lunes, 24 de agosto de 2009

El Fetichismo del Salario
(No Existe “Capital Variable”)

La siguiente cita fue tomada de una entrega anterior en “aporrea.org”, http://www.aporrea.org/ideologia/a81738.html :

“Y más allá de esas ganancias y de su insoportabilidad está el hecho de que una vez legalizadas se convierten en poderosas armas para contrarrestar todo tipo de críticas, de observaciones contra el cuadro de riqueza en pocas manos y de pobreza en las mayorías.
Por ejemplo, el científico más vilipendiado y subestimado durante las dos últimas centurias ha sido Karl Marx, y este sólo hizo la consideración de que si el valor de una mercancía
proviene del trabajo humano, los ricos de siempre deben ser simples
rentistas o explotadores.
El resto de su obra se limitó a buscar cómo conciliar
la Contabilidad Macroeconómica a fin de cuadrar las cuentas globales del valor de la producción con el volumen de compraventas realizadas en período determinado, lo cual revelaría que las ganancias son sólo parte del valor creado y perteneciente al trabajador.”

En adición, hemos arribado a la convicción de que “los salarios no son un coste de producción” 1/, y si lo fueran deberíamos admitir que el trabajador vendería realmente su fuerza de trabajo cuando la aplica a medios diversos de producción. La fuerza de trabajo no es algo materialmente tangible, y de allí que su empleo no aparezca material ni expresamente en ninguna mercancía como bien lo hace la materialidad de los objetos de trabajo, del cuero en el calzado, por ejemplo. Los efectos de la fuerza de trabajo son formales en cuanto crea un nuevo valor útil2/.

El caso es que el trabajador asalariado se limita a crear la integridad de un bien y valor útil a partir de determinados materiales, y muy diferente de estos. La aplicación de la fuerza de trabajo sobre objetos de trabajo es un acto creativo tan natural como si se tratara de un producto vegetal en un huerto cualquiera.
Entonces, para que el trabajador venda esa creación debería ser dueño de los materiales depositarios de la aplicación de esa fuerza de trabajo suya. Como eso no es así, el patrono capitalista o el contratista de la mano de obra asalariada terminan asimilando el valor salario a la creación del valor trabajo atrapado en la mercancía. A este lo consideran un coste, es decir, enfetichan la creación del trabajo, y finalmente le dan una existencia fantasmagórica a un capital dinero al que en conjunto le atribuyen cualidad para generar la ganancia que reciban en el mercado. Por tal razón, el patrono considera como inversión suya el salario satisfecho post féstum, al lado de los demás costes concomitantes que Marx llamó “capital constante”.

Marx usó el concepto de “capital constante” y el de “c. variable”. El efecto inmediato de esa clasificación de costes entre constantes y variables es que, por una parte, se reduce la verdadera tasa de ganancia obtenida en dicho contrato laboral, y dentro del seno mismo de la producción y antes de llegar al mercado. Es por eso que el patrono identifica el valor del salario al valor trabajo que crea la fuerza de trabajo, como si se tratara de una mercancía pagada según su precio, e identifica el mercado como fuente de su ganancia.
Cabe observar que en realidad toda la inversión del capitalista es “capital constante”. No existe el “capital variable” citado en la obra que nos ocupa. Atribuirle variabilidad al pago salarial, según la concepción marxiana, sería admitir que los materiales y herramientas, los energéticos y otros costes materiales, pudieran también acrecentar su valor más allá del precio de compra. Y es así cómo con esta interpretación marxiana el capitalista logra atribuirle variabilidad a todo su capital como si los materiales y demás insumos en sí mismos pudieran revenderse a mayor precio.
Reafirmamos que el trabajador asalariado no puede vender su fuerza de trabajo ya que esta necesita objetos materiales donde desplegarse. En cambio, el patrono la recibe, la usa, la aplica a sus medios de producción y obtiene así un valor nuevo, agregado a su capital (a secas), invertido en los medios de producción correspondientes, de tal manera que cuando aquel vende su mercancía logra revender sus medios de producción consumidos, y también y simultáneamente logra vender el valor trabajo agregado, un valor que no es suyo sino del asalariado en favor del cual ahora este patrono tiene un pasivo.
Quede claro que la mercancía producida en un centro fabril cualquiera es obra exclusiva de la mano de obra, que le debería pertenecer por entero a los asalariados y ser estos quienes la vendan para luego reintegrarle el monto de capital constante al dueño de los medios de producción presentes en dichas mercancías.
Lo que estamos presentando es, pues, la posibilidad de que sean los asalariados quienes vendan la mercancías que produzcan para luego darle su parte al patrono. En teoría lo estamos haciendo, y con ello demostramos que la ganancia no tiene existencia propia ni derivada de ninguna operación mercantil. Esa “ganancia” es parte integral que conjuntamente con el salario suman el precio del nuevo “valor creado” y transmitido a los medios de producción involucrados. Este valor es y debería ser el pago completo al trabajador.

En esta hipótesis, baste que los trabajadores asalariados se comporten como artesanos que operan en conjunto y sean dueños jurídicos de los medios de producción. En tal caso, como efectivamente ocurre en la realidad, los artesanos venderían sus mercancías a un precio tal que cubriría el costo del capital empleado y un valor dinerario adicional que simplemente representaría el precio de su trabajo. Mal podría este artesano pensar que está sacándole alguna ganancia al mercado y no a su propio trabajo.
La ganancia desparece en este nuevo e hipotético modo de producción “cooperativo artesanal”. Marx denominó Socialismo este modo, como fase de transición, y Comunismo cuando se extinga plenamente todo vestigio de trabajo aburguesado.

Desde luego, en las sociedades con el modo actual ocurre lo contrario. El patrono recibe a crédito una fuerza de trabajo que produce mercancías y luego las vende conjuntamente con sus medios de producción proporcionalmente consumidos. Como obviamente recibe del mercado un monto de dinero superior a su capital inicial atribuye al mercado su procedencia.

Sin embargo, basta reconocer que el capital variable no existe, que el trabajador no vende su fuerza de trabajo, que se limita a crear un nuevo valor incorporado a los medios de producción que fueron empleados como objetos de trabajo, herramientas, energéticos, etc. Estos medios actualmente no son de su propiedad y por eso es explotado, y por eso se le considera pagado con el salario, por eso a este se le ha considerado parte del capital del patrono, y con ello se ve reducida la tasa de ganancia, se atribuye la ganancia a operaciones de compraventa con una magia que se ha visto soportada por el concepto mismo de capital variable atribuido marxistamente a la mercancía comprada por el patrono en forma de fuerza de trabajo.

Cuando se postula el capital variable y de resultas se divide su aplicación en “trabajo necesario” y “t. adicional” o “plusvalor”, añadidos a los medios de producción, se le ofrece al patrono burgués un excelente argumento para negar esa última parte, habida cuenta que siempre estará por determinarse cuánto vale el trabajo necesario. Es la conocida pugna por restricciones y mejoras salariales.
El patrono da por justo el valor del salario satisfecho y espera obtener su ganancia como diferencia entre su capital aportado y el precio que fije el mercado. Omite así la porción de valor añadido por el trabajador cuyo valor y monto es justamente equivalente al salario más la ganancia derivada del precio de venta de la mercancía en juego.

Nosotros estamos planteando que el capitalista sólo pone capital constante con inclusión del “capital salarial”. Cuando se presenta como mercader de sus mercancías recibirá un precio que supera al capital aportado y ya no habrá duda de que esa diferencia: precio- capital responde a una porción de valor añadido por la mano de obra viva de sus trabajadores.
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1/ http://www.aporrea.org/ideologia/a64497.html
2/ La cibernética industrial o la mecanización de la producción de mercancías, desde la mezcla de componentes, el troquelado, hasta el acabado y empaque son un ejemplo de la inmaterialidad sustancial de la fuerza de trabajo, muerta o viva, que se haya encargado de esa producción. Al final resulta indiferente que haya sido un equipo de operarios o una maquinaria de elevada sofisticación.
Manuel C. Martínez M.
20 ago. 09