de reciente improvisación, y por partida doble. El estilizado 5, construido con veloces rasgos de zeta lo tomé de él. De su bodega y expendio de licor por las tardes, también tomé los ejemplos de sus consumidores. Supe del contenido y cantidad de una botella: 24 onzas exactas.

Ya sabía sacar cuentas, las aprendíamos casa de mi Maestra Crucita Román, durante el intervalo de 3-7 años. Era una diligente maestra multiatareada y acertada en su vocación que nos enseñaba desde la o, por lo redondo, hasta los números quebrados o fraccionarios para quienes habían avanzado con ella hasta el cuarto grado de entonces. El alumno que recuerdo más avanzado fue  Ere, siempre arreglado, vestidito de limpio y muy bien calzadito. De él tomé sin su permiso mis primeras lecciones en vestimenta y afines.

Mi maestra había formado a mi Tía Ce y a mi madre Ge de quiera era su madrina. Llevar y traer personalmente nuestra sillita de bejucos y duraderos maderos formaba parte de nuestros "ejercicios" matutinos. Con semejante y denso prescolar entrábamos a la Primaria. Cuando mi Tía me llevó a su casa me inscribió directamente en mi Primer grado, sólo para niños, en escuela graduada, la regentada por las Hermanitas B. Se la pasaban de luto, no recuerdo haberlas visto vestidas de otro color. Este pionerísimo centro de estudios, luego de varias décadas, terminó como un vulgar "patio de bolas", de las antihigiénicas "bolas criollas", típico deporte favorito venezolano e importado de Europa, aunque desmejorado en materia sanitaria, y favorito de borrachos y vividores del juego. En ellos ha recibido una densa y colateral enseñanza la niñez y juventud venezolanas en casi todo su territorio nacional, sin que ningún Estado ni gobernante hayan prohibido ni regulado eficazmente la permanencia de menores en ellos, de los hijos de los "deportistas", en semejantes centros de divertimento muy poco edificantes para la sociedad de ninguna parte.
Estos recuerdos prealzheimerianos continuarán, ¡van a continuar!

Sobre Crucita Román he escrito y hoy hay una microbiografía suya alegremente guindada en el cielo y custodiada por Internet.

I
http://www.sadelas-sadelas.blogspot.com marmac@cantv.net

II Su nombre traduce "el poema", la canción". Eso lo descubrí cuando aprendí latín en mi bachillerato saliente, liceo dionde me inscribí con mis pasos contados, luego de que mi amigo de segunda infancia, de adolescencia y de primera juventud y parcialmente de mi adultez, Erre Jota, rechazó la encomienda de mi mamá Ge que me había inscrito en un semiliceo de elementales enseñanazas economicistas, el de comercio. Erre me dijo con énfasis convincente: Manuel, estudia para doctor, y para ello debes graduarte de bachiller , allí en el Liceo pedro Gual sito en el corazón mismo de ciudad. a más de 2 Km de distancia.

 Para entonces, el nombre e Mi Tía tomó para mí otra interesante dimensión de afecto y admiración. Me enorgullecía saber que así ella se llamaba y lo representaba. A partir de entonces todas las Ces quedaron enfáticamente asociadas a mi Tía Ce, tía y Madre verdadera. Por cierto, nunca la reconocimos abiertamente como tal, los honores maternales los monopolizó mi madre de sangre, quien, a su manera y por razones genéticas, de tales rasgos tuvo notorias carencias, en particular hacia mi semihermana   Ene y h. mí, quienes, como primero y segundo hijos compartimos esa orfandad que, en mi c aso y no de Ene, fue también de padre. A este lo conocí más adelante cuando yo ya daba cuenta de mis propias necesidades en esa escala de niñez y para el resto de mi vida. Gocé de mucha libertad fuera de la casa hacia donde me lanzaba en búsqueda de "trabajo" para empezar a cubrir mis propios gustos con mi propio fiananciamiento.Nunca pude salir a la esquina sita a 50 m de la casa sin tan siquiera "una locha" ya trabajada por mí mismo en mi bolsillo. Él fue llamado para rescatarme de los malos hábitos que andan libres en neustras calles de siempre.
   Él Me inscribió en Segundo grado, año 1948, Grupo Escolar Simón Rodríguez, Venezuela, Valencia, Municipo Candelaria, de amplias comodidades con envidiable, atractivo y rico parque de recreo. Estaba dotado de costosos artefactos deportivos: columpios, tovogán, barras, ruedas giratorias de acero y petrificados maderos, todo bajo la protección de aquellos samanes, siempre obsequisos con su flora salpicante, sus vainas cargadas de semillas castañas, con perfumes e impresionantes colores. Para ese entonces, el Dique de Guataparo abría periódicamente sus gratuitas aguas para el regadío de aquella periferia rural que acunaba la Valencia preindustrial y apacible. Luego supe que esas algas eran el semillero de  antibióticos aertificales que nos vendería después la faramcopea Treansnacional o capitalista, gacias a los hallzgos sintéticos del investigdor Alexander Fleming.

.Para un grupo de compañeritos de escuela, Los Canales_ así los bautizamos-,eran le escenario de nuestra piscinada, nuestra diaria competencia en aras de conquistar primero el rompimiento-chuzo o clavado- de la tupida capa algosa que cubría aquellas frescas, movientes y limpias aguas, apenas turbias y cargadas de humus en invierno.


Cmo ya era fumador, antes de emprender neustro viaje a la "piscina"   comprba me abstecía e cigarilos antihigiñénicos que eran vendidos a granel, servidos por la desaseaa  manos del quiosquero de aquella calle Arvelo, cruce c/ prolongación de la llamada para entonces: Avenida Constitución, hoy Las Ferias.. Era un gusto muy exclusivo de mí frente al resto de mis compañeritos. Tomé el vicio por imitación de los adultos vivos y virtuales , prncincipalmente, de los galanes de cine importado. Este vucio mercanti lo reforcé en mi bachillerato. Cuando aprendía Biologçía e higiene de los aparatos orgánicos leí en la bibliografía correspondeinte: "La ingwesta de tabaco, en iuna dosis de 4-6 cigarrilos, estimula la inteligencia. Este libro de texto no lo he visto mçás ni siqueira en las numerosas libre´rias de viejo o cghiveras ue tanto he visitado y de donde he podio enriquecer mi coiosa y valaioda biblioteca. (Borador, estas aprtes se corregirán despúes.) Otra digresió. Estas retomas d eveivencias son tan impsionates par mí como si ahora stiviera protagoniandolas en viotioenmpoo real. A tal punto, de que he empezado a no saber correctamente si envejecemos o hacemos otra cosa (borrador...)

Allí y así me hice de muchos amigos para quienes siempre fui y lo sigo siendo, Eme Molina, no obstante haberme hecho concocer a mí mismo, 6 años después, como Manuel Clemente Martínez Molina. Así lo hice cuando, luego de revisar mi partida de nacimiento, un requisito sine qua non para la inscripción en Secuandaria, observé en ella aquella "nota marginal", según la cual yo era una persona, un hijo, "reconocido", como tal por Fulano de Tal, ¡ilegítimo, pero reconocido!, ¡vaya, qué dstinción civil!, tán emocionante, infatuante y no menos alienante.
Mi ABUELA, así en altas para diferenciarla de la paterna, me deleitaba con sus añorados recuerdos, cuando de niña  paseaba por  aquellos jardines pintados con  fresas colgadas en las enramadas de porches, vestíbulos  y frontales de las casa de su  barrio, el mismo donde viví los más sensacionales momentos de mi vida acumulada hasta ahora.

La escuela primaria, fuera de mi escuelita, la de Crucita Román,    nunca fue de mi agrado, y rompí con ella motu proprio sin que nadie me lo impidiera, luego la retomé por mi cuenta en el Grupo Escolar República del Peru, misma ciudad, misma parroquia, más cerca de la casa, y donde luego de repetir el 4to. grado empecé a interesarme por lo que estaba aprendiendo "entre rejas". A lo largo de mi carrera estudiantil, de aprendiaje sistemático, quiero decir, repetí también mi segundo grado debido a las frecuentes mudanzas de mi vida infantil,. Estimo en 7 las distintas casas donde viví por cortos años en suma, siempre en la misma parroquia, luego de haber nacido en La Pastora,  en La Maternidad, donde  asistían gratis a las madres  de bajos recursos, y a las de no tan bajos por igual.


A mi padre  Erre, luego de enterarme de su  "generosidad" y responsabilidad civil por aquel reconocimiento,  no sólo le serví de auxilio económico, sin yo disponer suficientemente para mí mismo, sino que, como herencia póstuma, me dejó dos de mis semihernanas paternas. Ellas, ingenuamente, me confesaron que nuestro padre de sangre común les había alertado para que, en caso de necesidades perentorias, acudieran a mí en el bien entendido de que con algo las auxiliaría, pero que de ningún modo me prestaran ningún favor doméstico, como mandados o afines, porque "ellas no eran sirvientas de nadie". Siempre me vio, más bien, como un recurso alimentario de sus deficientes coberturas económicas, en vida y posvida. Supe después que su familia dispuso de una situación económica holagada. Mi abuelo, Jota, era "carretero", tenía una pequeña flota de carros de mula y afines, y prestaba servicios al Madaero Municipal, en una época cuando el automotor norteño no había penetrado el mercado venezolano. El "mal de San Vito" sufridpo por mi abuela paterna consumió el capital   de su amante esposo,  y así la ruina de  la familia se se instaló sin miramiento alguno.

III Tiempo atrás, mi tintero de plumafuente se habría potenciado con mis excreciones lacrimales. Mis ojos siguen sobrehumedecidos. Esta observación sigue vigente.

IV Adobe: Mezcla informe de barro bruto, yerbas y pedruscos que se hallaban en la misma parcela donde se erigiría la casa en cuestión. El barro provenía de la tierra con la que se construiría los 4 o más m3 del pozo séptico o del "excusado", según el caso. Las yerbas procedían del desmonte de la misma parcela. Se les moldeaba en rústicos e improvisados cajones de 4 lados, sin tapas ni fondo. Luego de predisecados al sol, con suavidad casi afeminada, con ligeros movimientos se dejaban al descubi erto para su completo secado y templado. Listos para ser arrumados en arquitectónicas presentaciones que sigo observando en las aladrilladas paredes carentes de revoque e infatuadas con sus vivos lacres tomados de la Naturaleza.

V Mi querida abuela Ge nació y se formó con tanta fragilidad humana que, hasta donde recuerdo, lloró a mi Tía Ce durante todos los días, más allá de los "novenarios", más allá de los meses y funerales, más allá de los recordatorios y obituarios anuales. Ella pudo volver a la vida "normal" cuando, a manera de gracia divina, recibió el Alzheimer. Entonces volvió a reír con sus recuerdos más queridos, porque nunca, que yo supe, mencionó para nada los malos recuerdos que pudo archivar inconscientemente, pero que, al no al "refritarlos", fueron liberados de su excelente memoria para dar paso a nuevas informaciones, a sus bellos recuerdos de su juventud temprana. Y mire que recuerdo todas o casi todas sus anécdotas del trabajo, de su casa, casa que ayudé a construir arreglando aquí, reparando allá, pintando, entechando, cepillando puertas, desoxidando las cantoras bisagras, haciendo de plomero, de carpintero, de jardinero, de sembrador, de criador y hasta de un poquito de radiotécnico y electricista: cables rotos, cuerdas radiales dislocadas, cosas así. Conocí desfasadamente a sus más íntimas, queridas coadolescentes y amiguitas; yo la acompañaba como lazarillo a las puertas de esas casas de la vecindad que para ella seguían tan vivas como sus recuerdos, y como muertas lo estaban para mí. Luego de llamar y preguntar por ellas, se conformaba pensando que habían salido, que volveríamos después. Una desagradable desavenencia familiar me impidió asistir y acompañarla en los últimos momentos de su vida, ni asistí a su entierro; no supe de ella durante varios años, quizás los de mayor necesidad para ambos. Afortunadamente, el divinizado Alzheimer la protegió de tan ingratos momentos. Continuará.

sábado, 24 de marzo de 2012

El antónimo del Valor Agregado
Conozcamos el valor desagregado
Manuel C. Martínez M.
Autor: Manuel C. Martínez
Fecha de publicación: 21/03/11
1.-"Es necesario mantener presente que la igualdad entre las cantidades resultantes del cálculo monetario y del cálculo en términos de valor (y, potencialmente con las obtenidas del cálculo de plusvalía) es una igualdad empírica, no teórica: sucede que el valor agregado en "términos de valor" se vendió al valor agregado "en términos de dinero" (es decir, se vendió a ciertos precios). El problema, últimamente -y simplificando al máximo- se debe a que no hay un algoritmo o formula de validez general que transforme "unidades de valor" en "unidades monetarias", en otras palabras, que resuelva el llamado problema de la transformación . Se ha sugerido que el valor agregado constituye las bases de la ganancia, pero es posible concebir o incluso encontrar ejemplos en el cual el valor aumenta sin ganancia (se vende sin ganancia) o viceversa (se vende a ganancia sin crear valor)." http://es.wikipedia.org/wiki/Valor_agregado
2.- "Es el valor adicional que adquieren los bienes y servicios al ser transformados durante el proceso productivo. El valor agregado o producto interno bruto es el valor creado durante el proceso productivo. Es una medida libre de duplicaciones y se obtiene deduciendo de la producción bruta el valor de los bienes y servicios utilizados como insumos intermedios. También puede calcularse por la suma de los pagos a los factores de la producción, es decir la remuneración de asalariados, el consumo de capital fijo, el excedente de operación y los impuestos a la producción netos de los subsidios correspondientes "
Tomado de: http://www.definicion.org/valor-agregado. La negrilla va de mi parte.
De entrada, en la definición del valor agregado(VA), del epígrafe "2" de esta entrega, vemos cómo la categoría "ganancias" es identificada con el eufemismo neoburgués de "excedente de operación"; resultaría obvio preguntarse: ¿cómo puede obtenerse excedentes materiales más allá de algo físico que en la propia Contabilidad burguesa aparece con un valor supuestamente constante: salarios causados + depreciaciones e impuestos sobre "subsidios?; eso sería como obtener algo de la nada, pero de esta no se puede obtener nada, vista cartesianamente y en respeto a la ley de la causalidad.
Ya se ha escrito mucho sobre el VA; es difícil no recordarlo si es vehículo y basamento tributario en los países que castigan a sus trabajadores sobre la base política de un Contrato Social de inspiración netamente burguesa, vale decir: El Impuesto al Valor Agregado (IVA).
En los países que rige, el "IVA" se aplica en cada compra de mercancías por nimio que sea su valor y por pésima que sea la calidad que caracterice la mercancía cuya compra es gravada, y, lo peor, sin que haya opción alguna para su reintegro en caso de reclamos legales ante un Estado cuya Administración Fiscal cobra primero y factura después. Solicitar un reintegro al Seniat, por procedente que resultare, por ejemplo, resulta a todas luces un exabrupto, de una antieconomía evidentemente perjudicial para el contribuyente
Pero dejemos a un lado esa opinable aplicación tributaria del "valor agregado"[1], IVA, y aboquémonos al "valor desagregado: Por este entendemos el "valor" que se "desproduce" cuando comerciamos con bienes originarios, o sea, esos bienes que la literatura económica y geoeconómica señala como oferta originaria o de "recursos naturales no renovables", también conocidos, en la le teoría de economicoburguesa mengeriana, como "bienes de último orden.[2].
De tal manera que el índice macroeconómico nacional que se viene llamando "Producto Interno Bruto" (PIB), debe ser ajustado hacia abajo puesto que si bien es cierto que su valor deriva en ingresos presupuestarios para la economía que exporta esos bienes no renovables, como son bienes que no se producen, el país va reduciendo su patrimonio original por ese concepto.
De allí que llamemos "valor desagregado" (VDA) a todo el valor que se exporte como mercancías brindadas por la propia naturaleza sin intervención de la mano de obra humana, y "mercancías" que no estamos en capacidad alguna de reponerlas con ningún otro "valor agregado". Es más, si a ver vamos, ese "valor desagregado carece de valor alguno, como lo carece la tierra que tampoco se produce. Sin embargo, como quiera que se trata de bienes naturales que pasan de una economía a otra, socialmente éstas deben pagar por sus importaciones.
Queda pendiente la determinación el justo valor comercial de estos bienes originarios, que, a pesar de no contener valor trabajo, como el resto de las mercancías producidas por los trabajadores, son naturalmente invalorables, habida cuenta de que su producción artificial, además de ser cuesta arriba, insumiría un valor trabajo que difícilmente podría pagarse a los precios actuales, por elevados que pudieran considerarse actualmente en los mercados mundiales.



[1] Contradicciones burguesas como las siguientes son frecuentes en la literatura económica mundial, sin que haya un solo organismo ni academia ni universidad ni entidad alguna que uniformen semejantes e importantes criterios sobre la "riqueza" material. Esa versatilidad es una prueba irrefutable del carácter "vulgar" o acientífico de la Economía Política Burguesa (EPB). Cónfer: http://www.zonagratuita.com/curiosidades/DicEconomia/V.htm :
"VALOR DE USO
Es aquél que representa la utilidad y beneficios económicos que proporciona el bien, o sea la utilidad futura que se espera se derive de su posición. Por lo tanto, es un valor subjetivo y podemos decir que se conoce intuitivamente; por ello es difícil determinarlo con precisión y su base son las predicciones futuras sobre precios y tasas de interés.".
En esa definición usan valor, a secas, para referirse al valor de uso, según la terminología marxiana. Además, insinúan, como método coadmitida en esa misma EPB, que el valor de uso podría valorarse "intuitivamente", es decir, subjetivamente, mediante precios ofrecidos por los centros bursátiles, o sea, con arreglo a la cacareada oferta-demanda, sin tomar en cuenta para nada, cuánto realmente haya costado la fabricación asalariada de la mercancía en cuestión. Esta evasiva responde, lógicamente, a la negación misma que mantienen los apologistas burgueses (sus economistas vulgares) sobre los hallazgos científicos de Carlos Marx (El Capital). Con semejante postura, evitan referirse expresamente a las mercancías, una categoría económica e histórica que caracteriza a la Economía Capitalista, puesto que en esta todos los valores de uso tienen un valor de cambio, y se fabrican como tales y no como valores de uso. Este valor de uso en la Economía Capitalista es sólo el soporte material del valor de cambio, del capital, para decirlo en una sola palabra. Por esta razón y modernamente, la mayoría de las mercancías son desechables, de pésima calidad y con altos índices de obsolescencia moral y material, salvedad hecha de mercancías de gran coste, sólo para consumidores con alto poder adquisitivo, y para la propia alta burguesía explotadora.
"VALOR
Es el grado de utilidad o aptitud de las cosas, para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite. Equivalencia de una cosa a otra. En plural, títulos representativos de participaciones o haberes de sociedades, de cantidades prestadas, de mercancías, de fondos pecuniarios o de servicios que son materia de operaciones mercantiles."
Esta otra definición es peor: Confunden valor con valor de uso, aunque a este lo silencian, mientras en la primera definición hacen lo contrario. Aquí hablan de "equivalencia" de una cosa con otra y no de valor relativo que es otra categoría marxiana.
[2] Carl Menger, citado por Heinrich freiherr von Stackelberg, Principios de Teoría Económica.
Según Menger, la "capacidad de trabajo" del asalariado es la fuente de las "prestaciones de servicios" o de las labores en fábrica, pero a éstas, él las califica como "bienes de orden final" porque, según el mismo Menger, el trabajador no puede producir la mano de obra. Este desaguisado teórico es una sutil y artera forma de obviar el problema de la explotación del hombre en las fábricas burguesas, ya que la fuerza de trabajo, en la terminología marxiana, para Menger sería algo "caído del cielo" como lo es el petróleo, los minerales y demás bienes "originarios" o "bienes de último orden".
marmac@cantv.net
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Actualidad


 

Economía no es Ingeniería

 Contribución al deslinde entre la Administración de valores de uso (costes y precios) y su Valoración económica (capital y plusvalía)


Manuel C. Martínez M.

17/03/2012 18:15:52
"La utilidad de una cosa hace de ella su valor de uso, por ejemplo, vestir, enseñar, alimentar, producir otros bienes. Esa utilidad no tiene nada de vago e indeciso y está determinada por las propiedades (materiales e individuales) del cuerpo de la mercancía. Cuando de habla de valores de uso se sobrentiende determinada cantidad, como 2 m de tela, 1 bisté, 2 asalariados, 1 Manual de Organización de Empresas, 1 PC.

Los valores de uso de las mercancías constituyen el material de un saber especial, de la ciencia y la rutina comerciales .


Tomado de Carlos Marx
Precorolario: "Donde se lea: "Los problemas sociales no deben dejarse en manos de los Economistas", debe leerse: Los problemas sociales no deben dejarse en manos de los Ingenieros que funjan de Economistas.
Acusaciones desconsideradas y carentes de verdaderos soportes científicos han venido cargándoles indebidamente a los Economistas las culpas de muchos males sociales en materia de unas supuestas decisiones políticas prescritas por "economistas". Las bombas bélicas, por ejemplo, han servido para destruir bienes y personas, pero ninguna de esas morbosas y perversas aplicaciones de los bienes y mercancías caen bajo la responsabilidad de los Economistas, aunque sí de los Físicos, Biólogos, Químicos, quienes todos en común son ingenieros. Ciertamente, los Economistas Vulgares son y han sido en sí mismo una variante de la Ingeniería de Costes, en cuanto que tampoco van al fondo económico del asunto, sino que se quedan en la contabilidad de insumos varios, en la funcionalidad y aplicabilidad productiva para tales o cuales productos, sin tocar ni aludir las relaciones sociales de producción, ya que para la Ingeniería esas relaciones sólo representan indistintamente el piso sobre el cual se yergue cualesquiera estructura tecnoproductiva, fabril, comercial y financiera, como ciencia aplicada y como ciencia investigativa, en lo teórico del presente y porvenir, y en lo práctico e inmediato.
Hasta los Políticos menos sobresalientes han estado más cerca de comprender los asuntos económicos o sociales, que el más acabado de los Ingenieros de costes, atrapados como se hallan estos en la corporeidad material de los bienes producidos y consumidos. Es común de ellos, limitarse a decir: Esto cuesta tanto, y aquello otro tanto; esto es de primera calidad, y aquello de tercera; el obrero tiene bajos, medianos o altos rendimientos; este empresario es eficiente, la empresa luce próspera y gananciosa, cosas así.
Cuando un Ing. habla de cómo se produce una mercancía en particular, se refiere a cuánto de ella se dispone oportunamente, de los excedentes o faltantes de producción; se refiere al tipo de máquinas o a la manualidad de las operaciones productivas, a partir de tal o cual materia prima, a sus características intrínsecas de orden fisicoquímicas, y de esta o aquella forma organizativa de los factores materiales de la producción, en un intento por minimizar el albur productivo, vale decir, la contingencia o el azar natural que presente en todo proceso humano y dinámico.
Cuando un Economista se topa con la misma pregunta (cómo se produce), la remite a las relaciones entre los patronos y los trabajadores, los primeros como dueños de toda la producción, y los trabajadores sólo del salario que cobra al crédito. El Economista habla de productividad, de plusvalía, de pobreza proletaria, conceptos todos relativos al conjunto de todos los trabajadores en funciones como tales, y con inclusión de la parte desempleada de recursos y de mano de obra, un asunto que no es competencia del Ing. Este da cuenta del buen funcionamiento aislado de una empresa, de una o varias mercancías. El Economista se ocupa del buen o mal funcionamiento de todas empresas y mercancías y de todos los procesos involucrados.
Sepamos, pues, que la Economía comprende la Ingeniería, pero no lo contrario. Eso afirmamos y corroboramos porque la Economía ventila forzosa e indirectamente los valores de uso, porque estos representan el soporte y vehículo de los valores de cambio, y estos son el meollo de la Economía, como ciencia y no como contabilidad ni ingeniería de la producción. Los valores de uso representan la riqueza material de una sociedad, absorben trabajo pago e impago y materializan también la relación obrero patronal. De allí que, como tales, los valores ingenieriles de uso y contabilización deban ser manejados por el Economista a fin de conocer y demostrar bajo cuales condiciones se realiza la producción y, particularmente, permiten deslindar las relaciones hombre-Naturaleza, de la relación hombre-hombre, entre Economía e Ingeniería.
Digamos que mientras el hombre explota la Naturaleza, y de eso trata la Ingeniería, el hombre también explota al hombre, y de esto se ocupa la Economía Científica o Economía por excelencia. Dejamos a un lado la Economía vulgar porque esta no guarda mayores diferencias con la Ingeniería ni con la Contabilidad burguesa. Un sano ejercicio profesional ingenieril no ventila asuntos económicos como el valor y su fuente, porque una cosa es la cuantificación de valores dados o precios constitutivos del Producto Interno Bruto, y otra, el conocimiento de las mercancías o costes financiados por el empresario sumadas a las inversiones en trabajo realizadas por el trabajador, y de esto se ocupa la "contabilidad" económica propiamente dicha, la usada por Economía Científica. ¿Qué explica la diferencia de los resultados entre una contabilidad y otra? Sencillamente, que la primera esconde la ganancia, la explotación burguesa, y la segunda la devela.
Los valores de uso interesan al Ingeniero cuando entran como factores de producción y como mano de obra , y cuando salen convertidos en nuevos valores de uso como resultado del consumo y de la aplicación útil de la fuerza de trabajo a determinada materia prima, con o sin el concurso de otros medios de producción, todo con miras a producir un tercer bien no existente hasta ese momento, en beneficio, primeramente del capitalista o explotador, según el momento histórico que nos ocupe, y en segundo plano, de los consumidores a quienes, gústeles, o no, deberán consumir esa producción y al precio que conciliadamente así imponga la Ingeniería de costes al servicio incondicional del productor burgués.
El manejo de los valores de uso corre a cargo, ciertamente, de la Ingeniería que los evalúa en calidad y cantidad, que evalúa y prescribe las combinaciones técnicas productivas de mano de obra de determina calidad y cantidad, con las correspondientes dosis de medios de producción. La Ingeniería, contabiliza, y vela porque se cumplan principios de rendimiento, vela porque la empresa fabricante respete la necesidad capitalista de fabricar un máximo volumen de producción con la menor inversión posible. Este principio técnico con visos de ley se le viene atribuyendo a la Economía, como Ley de oro de la Economía, pero entiéndase que en este caso se trata de la Economía Vulgar o Ingeniería Económica.
Por ejemplo: la fijación del valor-precio de una materia prima o maquinaria, desde el momento de su adquisición hasta su uso y consumo en la fábrica y la puesta en los centros de expendio corre a cargo de los Ingenieros de costes, y tales actividades tan particularizantes podrían llamarse Ingeniería Económica o Microeconomía, mientras la Economía propiamente dicha se ocupa de todo el paquete de los diferentes valores de uso, homogeneizados como valores de cambio que comprenden y reflejan el valor que uniforma todas las diferentes formas ingenieriles. La Economía es Macroeconomía por excelencia.
Corolario: Esta confusión manifiesta en la identificación de la Ingeniería con Economía, bien ha podido ser inducida por los apologistas del sistema capitalista, y responder a un interés velado a fin de tergiversar las nobles y humanitarias funciones de la Economía científica y su consecuente defensa y armamento ideológico del proletariado.

 

lunes, 19 de marzo de 2012

Siembra del Petróleo en Venezuela(El p. dejó de ser silvestre)


¡Por Fin Empezamos a Sembrar el Petróleo!
La Revolución Inmobiliaria en Venezuela
Manuel C. Martínez M.
18/03/2012 9:08:05
Tardamos 2 o 3 generaciones de venezolanos de la primera mitad del siglo XX, para empezar a inquietarnos por la conversión del petróleo, de producto natural en mercancía, en una mercancía ajena, adquirida por compañías exóticas, con personal exótico y con recursos no menos exóticos (Léase: Concesionarios).
Porque cualquier bien natural, tan pronto es tocado con la "varita" del capitalismo resulta "expropiada" por el dueño de esa varita, y hasta ahora no habido manera de evitarlo. El petróleo fue nuestro, fue sembrado silvestremente por la Naturaleza regional. Fue colectivamente nuestro, pero su conversión mercantil engendró el monstruo bautizado por Carlos Marx como "Capital", y el capital no es de los venezolanos nacidos aquí, no es de nadie en particular, le pertenece al sistema capitalista mundial.
La inquietud sobre la fuga de la tierra de nuestro subsuelo petrolero, como en paralelo lo fue la fuga de todo el mineral de alto tenor del extinto Cerro Bolívar guayanés (allí sólo dejaron escoria), esa inquietud, decimos, partió del insigne intelectual venezolano, Dr. Arturo Úslar Pietri, quien, muy probablemente y a pesar suyo, debía responder a sus intereses clasistas, esos que tan involuntariamente subyacen bajos los pies de quienes nacemos dentro de este u otro modo de vida.
Úslar se dio cuenta de que con el petróleo crudo se iba nuestra tierra, que estábamos vendiéndola a precios de gallina flaca, que nunca supimos, como todavía no lo sabemos, cuánto vale un pedazo, unos gramos, unos litros, unos barriles de la Tierra, donde quiera que se hallen esas porciones que arrancamos de ella y las mercantilicemos: encima, sobre o debajo del suelo, de acá o acullá.
A Úslar le ocurrió lo que a Aristóteles, cambiando lo que se deba, por ejemplo: el Estagirita no pudo ver la fuente del VALOR en el trabajo de los esclavos, se lo impidió la propia sociedad donde operaba, esa sociedad esclavista que moldeó su pensamiento, desde su mundo externo hasta sus sentidos con sus cargas culturales sobre cómo vivir, de qué vivir, sobre quiénes trabajan, quienes no lo hacen, etc. Para Aristóteles sólo trabajaban los animales, la Naturaleza, un vestigio paracientífico que fue reivindicado unos 1.000 años después con el padre de la Macroeconomía incipiente, François Quesnay, Fisiócrata por excelencia.
Con semejante mentalidad esclavista, Aristóteles fue un cegato ante el intrigante e "inextricable" fenómeno del intercambio mercantil, un misterioso y enfetichado "enigma" que impuso sus buenas centurias para ser dilucidado por el gigante y no menos insigne Karl H. Marx. Y mire usted que Aristóteles le dio vueltas y + vueltas al asunto, y tan bien armado como se hallaba con su portentosa genialidad de marras.
Aristóteles presumía la existencia de algo en común que necesariamente debía darse en las mercancías intercambiadas sobre la base de que sólo se cambia una cosa por otra cuando sean de igual peso (valor trabajo), pero las mercancías, vistas como valores de uso, resultaban y lo siguen haciendo muy diferentes entre sí.
Luego vinieron los apologistas del capitalismo, tan exóticos como aquellos viejos concesionarios, y ahora, aliados incondicionalmente con los burgueses locales venezolanos. Estos optaron por industrializar el país sin tener industriosidad alguna, aunque sí muchos apetitos por la Renta Petrolera, y eso hicieron: saquearon no literalmente el Fisco Nacional. Una prueba contundente fue el último vestigio de podredumbre burocrática conocida como Corpoindustria, donde sus Directivos se despachaban y daban el vuelto a cambio del famoso 10% de recargo tácito y por concepto de vacuna industrial para todos los beneficiarios de semejante y sabrosa piñata petrolera, los pequeños y medianos industriales, más nominales que funcionales, con las raras excepciones del caso.
El daño al país causado por estos falsos empresarios o falsos industriales fue tal que no sólo tomaron indebidamente parte del Erario Público, del petróleo público, sino que frenaron el desarrollo de sus trabajadores, suerte de pseudotrabajadores a quienes colocaban para cubrir formalidades financieras, y para hacerle ver a los pendejos de este pueblo que estaban "dando fuentes de empleo". Nada más falso porque sin industriosidad personal ni competencia empresarial y sin esfuerzos personales laborales no se desarrollan ni los animales. Cuando iban a la posible quiebra por sus carencia de interés y de tecnología personal para hacer progresar su "capital" con productividad de "plusvalía y todo, un capital cosechado por el petróleo, entonces sus contables, siempre amanuenses, siempre serviciales, ajustaban sus encuadernados libros para declarase en quiebra inminente, y chantajeaban de nuevo con el "coco" del cierre de sus "empresas" y despido masivo de sus trabajadores, de quienes muy poco fueron tales. Con semejante artilugio contable, el Estado no sólo les condonaba la deuda social impagable que había contraído, sino que les otorgaban nuevos pedazotes de la "inagotable" misma torta.
Es un hecho comprobable que buena parte de la apatía y renuencia a colaborar con el gobierno actual, por parte de la llamada empresa privada, respondería a su inocultable incompetencia técnica e inexperiencia empresarial, y temerosa de que este nuevo repartidor de la misma torta probablemente les exija una idoneidad empresarial de la que carecen porque jamás la han tenido, exigencia con la que antes pasaban eximidos. Sus habilidades técnicas han sido sobradamente excelentes, sí, para la picardía contra el Fisco Nacional.
Ocurrió que nuestros honestos y potenciales trabajadores han sido más rentistas que industriosos, y ese petróleo nos bloqueó lo poco que lo éramos hasta la llegada del concesionario petrolero. Con esta carga de frenos antidesarrollistas de la fuerza de trabajo, el país siguió sin saber cómo sembrar el petróleo, sin reproducir la tierra de donde venimos.
Ahora, por fin, ha llegado una Revolución Petrolera, ahora estamos sembrando la tierra móvil del petróleo y convirtiéndola en tierra naturalmente inmobiliaria hecha viviendas propias de los emergentes copropietarios que en este sentido recuperan el carácter público y colectivo que se venía perdiendo desde hace sus buenas 10 décadas de mercadeo petrolero, viviendas, afines y hábitat, entre otras formas concomitantes de convertir la mercancía que, por ahora, seguimos teniendo como tal, en productos para la vida natural.
 

sábado, 17 de marzo de 2012

La derecha venezolna quedó sin prole

En Venezuela, la Derecha Quedó sin Prole
Sin prole significa sin opción ganadora en elecciones populares

Manuel C. Martínez M.

15/03/2012 5:02:34

El patriciado romano siempre fue una marcada y relativa minoría demográfica; eso lo tenían muy claro porque eran los principales censores de marras. Cuando los esposos neobíblicos de Jerusalén, José y María, hacen su apresurado viaje a Nazaret, desde Galilea, y allá ella realiza su afamado alumbramiento, lo hicieron en obediencia al mandato del Imperio Romano, invasor y opresor, que para entonces realizaba una exhaustiva y fiel contabilidad censual de sus colonos y contribuyentes en el mundo ya conquistado por la fuerza. No en balde se trata del imperio de mayor duración y trascendental peso ideológico en la Historia de la Humanidad.


Roma, sinónimo de Imperio Esclavista, dispuso de la mejor calidad técnica y servil ( en músculo y conciencia) hasta ahora conocida entre las elitistas burocracias del mundo, y así se cumplió hasta la aparición del servilismo científico e ideológico que engendró el Imperio del Capital, una forma de gobierno sui géneris que paradójicamente y sin las inzanjables limitaciones físicas feudales del latifundismo, no tiene fronteras ni nacionalidad, que ha hecho del planeta Tierra su mercado efectivo y potencial, y como tal ha resultado dueño económico, en primer lugar (el poder jurídico pertenece a cada persona burguesa, mientras el p. económico los ejercen todas ellas), un mercado que involucra todo el patrimonio material del Globo y hasta de más allá.


Esta "flamante" modalidad de dominio burgués fue la que les permitió a Carlos Marx y a Federico Engels precisar que resulta más rentable controlar un mercado (de mercancías y de votos o adeptos electorales) que registrar como propios y personales vastos territorios. En el capitalismo se registra como propio y privado el mercado potencial de todas las mercancías, con inclusión de la fuerza de trabajo en músculos y en conciencia, como valores de uso y como votos que garanticen determina forma de Estado y gobierno conveniente a sus intereses, mientras en los regímenes anteriores se registraba la tenencia de la tierra por la tenencia misma con sus campesinos o inquilinos, como adheridos a la tierra.


El caso es que Roma logró tanto poder explicable sólo a punta de la prole esclava y clientelar. La gente romana que no poseía patrimonio pecuniario representaba la principal fuente de soldados que alistar para sus conquistas. Los hijos de patricios no hubieran alcanzado por sí solos. En los casos como Venezuela, la derecha ha podido ganar elecciones porque ha engatusado políticamente a la prole o proletariado pobre, y particularmente a los marginados a quienes se les ha empleado más como votos que como trabajadores útiles, más como soladesca que como productores de riqueza.


El caso es que no se necesita ser ningún Estadístico de oficio ni andar por allí compilando opiniones meustrales porque "lo que está a la vista no necesita anteojos. La conmoción electoral del año 1998 en Venezuela tintó de rojo los escenarios electorales en todo el territorio nacional, con lo cual salieron electos principales y suplentes chavistas de casi todas las listas de entonces.


El desenganche del reciente electo Presidente Chávez de la derecha oligárquica que coadyuvó a sus triunfo con dinero, pero no con votos, seguido de su inaudita política populista de notorio e ilimitado paternalismo, puso de manifiesto que en este país, los emergentes son los marginados de ayer. La prole de ayer que usurpaba la derecha hoy se ve liberada. Como sin prole no puede haber explotación ni dominio de una clase por otra, podemos concluir con que la derecha quedó sin prole y consecuencialmente sin votos triunfadores.


 

jueves, 8 de marzo de 2012

El valor de cambio como movimiento energético.





La Ley de la Conservación de la Energía y el Valor de Cambio
Revolucionaria mutación de la relación Fuerza de Trabajo - Medios de producción
Manuel C. Martínez M.
08/03/2012 16:15:15
"Los valores de uso de las mercancías constituyen el material de un saber especial, de la ciencia y la rutina comerciales. Los valores de uso sólo se realizan en el uso o en el consumo. Forman la materia de la riqueza, sea cual fuere la forma social de esta. En la sociedad que debemos examinar, son al mismo tiempo los SOPORTES materiales del valor de cambio
."
Tomado de Carlos Marx, El Capital, Libro Primero, Cap. I., Subc. I. (Las altas me pertenecen)
Venimos apuntando hacia una novedosa composición orgánica del capital (v/c) y hacia el logro de una toma de conciencia general, en primer lugar, común para todos los trabajadores y consecuencialmente para patronos burgueses, que zanjaría las discriminaciones sociales vigentes basadas en el salario, en el valor de cambio, y no en el valor de uso que sería lo más acorde con la naturaleza social de la producción. Esta, como sabemos, sólo consta de recursos y bienes naturales, y de valores artificiales elaborados por los trabajadores actuando de consuno o en rigurosa complementariedad laboral, a pesar de los ingentes y bien sembrados esfuerzos burgueses puestos en práctica con la famosa "división del trabajo" smithiana que se convirtió en el artilugio burgués organizativo más eficaz para dividir al proletariado en mil pedazos y así frenar y prorrogar la unión espontánea de los proletarios del Mundo, dentro y fuera de la fábrica burguesa. La cooperación del asalariado con sus compañeros, fábrica adentro, hasta ahora ha sido impuesta contractualmente, y de allí la imperiosa necesidad histórica del aparataje estatal burgués (El Estado).
Bien, según el epígrafe, como quiera que el valor de uso sólo se realiza en el uso o en el consumo (sic), el valor, ese que se llama valor de cambio o valor trabajo, no podría menos que realizarse también en su uso o consumo. Si esto es así, si el valor de uso concluye o se transforma con su uso, eso significa que el valor trabajo desaparece de nuestra vista y sensaciones en general, salvo que estemos mirando y observando vis a vis el proceso técnico involucrado. Tan pronto ocurre la transformación de la materia prima trabajada, A, por el asalariado, para la producción de la mercancía B1
, nos enfrentamos a dos modalidades de valores de uso, a dos momentos económicos: un antes y un después, y sólo nos queda entender que el valor de cambio, por trueque o dinero, sólo es una amplificación de la continuidad que caracteriza el vaciado de la energía laboral durante el tiempo de trabajo, fuera de lo cual ya sólo se puede hablar de dos (2) estados de la materia constitutiva de los bienes económicos: la materia prima precedente y el bien terminado, ambos como valores de uso cualitativamente diferentes.
Sigamos: Como sabemos, ese valor de cambio sirve para la factibilización de las transacciones mercantiles preburguesas y burguesas porque, sencillamente, las mercancías del caso "soportan" valor, aunque no son valores, pero, y es lo preocupante, según demuestra Carlos Marx, sirve también para la explicación científica de la explotación del trabajador asalariado. Sin embargo, ni aun así, ese valor soportado puede servir para que el patrono se yerga por encima de sus benefactores ni lo discrimine socialmente, ya que, a todas luces, además de explotarlo por adueñase de una buena parte del valor que le pertenece en principio al trabajador, a este termina humillando, marginando, empobreciendo y hasta incomprensiblemente, despreciando.
Y así lo hace el capitalista cuando usa esa riqueza material como un cúmulo de esos "valores de uso sociales" que soportan las mercancías, sin ser valores de cambio en sí mismos (sólo se usan como tales), puesto que sencillamente la fuerza de trabajo, a la que se le atribuye ser la fuente de valor, se usa para adecuar materias primas, convertirlas en valores de uso para la satisfacción de las correspondientes necesidades no menos técnicas, y se convierten en mercancías sólo en la medida que esos valores de uso sean canjeables por dinero e indistintamente vendibles a cualquier persona, sin importar para nada la procedencia del dinero usado como medios de pago.
Si el trabajador potencial no vende su fuerza de trabajo o no se conforma con el salario establecido, sale de la bolsa correspondiente y pasa al Ejército Industrial de Reserva, donde, a juicio de ciertos críticos de "izquierda", no solo hay trabajadores disciplinadamente prestos para suplir necesidades emergentes o coyunturales, sino también un excedente laboral estructural indemandable por quienes podrían explotarlo, y en su lugar: lo transforman en "gentes marginales", tan despectivamente reconocidos así por el Filósofo argentino Ernesto Laclau.
Buena parte de la mezquindad e indolencia de los fabricantes y comerciantes repletos de mercancías invendibles responde, ante el hambre de las personas que pasan frente a sus repletos exhibidores sin comprarles nada, precisamente, a que sus inventarios sólo albergan valores que sólo les sirven para cambiarlos por dinero, valores de cambio y no valores de uso, como tales. Sólo los compradores de esas mercancías ven y aprecian ese valor de uso que terminan cambiando por un dinero que, además de ser valor de uso para el intercambio, es valor ficticio de cambio por excelencia, salvedad hecha de monedas con valor per se. Y así también se explica la facilidad de consumo del dinero en manos de pobres y asalariados, para quienes el dinero sólo sirve como medio de pago por bienes de consumo personal, y no para "comérselo" ni atesorarlo. Como trabajador pobre, entra a la fábrica y así regresa a esta luego de consumir su paga.
Sabemos que el valor de cambio capitalista expresa el tiempo durante el cual, mediante el uso o aplicación de la fuerza de trabajo del asalariado, se realiza la adecuación de un valor de uso a otro de diferente calidad técnica, y la medida de ese tiempo permite que al nuevo valor de uso se le asigne un nuevo valor para el cambio, promediado y socialmente calculado, como si la mercancía lo poseyera a pesar de ser intransferible. Tal valor de cambio se usa para empobrecer a sus trabajadores, mientras él empresario aboya encima de sobrantes de riqueza material, al lado de atípicas manifestaciones de riqueza en algunos trabajadores no creativos, quienes, de paso, en estos análisis no pueden tomarse en cuenta por su escaso peso estadístico en cuanto al número de los que logran salir del hueco de la pobreza. Y esa conducta empobrecedora, discriminatoria y desigualitaria la asumen los propios trabajadores que ganan un mejor salario, tanto con sus colaboradores dentro de la empresa común, como con el resto de los trabajadores. Esta oprobiosa discriminación dineraria salarial es la que ha servido de base en el sistema capitalista para la absurda división de las personas entre ricos y pobres.
Y más allá de la pobreza de los más, y de la riqueza de los menos, se observa que si el trabajador potencial no vende su fuerza de trabajo, o no se conforma con el salario prestablecido por los capitalistas simplemente sale de la bolsa de trabajo y pasa al Ejército Industrial de Reserva, donde, a juicio de ciertos críticos de "izquierda", no solo hay trabajadores disciplinadamente prestos para suplir necesidades emergentes o coyunturales, sino también un excedente laboral indemandable por quienes podrían explotarlo, y en su lugar: lo transforman en "marginales", tan despectivamente reconocidos así por el "ensayista" y "politólogo" argentino Ernesto Laclau
.
En ese Ejército se está operando toda una nueva y auténtica Tercera Revolución Industrial, según hemos adelantado, y que cambiará la relación: Trabajo proletario-medios de producción. Cónfer:
http://www.aporrea.org/actualidad/a138993.html
Estas disertaciones se desarrollarán más adelante.
 

miércoles, 7 de marzo de 2012

Paquetazo Revolucionario, Ejército Industrial de Reserva Sda. Parte


   Paquetazo Revolucionario, Ejército Industrial de Reserva, China y Otros Países[I], Segunda parte

Toda Revolución Socialista debe   pasar por una Revolución Laboral Integral, que auguraría un soberbio repunte económico mundial



Manuel C. Martínez M.

06/03/2012 15:52:43

 “El modo de producción de la vida material condiciona en general el desarrollo de la vida social, política e intelectual.” Carlos Marx, Contribución a la Crítica de la Economía Política, Prólogo.



La unión del proletariado mundial, una de las condiciones sine qua non para el pleno desarrollo de las fuerzas productivas y para el salto hacia la proyectada sociedad comunista, dependerá de la mayor armonía e igualdad social entre los trabajadores asalariados. No se trata de ninguna receta política sugerida por alguien a quien se le haya ocurrido ensayar arbitrariamente al respecto; no es un asunto estratégicamente diseñado, sino productivamente desprendido de las mismas condiciones y relaciones de producción.



Mal puede un técnico de excelente remuneración, pongamos por caso, considerarse   “socialmente igual” a los trabajadores y compañeros de equipo laboral cuyas remuneraciones sean   inferiores a la suya, y, de hecho, hasta la diferencia de un “pequeño” dólar viene marcando esa distancia y desunión que caracteriza al proletariado mundial. De allí que se nieguen a pertenecer a clase alguna, a pesar de hacerlo.



Los tabuladores salariales no sólo recogen los diferentes precios de cada trabajador, sino que imponen fríamente su desunión como personas. Dentro de la fábrica puede y debe reinar la mayor camaradería, pero, traspasado hacia afuera el umbral de los talleres y galpones fabriles, cada quien va por su serpentino lado hacia sus respectivos núcleos familiares, socialmente no menos diferentes que lo son sus salarios, y se olvidan o pasan inadvertido que en común nada los diferencia en la medida que son todos proletarios de una misma clase. Sus familias, viviendas, diversiones y conciencia terminan siendo consideradas como distintas entre si. [II]



Por todo eso y más, la aspirada unión proletaria también deberían comenzar por la unión de las remuneraciones para ser repartidas en alícuotas de tamaño tal que ningún trabajador se sienta disminuido frente a ningún otro, ni ninguno de ellos, superior a los demás.



Ocurre que tradicionalmente, desde que se instaló el sistema burgués de trabajo, se viene aplicando un criterio laboral, según el cual los trabajadores ganan según su particular preparación tecnociéntifica, sus grados académicos, sus destrezas personales, en fin, su efectiva productividad “personal”. El propio Marx maneja el criterio que permite calcular el salario “justo”, según la dieta mínima del trabajador en funciones, y cuando se suma ese salario al monto del plusvalor concretado en cada jornada, terminamos infiriendo que a cada trabajador se le explota según esos aportes técnicos muy personales, muy disímiles entre la masa laboral, pero esa ha sido hasta hace poco la subjetiva visión del empleador., misma que parece estar siendo reconsiderada por el capitalismo de alto rango explotador.



Esas diferentes explotaciones empresariales, diferentes tasas de ganancia, obligan a que se recurra, como Marx lo hizo, a la teórica promediación estadística social del capital variable invertido en salarios, a la promediación teórica de las ganancias logradas en todas las empresas del ramo, de todos y c/u de los sectores de la producción   involucrados en la obtención del correspondiente Producto Interno Neto (PIN). Y he ahí que nos hemos acostumbrado al error repitiendo el error.



 Veamos: El criterio salarial tecnicista equipara en calidad la mano de obra a las máquinas y equipos, las materias primas y demás componentes mercantiles; esta equiparación es forzosa o inducida y sólo responde al propio criterio capitalista que le permite   fusionar y medir en dinero su capital indistintamente de sus presentaciones físicas como valores de uso. Así lo hace, mientras divide el criterio de los trabajadores que se autoevalúan y conforman con su particular diseño técnico personal. Lejos están de mirarse como colectivos sociales; lejos de alcanzar una colectiva conciencia social.



Así, las máquinas, las herramienta, la materia prima, todas estas mercancías serían tan productivas como lo es la mano de obra, la Naturaleza. Cuando así se piensa, el capitalista ha frenado toda posibilidad de que el trabajador se sienta creador de toda esa producción, y termina convencido, por ahora, de que sólo una parte le pertenece como aporte suyo.



De allí se deriva el cálculo erróneo de una tasa de ganancia obtenida por el cociente   del capital adicional logrado en el mercado por la venta de la mercancía producida entre el capital originalmente invertido en mano de obra, a precio “justo”, más del resto del capital complementario y consumido en ella, además de los irregulares costes ilícitos que he criticado en entregas anteriores.[III] Esta versión burguesa obliga a Marx a realizar e introducir la categoría de los Precios de Producción[IV], única manera de promediar y equiparar las ganancias de todos los capitales de las distintas formas de inversión correspondientes a las distintas mercancías, unas como medios de producción, y otras como valores de consumo   terminal.



Tales precios de producción son la más genuina expresión de la desigualdad reinante entre los propios capitalistas, la de sus   particulares trabajadores y la de todos los capitalistas entre sí. Eso significa que los burgueses, razonablemente jamás se han visto como iguales ni pertenecientes a clase social alguna (si niegan   la clase obrera, se niegan como clase burguesa; suelen llamarse empresarios a secas), e igualmente, reafirmamos, los trabajadores en general no pueden considerarse integrantes de un mismo proletariado; suelen llamarse “pobres” a secas. Tales visiones retorcidas han dado pie al bagaje literario diseñado y divulgado por mil y un tecnócratas metidos a Economistas, mismos que no dudan en hacer de cada trabajador un espécimen distinto a sus compañeros de equipo, y a cada capitalista le atribuyen una personalidad especial con sus maneras y peculiaridades de hacer dinero.



Un precorolario sería: la burguesía maneja   parámetros, índices, oficios genéricos, profesiones, capitales e inversiones dinerarias, como si cada una de esas categorías literarias fueran piezas de un ajedrez: Con ello evade las  diferencias de precios de las mercancías, de los  salarios tan desiguales, y de resultas: cada empresario, cada economista, cada  técnico, cada trabajador y empresario, respectivamente, se apropian de sus personal visión del  mundo, enganchado como se halla  a su s respectivo salario  e  individualizada ganancia. Una infraestructura material diferente para cada empresario y trabajador, todo lo cual termina formando una desparramada y difusa conciencia   a s o c i a l   no menos armoniosamente diferente entre empresario y trabajador. La conciencia social se nos presenta, entonces, como una maraña de opiniones y apreciaciones subjetivas que imposibilitan la necesaria visión uniforme y de conjunto. El capitalismo aún no madura. Estas elucubraciones continuarán.

















[II] León Tolstoi, La Muerte de Ivan Ilich.


[III] Los “costes ilícitos” suplen los negados cargos por concepto de plusvalía. Cónfer: http://www.aporrea.org/imprime/a129944.html