sábado, 2 de mayo de 2009

Los LÍMITES del SALARIO

(Por un Último Primero de Mayo))
Manuel C. Martínez M.
30 abr. 09

Con el apoyo de economistas burgueses, el de los políticos inescrupulosos y el de los piratas de la diaria mediática. se refuerza y enfatiza cada vez más la perniciosa confusión que pesa sobre esta importante y brillante categoría económica.
Los Pros. de Mayo, el Salario estará en las bocas de centenares miles de millones de trabajadores entonando un monótono y angustioso coro que lleva ya más 150 años sin silenciarse ni lograrle salida a la mala vida del trabajador burgués. Se hablará de su aumento y con ello de la continuidad del sistema que lo sostiene.
La Literatura económica y las hemerotecas del mundo moderno se han nutrido con los aportes de los panegiristas y apologistas del sistema capitalista en su terca lucha para enfrentar la inconmovible verdad de que el salario es el camino más expedito emprendido por la Industria lucrativa moderna para justificar la vida holgada de los ricos en la vecindad de la miseria de las grandes masas de trabajadores y ex trabajadores. Este sangriento y escabroso camino ha sido construido desgraciadamente por las serviles manos y voces de un sindicalismo genuflexo y aburguesado.
Los políticos de oficio, los populistas y demagogos de la burocracia mundial, han vendido la falsa idea de que el sindicalismo puede andar por un lado, y la Política por otro, como si la defensa del trabajador asalariado fuera un asunto privado, y como si tampoco los políticos no fueran trabajadores del mismo sistema económico sobre el cual se encarama el Estado. De allí que los trabajadores y sus sindicalistas sigan defendiendo el salario y con ello al patrono, a cambio de la defensa de su propia vida.
Ambos, sindicalistas y gobernantes, niegan o ignoran que ningún salario garantizará jamás una vida mejor para los trabajadores en conjunto, aunque sí puede sobrerremunerar a una elite de asalariados a quienes encumbra y proyecta como futuros empresarios y coaccionistas de las mismas empresas donde hayan sido privilegiadamente gratificados.
De resultas, los sindicatos no han podido ir más allá de un alargamiento de la vida del capitalismo, de una reducción de la jornada a un ritmo de crecimiento muy inferior al del crecimiento vegetativo de la población fabril activa, ni han podido frenar en un ápice la voracidad del enriquecimiento patronal, como tampoco la pobreza y pauperización crecientes del proletariado.
Pero en medio de esa oscuridad sindical, estatal y literaria, hay un foco de luz que no podrá apagarse mientras subsista la relación obrero-patronal. Estamos hablando de los Límites del Salario. De su límite inferior, del que se vienen encargando los propios gobernantes como miembros principales de la clase trabajadora que son, con toda su carga de servilidad que suelen mostrar ante el inmenso poder y el supragobierno de la alta burguesía internacional, usualmente conocida como El Imperio, y servilidad exhibida ante los gobernantes de los principales países burgueses.
El Salario Mínimo pasó a ser un mandato burgués de los industriales, y una atribución ordinaria de los gobernantes. Su monto tiende a cubrir por defecto el consumo “basal” de la población que lo perciba. Se fija para los trabajadores de menor índice de formación técnica, a pesar de que estadísticamente estos suelen ser un número relativamente muy pequeño en cada empresa capitalista.
También, este SM sirve para que el gobernante de turno mantenga su inventario de seguidores y se apoltrone en el poder. El SM principalmente sirve para que los empresarios minimicen su inversión en capital salarial ya que sus tabuladores terminarán justados a ese mínimo monto, con todo lo cual las discusiones obrero-patronales van diluyéndose y consecuencialmente perdiendo relevancia. Los SM de hecho van reemplazando la labor sindical, reforzando el paternalismo gubernamental y trastrocando la conciencia social del asalariado quien se ve a sí mismo más como un súbdito de su gobernante que como un trabajador oprimido de su patrono.
Con esto, coherente y consecuentemente, el salario deja de ser un asunto privado, de la libre empresa, ya que en el ejercicio del gobierno se asume labores sindicales a través de un paternalismo creciente reemplazante.
Por su parte, el Límite Superior del Salario (LSS), si bien y aparentemente hasta ahora ha venido creciendo en correspondencia con las necesidades del trabajador, es una variable que cada vez tiende a la baja en su ritmo de crecimiento. Entre otras causas de este estancamiento está el hecho de que las necesidades de la clase media (CM) se amplían sin cesar con el consumismo inducido por la misma industria y mercado burgueses.
Podemos vislumbrar que más pronto que tarde veremos un salario cuyo LS ya no podrá acrecentarse sin poner en riesgo la gananciosidad y lucratividad del empresario. Por ejemplo, en Latinoamérica se percibe una mancomunidad integracionista de países declarados “socialistas” que están deteriorando las condiciones económicas de la Clase Media (CM). Su salario y condiciones laborables, su costo capitalista, digamos, ya no resulta rentable so pena de un inaguantable y mortal descenso en la tasa de ganancia.
El crecimiento sostenido del límite inferior del salario, al lado del acotamiento y la esterilidad del LSS, sumados a economías en el Control de Calidad de las mercancías de tercera lanzadas a unos mercados que cada día se monopolizan más, representan la alternativa al límite final del salario capitalista. Digamos que por un lado se acrecienta el límite inferior del salario con cargo al inevitable achicamiento de su límite superior.
Ante esa pequeña luz, sugerimos y pensamos que ya tampoco debe seguirse incrementando el salario sino más bien considerarlo como simples anticipos de la ganancia anual. Y así, vendido el producto nacional, y determinado el valor y precio del Valor Agregado por los trabajadores, estos, conjuntamente con sus patronos, cuantificarían a prorrata el monto de las ganancias que les correspondería a las partes involucradas. Sólo así, por lo menos y mientras tanto, los incrementos salariales dejarían de disolverse como la sal en el agua, se frenaría el empuje inflacionario, el dinero dejaría de devaluarse, y por fin nos acercaríamos a un verdadero final del sistema capitalista, liberados como estaríamos del freno actual que representa la contraproducente política de los ajustes salariales de cada Primero de Mayo.