jueves, 7 de mayo de 2009

Antidialéctica de la Acumulación Capitalista

Antidialéctica de la Propiedad Privada Capitalista
Manuel C. Martínez M.
07 may. 09

Cuando Marx se aleja de Hegel, de quien fue excelente discípulo, seguidor y admirador, lo hace por haber logrado ver la otra cara de la Dialéctica Hegeliana (DH). De esa manera el mundo pudo verse cabeza para arriba, y no lo contrario, según la propia metáfora que Marx y Engels introdujeron. Fue así cómo apareció la primera cosmovisión científica materialista, y comenzó el derrumbe de la Filosofía Idealista que todavía agoniza en este mundo. Quien haya leído la “Ideología Alemana” estará familiarizado con este escabroso tema.
A la luz de su gran descubrimiento, el perfeccionamiento que le aplicó Marx a la DH hoy se nos presenta con una sencillez de perogrullo. Para aquel entonces fue la innovación más trascendente que la Filosofía de todos los tiempos pudo recibir. Se trata de la metamorfosis del conocimiento mismo y del de todos los fenómenos conocidos por el hombre y de los que siempre estarán en la infinita cola para ser descubiertos.
Holísticamente hablando, la Dialéctica es una de la leyes de la Naturaleza de mayor absolutez posible. La introducción de la Relatividad einsteiniana” pudo magnificarse mediáticamente porque sencillamente dejaba colar muy subrepticiamente, al mismo tiempo, un programado derrumbe de esta precipua e inconmovible ley natural.
Si hablamos coloquialmente, estamos refiriéndonos a la infinita sucesión de los cambios cuantitativos en c. cualitativos, y viceversa. La mejor y mayor divulgación de esta ley corrió a cargo de Vladimir Ilyich Lenin, y fue bien acogida y más popularizada aun por Mao Zedong
Los dígitos de la serie natural de números enteros, por ejemplo, es un palmario ejemplo de esta Ley: Así, aumentada sucesivamente la cuantía que cada número representan, su paso monodigital de 1 a 9 recoge los primeros cambios cuantitativos a secas. Al llegar al 9, la serie cambia de rostro: entonces se inicia la subserie de dos dígitos con lo cual y de paso se inaugura el algoritmo “cero” de obvia y conocida importancia matemática. Con el número 10 aparece pues el primer cambio cualitativo de la serie. Este primer cambio cualitativo experimenta luego un nuevo cambio cuantitativo que se agota al llegar a 19, momento para el cual aparece el segundo cambio cualitativo con el número 20, y así sucesiva e infinitamente posible e inacotable. Los números racionales no escapan a esta ley.
Sin embargo, bien miradas las cosas, esta ley dialéctica (LD) pareciera sufrir una fisura cuando la aplicamos al fenómeno de la Acumulación Capitalista. Recordemos que Marx le fijó como límite del crecimiento del capital (para la relación patrono-asalariado) el desgaste en la tasa de ganancia media (tgm). Esta limitación o finitud de la relación capitalista sería un efecto a largo plazo causado por la tendenciosa baja en tmg. Esta baja sobrevendría por las limitaciones propias del rendimiento técnico de los medios de producción, bajo condiciones de explotación salarial, cuyo empleo va acarreando grandes y costosos volúmenes de inventarios paradójicamente invendibles en mercados que no pueden crecer al ritmo del crecimiento de aquellos medios de producción. Estos encarecen sin cesar por causa de sofisticados progresos tecnocientíficos aplicados para la consecución de mayores volúmenes de mercancías en el menor tiempo posible y con menores costes unitarios medios..
Digamos que teórica o hipotéticamente la acumulación cuantitativa del capital físico y la relación capitalista deberían sufrir cambios cualitativos, según la LD, cambios que vienen siendo frenados subjetivamente por los grandes y modernos burgueses de las trasnacionales. Las guerras programadas en los laboratorios industriales y financieros, las plagas virales y afines germinadas en las empresas de la farmacopea burguesa, etc., dan cuenta de la creación inducida de mercados que buscan una salida al estancamiento de los mercados convencionales. Por su parte, la relación capitalista sólo se robustece con cada conato crítico de derrumbe social.
De esa manera, el Capitalismo estaría escapándose del cumplimiento de la Dialéctica, la estaría violando, y efectivamente así lo viene haciendo exitosamente desde hace muchas décadas, pero de todas maneras dicha ley conservará su inviolabilidad, en consecuencia debemos hallar una explicación al fenómeno en cuestión.
Desde acá, pensamos que la propiedad privada sigue siendo el núcleo dominante en toda relación laboral de explotación independientemente de que esta suponga riquezas en pocas o muchas manos. Observemos que en el sistema capitalista la riqueza acumulada por los empresarios sólo ha experimentado hasta ahora necesarios y objetivos cambios cuantitativos que aparentemente tenderían al infinito si no cayéramos en la cuenta de que no menos necesariamente esa acumulación debería recibir un cambio cualitativo más tarde o más temprano. La pregunta que nos hacemos es: ¿Cuándo y cómo ocurrirá su primer cambio cualitativo?
Como respuesta, empezamos a preguntarnos si realmente todo podría reducirse a la puesta en práctica de una REDISTRIBUCIÓN del ingente cúmulo mundial de la riqueza generada por dentro del escenario de dicha propiedad privada. Esta redistribución estaría muy lejos de suponer la eliminación, ni mucho menos, reducir cualquier conato de “revolución” social a las consabidas e infructuosas nacionalizaciones o confiscaciones de los principales medios de producción realizadas por unos gobernantes que siguen sin dar demostraciones de saber qué hacer ni cómo aplicar eficazmente semejante e inmenso potencial económico tan sorprendentemente acumulado bajo el régimen capitalista. Dejamos al margen las toneladas de sangre derramada provenientes de las venas de los ingentes contingentes de asalariados que permitieron y crearon semejante riqueza.
La sociedad burguesa y sus alta y mediana burguesías tienen ese pasivo con los trabajadores del mundo, en los libros de la Contabilidad Social. Pensamos que la cuestión obreril podría reducirse al paso de la factura correspondiente, pero, ojo, esto no significa que la cobranza de esta acreencia suponga la eliminación misma de la propiedad privada. Tal resultado, negado de partida, sólo supondría destrucción de todo el progreso alcanzado hasta ahora gracias al indetenible desarrollo de las Fuerzas Productivas (FP) que, como inferimos, sólo han experimentado cambios cuantitativos.
El Primer cambio cualitativo de las FP sería ponerle límite cuantitativo a la acumulación capitalista sin esperar que la tgm se encargue inercialmente del asunto. El Estado burgués podría comenzar con la fijación de un tope cuantitativo para la riqueza en manos particulares, más allá del cual cualquier excedente debería pasar limpiamente a los trabajadores involucrados últimamente en el desbordamiento de dicho tope.
Los perceptores de esta riqueza excedentaria podrían perfectamente seguir alimentando la relación social capitalista, y cada uno de los nuevos patronos quedaría sometidos a la misma limitación. Estaríamos en presencia, pues, de una novísima distribución de la riqueza. Esta empezaría a respetar la ley dialéctica de los cambios cuantitativos crecientes para que estos sufran c. cualitativos que posteriormente se traducirían en nuevos cambios cuantitativos expresados de esa manera en un creciente número de explotadores, de patronos y de burgueses. Digamos que la propiedad privada, lejos de desaparecer quedaría robustecida por causa de un cambio cualitativo en su tenencia, en su distribución social.
Convirtamos, pues, a un mayor número de asalariados en un mayor número de explotadores, y sujetemos todos estos a la condición sine qua non de no seguir acumulando riqueza sin tope alguno. Permitamos que periódicamente los propios trabajadores experimentes cambios sociales de trabajador a explotador, sin el actual albur que engañosamente permite que sólo muy pocos trabajadores y desde las condiciones actuales puedan salir de la pobreza, mientras los patronos del mundo sigan acumulando indefinidamente sus desbordadas riquezas de explotación.
¿Qué tal si Privatizamos el Poder Judicial?
Manuel C. Martínez M.
06 may. 09

Sólo es un secreto a voces la pésima e irreparable calidad del Poder Judicial venezolano, cuyos servicios dejan mucho qué desear en los distintos campos: penal, civil, mercantil y “bancofinanciero”. Dilaciones, y petulancia burocrática, inoperancia oportuna, defraudaciones sentenciales, despilfarros procedimentales, anacronías jurídicas, obsolescencia organizacional, etc., todo eso configura un cuadro improductivo para unos servicios tan valiosos e imprescindibles en cualquier sociedad civilizada, pero que cobran mayor relevancia en la sociedad capitalista cuya estructura familiar es privada y querellante por excelencia.
Esa deficiente e ineficaz calidad judicial, notoria por demás, ha servido para que con sobrada razón algunos venezolanos hayan buscado causas y causitas, y sugerido fórmulas y formulitas en búsqueda del saneamiento y mejora en los servicios del caso que nos ocupa.
Jueces, fiscales, legos escabinos, jurisconsultos, docentes, abogados, todos ellos representan una heterogénea masa de trabajadores en pugna por imponer, personal y privadamente, cada uno sus propios alegatos e inferencias, razón esta por lo que no han aplicado la cooperación interlaboral como método para agilizar los procesos judiciales ni resolverle querellas ni casaciones a los afectados de cada día.
La legislación venezolana se ha ido saturando de leyes y leyecitas, de una legislación hipercasuística donde la mayoría de sus leyes terminan durmiendo el sueño de los justos por su inaplicabilidad, su empolvamiemto o ignorancia dentro de los propios tribunales, y donde las necesidades del burócrata judicial en nada difiere del mercachifle cuyos inciertos ingresos lo mantiene diariamente en constante y estresante expectación.
Sábese que por naturaleza propia los servicios jurídicos nacionales del llamado Estado de Derecho siempre han sido públicos o al servicio, ni tan indistintamente, de tirios y troyanos, de negros y blancos, de honrados y deshonestos, de alfabetos y analfabetos, de pobres y ricos, de patronos y asalariados, de prestamistas y prestatarios, de comerciantes y consumidores, de mayores y menores, de mujeres y hombres, de heter y homosexuales, de grandes damas y grandes prostitutas, y de delincuentes y probos.
Esta indiferencia teórica y constitucional ya deja mucho qué desear en un país donde el lucro particular y los problemas familiares de esos negros, de esos blancos, de esos banqueros, de esos prestatarios, de esos asalariados, de esos capitalistas, de esos consumidores, de esos comerciantes, y de esos analfabetos y alfabetos, guía la mente y los pasos de una ciudadanía nacida, alimentada y educada en un atomizado mundo individualista y robustecidamente burgués por todas sus aristas y dimensiones.
Los hombres preocupados por la mala marcha del Poder Judicial han hablado de obsoletos métodos procedimentales, de carencia de espacio físico, de mala remuneración de la burocracia judicial, de malos hábitos del venezolano y de otra larga lista de posibles y hasta concomitantes causas de semejante anacronismo, desorganización y baja productividad del poder institucional que más peso cultural ejerce en cualquier sociedad del mundo de ayer y de hoy, inclusive más allá de los aportes culturales derivados del multisistema educativo nacional, estadal y municipal.
Pensamos que este Poder Judicial bien podría ser objeto de privatización de tal manera que su gerencia y directivos judiciales vean en cada caso ventilado en sus oficinas una fuente de lucro y correspondientemente vean también y en paralelo, una causa de quiebra capitalista en caso de que no sepan prestar buenos y oportunos servicios, ni garantizarle la razón legal a un demandante, ni sugerir el justo castigo a quien negro, blanco, rico, pobre, empresario o asalariado, haya cometido algún ilícito, delito, o violación o incumplimiento de obligaciones varias.
Esta privatización del Poder Judicial no tiene nada de extraño ni inédito, habida cuenta que actualmente la mayoría de los defensores y demandantes de la querella nacional es ejercida privadamente por abogados debidamente acreditados en su libre y arbitrario ejercicio profesional.
El libre ejercicio de la abogacía es en sí mismo un anticipo y buen ejemplo de privatización judicial. Entonces, ¿por qué no se privatiza también y definitivamente la fiscalización de los deberes y obligaciones de los burócratas de los poderes legislativo y ejecutivo? La legislación venezolana, actualmente y a la inversa, hace del poder Ejecutivo y del Poder legislativo un doble suprapoder que constitucionalmente subyuga y regula el ejercicio burocrático del poder Público Judicial. Los magistrados son preseleccionados por esos poderes, y el Presidente está facultado para casar a voluntad suya cualquier decisión que cualquier tribunal haya tomado con justificada razón.
¿Por qué no se privatiza la atención y defensa del agraviado, del secuestrado, de las víctimas del hampa común y burocrática?, cosas así.
Así como muchos servicios privados han sido nacionalizados, también algunos servicios que tradicional y contractualmente han sido nacionalizados pudieran ser perfectamente privatizados, ya que mal puede seguir el Poder Judicial en unas manos burocráticas y de difusa responsabilidad de quienes por lo general y tendenciosamente terminan convirtiendo la Justicia en coto privado.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Privaticemos el Poder Judicial

¿Qué tal si Privatizamos el Poder Judicial?
Manuel C. Martínez M.
06 may. 09


Sólo es un secreto a voces la pésima e irreparable calidad del Poder Judicial venezolano, cuyos servicios dejan mucho qué desear en los distintos campos: penal, civil, mercantil y “bancofinanciero”. Dilaciones, y petulancia burocrática, inoperancia oportuna, defraudaciones sentenciales, despilfarros procedimentales, anacronías jurídicas, obsolescencia organizacional, etc., todo eso configura un cuadro improductivo para unos servicios tan valiosos e imprescindibles en cualquier sociedad civilizada, pero que cobran mayor relevancia en la sociedad capitalista cuya estructura familiar es privada y querellante por excelencia.
Esa deficiente e ineficaz calidad judicial, notoria por demás, ha servido para que con sobrada razón algunos venezolanos hayan buscado causas y causitas, y sugerido fórmulas y formulitas en búsqueda del saneamiento y mejora en los servicios del caso que nos ocupa.
Jueces, fiscales, legos escabinos, jurisconsultos, docentes, abogados, todos ellos representan una heterogénea masa de trabajadores en pugna por imponer, personal y privadamente, cada uno sus propios alegatos e inferencias, razón esta por lo que no han aplicado la cooperación interlaboral como método para agilizar los procesos judiciales ni resolverle querellas ni casaciones a los afectados de cada día.
La legislación venezolana se ha ido saturando de leyes y leyecitas, de una legislación hípercasuística donde la mayoría de sus leyes terminan durmiendo el sueño de los justos por su inaplicabilidad, su empolvamiemto o ignorancia dentro de los propios tribunales, y donde las necesidades del burócrata judicial en nada difiere del mercachifle cuyos inciertos ingresos lo mantiene diariamente en constante y estresante expectación.
Sábese que por naturaleza propia los servicios jurídicos nacionales del llamado Estado de Derecho siempre han sido públicos o al servicio, ni tan indistintamente, de tirios y troyanos, de negros y blancos, de honrados y deshonestos, de alfabetos y analfabetos, de pobres y ricos, de patronos y asalariados, de prestamistas y prestatarios, de comerciantes y consumidores, de mayores y menores, de mujeres y hombres, de heter y homosexuales, de grandes damas y grandes prostitutas, y de delincuentes y probos.
Esta indiferencia teórica y constitucional ya deja mucho qué desear en un país donde el lucro particular y los problemas familiares de esos negros, de esos blancos, de esos banqueros, de esos prestatarios, de esos asalariados, de esos capitalistas, de esos consumidores, de esos comerciantes, y de esos analfabetos y alfabetos, guía la mente y los pasos de una ciudadanía nacida, alimentada y educada en un atomizado mundo individualista y robustecidamente burgués por todas sus aristas y dimensiones.
Los hombres preocupados por la mala marcha del Poder Judicial han hablado de obsoletos métodos procedimentales, de carencia de espacio físico, de mala remuneración de la burocracia judicial, de malos hábitos del venezolano y de otra larga lista de posibles y hasta concomitantes causas de semejante anacronismo, desorganización y baja productividad del poder institucional que más peso cultural ejerce en cualquier sociedad del mundo de ayer y de hoy, inclusive más allá de los aportes culturales derivados del multisistema educativo nacional, estadal y municipal.
Pensamos que este Poder Judicial bien podría ser objeto de privatización de tal manera que su gerencia y directivos judiciales vean en cada caso ventilado en sus oficinas una fuente de lucro y correspondientemente vean también y en paralelo, una causa de quiebra capitalista en caso de que no sepan prestar buenos y oportunos servicios, ni garantizarle la razón legal a un demandante, ni sugerir el justo castigo a quien negro, blanco, rico, pobre, empresario o asalariado, haya cometido algún ilícito, delito, o violación o incumplimiento de obligaciones varias.
Esta privatización del Poder Judicial no tiene nada de extraño ni inédito, habida cuenta que actualmente la mayoría de los defensores y demandantes de la querella nacional es ejercida privadamente por abogados debidamente acreditados en su libre y arbitrario ejercicio profesional.
El libre ejercicio de la abogacía es en sí mismo un anticipo y buen ejemplo de privatización judicial. Entonces, ¿por qué no se privatiza también y definitivamente la fiscalización de los deberes y obligaciones de los burócratas de los poderes legislativo y ejecutivo? La legislación venezolana, actualmente y a la inversa, hace del poder Ejecutivo y del Poder legislativo un doble suprapoder que constitucionalmente subyuga y regula el ejercicio burocrático del poder Público Judicial. Los magistrados son preseleccionados por esos poderes, y el Presidente está facultado para casar a voluntad suya cualquier decisión que cualquier tribunal haya tomado con justificada razón.
¿Por qué no se privatiza la atención y defensa del agraviado, del secuestrado, de las víctimas del hampa común y burocrática?, cosas así.
Así como muchos servicios privados han sido nacionalizados, también algunos servicios que tradicional y contractualmente han sido nacionalizados pudieran ser perfectamente privatizados, ya que mal puede seguir el Poder Judicial en unas manos burocráticas y de difusa responsabilidad de quienes por lo general y tendenciosamente terminan convirtiendo la Justicia en coto privado.

Privaticemos el Poder Judicial

¿Qué tal si Privatizamos el Poder Judicial?
Manuel C. Martínez M.
06 may. 09
Sólo es un secreto a voces la pésima e irreparable calidad del Poder Judicial venezolano, cuyos servicios dejan mucho qué desear en los distintos campos: penal, civil, mercantil y “bancofinanciero”. Dilaciones, y petulancia burocrática, inoperancia oportuna, defraudaciones sentenciales, despilfarros procedimentales, anacronías jurídicas, obsolescencia organizacional, etc., todo eso configura un cuadro improductivo para unos servicios tan valiosos e imprescindibles en cualquier sociedad civilizada, pero que cobran mayor relevancia en la sociedad capitalista cuya estructura familiar es privada y querellante por excelencia.
Esa deficiente e ineficaz calidad judicial, notoria por demás, ha servido para que con sobrada razón algunos venezolanos hayan buscado causas y causitas, y sugerido fórmulas y formulitas en búsqueda del saneamiento y mejora en los servicios del caso que nos ocupa.
Jueces, fiscales, legos escabinos, jurisconsultos, docentes, abogados, todos ellos representan una heterogénea masa de trabajadores en pugna por imponer, personal y privadamente, cada uno sus propios alegatos e inferencias, razón esta por lo que no han aplicado la cooperación interlaboral como método para agilizar los procesos judiciales ni resolverle querellas ni casaciones a los afectados de cada día.
La legislación venezolana se ha ido saturando de leyes y leyecitas, de una legislación hípercasuística donde la mayoría de sus leyes terminan durmiendo el sueño de los justos por su inaplicabilidad, su empolvamiemto o ignorancia dentro de los propios tribunales, y donde las necesidades del burócrata judicial en nada difiere del mercachifle cuyos inciertos ingresos lo mantiene diariamente en constante y estresante expectación.
Sábese que por naturaleza propia los servicios jurídicos nacionales del llamado Estado de Derecho siempre han sido públicos o al servicio, ni tan indistintamente, de tirios y troyanos, de negros y blancos, de honrados y deshonestos, de alfabetos y analfabetos, de pobres y ricos, de patronos y asalariados, de prestamistas y prestatarios, de comerciantes y consumidores, de mayores y menores, de mujeres y hombres, de heter y homosexuales, de grandes damas y grandes prostitutas, y de delincuentes y probos.
Esta indiferencia teórica y constitucional ya deja mucho qué desear en un país donde el lucro particular y los problemas familiares de esos negros, de esos blancos, de esos banqueros, de esos prestatarios, de esos asalariados, de esos capitalistas, de esos consumidores, de esos comerciantes, y de esos analfabetos y alfabetos, guía la mente y los pasos de una ciudadanía nacida, alimentada y educada en un atomizado mundo individualista y robustecidamente burgués por todas sus aristas y dimensiones.
Los hombres preocupados por la mala marcha del Poder Judicial han hablado de obsoletos métodos procedimentales, de carencia de espacio físico, de mala remuneración de la burocracia judicial, de malos hábitos del venezolano y de otra larga lista de posibles y hasta concomitantes causas de semejante anacronismo, desorganización y baja productividad del poder institucional que más peso cultural ejerce en cualquier sociedad del mundo de ayer y de hoy, inclusive más allá de los aportes culturales derivados del multisistema educativo nacional, estadal y municipal.
Pensamos que este Poder Judicial bien podría ser objeto de privatización de tal manera que su gerencia y directivos judiciales vean en cada caso ventilado en sus oficinas una fuente de lucro y correspondientemente vean también y en paralelo, una causa de quiebra capitalista en caso de que no sepan prestar buenos y oportunos servicios, ni garantizarle la razón legal a un demandante, ni sugerir el justo castigo a quien negro, blanco, rico, pobre, empresario o asalariado, haya cometido algún ilícito, delito, o violación o incumplimiento de obligaciones varias.
Esta privatización del Poder Judicial no tiene nada de extraño ni inédito, habida cuenta de que actualmente la mayoría de los defensores y demandantes de la querella nacional es ejercida privadamente por abogados debidamente acreditados en su libre y arbitrario ejercicio profesional.
El libre ejercicio de la abogacía es en sí mismo un anticipo y buen ejemplo de privatización judicial. Entonces, ¿por qué no se privatiza también y definitivamente la fiscalización de los deberes y obligaciones de los burócratas de los poderes legislativo y ejecutivo? La legislación venezolana, actualmente y a la inversa, hace del poder Ejecutivo y del Poder legislativo un doble suprapoder que constitucionalmente subyuga y regula el ejercicio burocrático del poder Público Judicial. Los magistrados son preseleccionados por esos poderes, y el Presidente está facultado para casar a voluntad suya cualquier decisión que cualquier tribunal haya tomado con justificada razón.
¿Por qué no se privatiza la atención y defensa del agraviado, del secuestrado, de las víctimas del hampa común y burocrática?, cosas así.
Así como muchos servicios privados han sido nacionalizados, también algunos servicios que tradicional y contractualmente han sido nacionalizados pudieran ser perfectamente privatizados, ya que mal puede seguir el Poder Judicial en unas manos burocráticas y de difusa responsabilidad de quienes por lo general y tendenciosamente terminan convirtiendo la Justicia en coto privado.

sábado, 2 de mayo de 2009

Los LÍMITES del SALARIO

(Por un Último Primero de Mayo))
Manuel C. Martínez M.
30 abr. 09

Con el apoyo de economistas burgueses, el de los políticos inescrupulosos y el de los piratas de la diaria mediática. se refuerza y enfatiza cada vez más la perniciosa confusión que pesa sobre esta importante y brillante categoría económica.
Los Pros. de Mayo, el Salario estará en las bocas de centenares miles de millones de trabajadores entonando un monótono y angustioso coro que lleva ya más 150 años sin silenciarse ni lograrle salida a la mala vida del trabajador burgués. Se hablará de su aumento y con ello de la continuidad del sistema que lo sostiene.
La Literatura económica y las hemerotecas del mundo moderno se han nutrido con los aportes de los panegiristas y apologistas del sistema capitalista en su terca lucha para enfrentar la inconmovible verdad de que el salario es el camino más expedito emprendido por la Industria lucrativa moderna para justificar la vida holgada de los ricos en la vecindad de la miseria de las grandes masas de trabajadores y ex trabajadores. Este sangriento y escabroso camino ha sido construido desgraciadamente por las serviles manos y voces de un sindicalismo genuflexo y aburguesado.
Los políticos de oficio, los populistas y demagogos de la burocracia mundial, han vendido la falsa idea de que el sindicalismo puede andar por un lado, y la Política por otro, como si la defensa del trabajador asalariado fuera un asunto privado, y como si tampoco los políticos no fueran trabajadores del mismo sistema económico sobre el cual se encarama el Estado. De allí que los trabajadores y sus sindicalistas sigan defendiendo el salario y con ello al patrono, a cambio de la defensa de su propia vida.
Ambos, sindicalistas y gobernantes, niegan o ignoran que ningún salario garantizará jamás una vida mejor para los trabajadores en conjunto, aunque sí puede sobrerremunerar a una elite de asalariados a quienes encumbra y proyecta como futuros empresarios y coaccionistas de las mismas empresas donde hayan sido privilegiadamente gratificados.
De resultas, los sindicatos no han podido ir más allá de un alargamiento de la vida del capitalismo, de una reducción de la jornada a un ritmo de crecimiento muy inferior al del crecimiento vegetativo de la población fabril activa, ni han podido frenar en un ápice la voracidad del enriquecimiento patronal, como tampoco la pobreza y pauperización crecientes del proletariado.
Pero en medio de esa oscuridad sindical, estatal y literaria, hay un foco de luz que no podrá apagarse mientras subsista la relación obrero-patronal. Estamos hablando de los Límites del Salario. De su límite inferior, del que se vienen encargando los propios gobernantes como miembros principales de la clase trabajadora que son, con toda su carga de servilidad que suelen mostrar ante el inmenso poder y el supragobierno de la alta burguesía internacional, usualmente conocida como El Imperio, y servilidad exhibida ante los gobernantes de los principales países burgueses.
El Salario Mínimo pasó a ser un mandato burgués de los industriales, y una atribución ordinaria de los gobernantes. Su monto tiende a cubrir por defecto el consumo “basal” de la población que lo perciba. Se fija para los trabajadores de menor índice de formación técnica, a pesar de que estadísticamente estos suelen ser un número relativamente muy pequeño en cada empresa capitalista.
También, este SM sirve para que el gobernante de turno mantenga su inventario de seguidores y se apoltrone en el poder. El SM principalmente sirve para que los empresarios minimicen su inversión en capital salarial ya que sus tabuladores terminarán justados a ese mínimo monto, con todo lo cual las discusiones obrero-patronales van diluyéndose y consecuencialmente perdiendo relevancia. Los SM de hecho van reemplazando la labor sindical, reforzando el paternalismo gubernamental y trastrocando la conciencia social del asalariado quien se ve a sí mismo más como un súbdito de su gobernante que como un trabajador oprimido de su patrono.
Con esto, coherente y consecuentemente, el salario deja de ser un asunto privado, de la libre empresa, ya que en el ejercicio del gobierno se asume labores sindicales a través de un paternalismo creciente reemplazante.
Por su parte, el Límite Superior del Salario (LSS), si bien y aparentemente hasta ahora ha venido creciendo en correspondencia con las necesidades del trabajador, es una variable que cada vez tiende a la baja en su ritmo de crecimiento. Entre otras causas de este estancamiento está el hecho de que las necesidades de la clase media (CM) se amplían sin cesar con el consumismo inducido por la misma industria y mercado burgueses.
Podemos vislumbrar que más pronto que tarde veremos un salario cuyo LS ya no podrá acrecentarse sin poner en riesgo la gananciosidad y lucratividad del empresario. Por ejemplo, en Latinoamérica se percibe una mancomunidad integracionista de países declarados “socialistas” que están deteriorando las condiciones económicas de la Clase Media (CM). Su salario y condiciones laborables, su costo capitalista, digamos, ya no resulta rentable so pena de un inaguantable y mortal descenso en la tasa de ganancia.
El crecimiento sostenido del límite inferior del salario, al lado del acotamiento y la esterilidad del LSS, sumados a economías en el Control de Calidad de las mercancías de tercera lanzadas a unos mercados que cada día se monopolizan más, representan la alternativa al límite final del salario capitalista. Digamos que por un lado se acrecienta el límite inferior del salario con cargo al inevitable achicamiento de su límite superior.
Ante esa pequeña luz, sugerimos y pensamos que ya tampoco debe seguirse incrementando el salario sino más bien considerarlo como simples anticipos de la ganancia anual. Y así, vendido el producto nacional, y determinado el valor y precio del Valor Agregado por los trabajadores, estos, conjuntamente con sus patronos, cuantificarían a prorrata el monto de las ganancias que les correspondería a las partes involucradas. Sólo así, por lo menos y mientras tanto, los incrementos salariales dejarían de disolverse como la sal en el agua, se frenaría el empuje inflacionario, el dinero dejaría de devaluarse, y por fin nos acercaríamos a un verdadero final del sistema capitalista, liberados como estaríamos del freno actual que representa la contraproducente política de los ajustes salariales de cada Primero de Mayo.

miércoles, 29 de abril de 2009

La RENTA SINDICAL

De hecho y legalmente, renta alude a ingresos provenientes del lucro indebidamente percibido por los prósperos industriales y comerciantes en su condición de explotadores capitalistas. Renta percibida también por el Estado en forma de tributos, como el IVA, IS/R, etc., y las regalías varias cargadas al extractor y vendedor de las mercancías obtenidas a partir de recursos difusamente pertenecientes a los ciudadanos en general, como petróleo, minas, aguas, otros bienes marinos y fluviales, etc. Estos últimos, in sólidum, integran un gran filón para la Hacienda “Pública” de países dotados naturalmente de semejantes recursos trastrocables en lucrosas fuentes.
Es así cómo se viene hablando frecuentemente de renta del suelo o agraria, de Renta Racional, la r. de licores, la r. de cigarrillos, la renta financiera, etc., pero también la Literatura burguesa, ideológicamente interesada en torcer la verdad científica, denomina renta el ingreso de los asalariados por concepto de remuneración laboral, en un absurdo plano de igualdad con el que se pretende calificar como trabajo la simple condición de propietario de capital en cualesquiera de sus formas: capital productivo, tierra, dinero, patentes, etc.
Sin embargo, una de las rentas paradójicamente más antiobreriles y más inadvertidas en la sociedad burguesa es la RENTA SINDICAL. Se le conoce como “cotizaciones sindicales”. Esta “renta sindical”, que es constitucionalmente impuesta por “no trabajadores” a quienes sí lo son, ha corrido olímpicamente desde el momento mismo cuando los patronos cayeron en la cuenta de que les resultaba más rentístico, y en consecuencia más lucrativo, negociar con esos rentistas, ingresados nominalmente a sus plantillas como trabajadores, que hacerlo con cada uno de los verdaderos trabajadores de quienes precisamente patronos y sindicalistas derivan sus rentas.
Tales rentistas sindicales tienen el tupé de reasociarse en sindicatos de sindicatos, o sea, de rentistas de rentistas, hasta asociarse en grandes rentistas nacionales en las llamadas Federaciones de Sindicatos y Confederaciones de de rentistas sindicales de menor giro rental. Todo eso, en rigurosa armonía con el pequeño capitalista, el mediano capitalista y el gran capitalista, y aún más, esos rentistas sindicales terminan asociándose en auténticas transnacionales sindicales de rentistas de máximo radio universal.
La RS ha pasado a ser la expresión más aberrante, más antiobreril, más reaccionaria y covioladora de los derechos humanos del trabajador. Esto lo afirmamos sin ambages por cuanto sus perceptores, si bien en un principio jugaron un plausible rol como defensores y forjadores de innegables reivindicaciones alcanzadas frente a patrono abusador de toda uña, terminaron siendo atrapados por la férrea mano opresora de todo aquel que gire dentro del radio de su inacotable influencia burguesa.
Hoy por hoy, los beneficiarios de la RS fungen de intermediarios entre patronos y obreros, entre el trabajador público y los Gobernantes de turno. Fungen de negociadores de la remuneración salarial, como orientadores políticos canalizadores de la conducta política de sus seguidores a favor o en contra de determinados gobernantes.
De resultas, nos hallamos dentro de un marco jurídico y constitucional donde algunos líderes políticos hacen de “burócratas” de la empresa privada, y como simples particulares se cuelan como trabajadores en aquellas empresas donde puedan vivir de la Renta Sindical exprimida a los auténticos trabajadores.
Semejante rol de rentistas lo hacen de consuno y en colusión con/y dentro del cuadro de rentistas convencionales que representa la explotación del trabajo en todo tipo de sociedad donde el modo de vida burgués así lo determina.
Es que los pioneros y verdaderos sindicalistas fueron y serían aquellos “trabajadores” dispuestos a trabajar como cualquiera de sus seguidores. Ellos operarían sindicalmente fuera de fábrica para coordinar y aglutinar la defensa colectiva de ellos en sus enfrentamientos contractuales obreros-patronales.
Dejamos al margen nuestra convicción de que, revolucionariamente, no se trataría de sindicalistas dispuestos a defender a los asalariados, sino más bien a eliminar semejante y oprobiosa forma laboral.
Manuel C. Martínez M.
24 abr. 09

martes, 21 de abril de 2009

Cambiemos las Efemérides

Cambiemos las Efemérides

Manuel C. Martínez M.

21 abr. 09

Veamos una minimuestra de las “efemérides que conocemos y nos han vendido desde el vientre mismo de nuestras madres:

Efemérides del Mes de Abril

[Vuelvan Caras (Queseras del medio)] [Venezuela vuelve a perder territorio con Colombia]
[
Muere Rómulo Gallegos] [La casa Fuerte de Barcelona] [Batalla de Bomboná]
[
Intento fallido contra Gómez (Sublevación del 28)] [Fundación de la Colonia Tovar]
[
La Convención de Ocaña] [La Ley de Usura] [Muere Lisandro Alvarado]
[
Batalla de San Félix] [Muere Joaquín Crespo] [Intentan asesinar al Libertador]
[
El Motín de Chuquisaca] [Movimiento de Juan Francisco León] [El 19 de Abril de 1810]
[
El complejo cultural Teresa Carreño] [Día del Idioma y del Libro] [Raúl Leoni]
[
Muere Teresa de la Parra] [La acción de Juana de Avila] [El Convenio de Coche]
[
Edgar Sanabria] [Batalla de las Mujeres] [Marcos Pérez Jiménez] [El León de Payara]
[
Natalicio de Piar] [Antonio Nicolás Briceño] [Muere Juan Crisóstomo Falcón]
[
La Cosiata] [Cumbre del Grupo de los Tres (G-3)]
[Día del Panamericano]
[Huelga a favor de PDVSA (9 de Abril 2002)]
[
Insurrección Cívico-Militar 11 abril 2002 (11-A)]
[
Biografía y Beatificación Madre Candelaria de San José, sierva de los enfermos. (27/04/2008)]

Efemérides del Mes de Junio

[Primeras Elecciones Municipales: El 3 de diciembre de 1989 se realizan en Venezuela las primeras elecciones regionales para elegir en forma nominal y directa los gobernadores, alcaldes y concejales, los cuales ejercerían sus funciones por un período de tres años, a excepción del gobernador del Distrito Federal que lo elegía directamente el Presidente de la República, hoy día con la nueva constitución de 1999, el pueblo del Distrito Capital (anteriormente Distrito Federal) elige su Gobernador].

[Asesinato del Mariscal Sucre] [Antonio Ricaurte]
[José Antonio Páez] [Proclama de Guerra a Muerte] [El Congreso de Panamá]
[Batalla de Carabobo] [Decreto de Instrucción Pública] [Muere José Gregorio Hernández]
[Julián Castro] [Día del Ejército] [Arturo Michelena] [Rufino Blanco Fombona]
[Cristobal Mendoza] [Rafaél Bolívar Coronado] [Pedro Camejo] [Cículos Bolivarianos]
[Fusilamiento del Coronel Francisco M. Faría] [Día Mundial del Ambiente]
[José Gil Fortoul] [Nueva Ley Orgánica de Telecomunicaciones]
[Petrocaribe]

Material de Soporte de la Página: Enciclopedia Salvat, Quillet, Encarta 98, Vinicio Romero, Prof. Durán, José Tomas Rojas Grafre Humberto Peñaloza, Alfonzo Rumazo, Revista Bolivariana Nº 2, Encarta 98, Guillermo Morón, Rosablanca Matteo, Manuel Pérez Vila, Jacinto Pérez Arcay, Oswaldo Moya, Lucas Morán Arce, Alberto Arias Amaro y Pablo Emilio García, Diccionario biográfico de Venezuela, Domingo Miliani, Siso Martínez, Raúl Peña Hurtado, Luis Rafael Yepez, J. L. Salcedo Bastardo, Augusto Mijares.

Wikipedia, trae estas definiciones para efemérides:

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También se denomina así a la conmemoración del aniversario de tales eventos. >>

Como puede observarse en esos recorridos históricos, allí, predominan sucesos muy bien prefabricados, interesadamente lanzados a las nuevas generaciones, en un eficaz intento por conservar los intereses clasistas se toda esta vida de “prehistoria” clasista.

Las efemérides mundialistas, hacen otro tanto. Están llenas de casos como: el día de Rómulo y Remo, el de Julio César, emperador y asesinado por amigos y familiares adversos a su política. Se recoge en esas efemérides universales el día del nacimiento de del pionero de la Presidencia Burguesa en EE UU, Jorge Washington, tan vendido como libertador e independentista como lo han hecho con el venezolano Simón Bolívar

La mayoría de esas efemérides están saturadas de loas y referimientos a hechos connotadamente bonitos y transcendentes en favor de todos, como si las clases pudieran sumarse entre sí en las sociedades clasistas. Digamos que son efemérides sesgadas las más de las veces.

Ahora bien, en aras de sincerar y cambiar este estilo de referencia, en favor de una mayor transparencia historiográfica, proponemos que en ellas, además de las ya conocidas y estereotipadamente trilladas, se incorporen nuevas y más generales efemérides, por ejemplo, de los días cuando mataron al guerrillero X, o al rebelde Y, o al librepensador Z. Deberían referirse al día cuando fue desaparecido Fulano, el de la muerte de Mengano, el día de la tortura de Zutano, y con el señalamiento expreso de sus torturadores o asesinos, según el caso. El día de la Carmonada venezolana, el día cuando fue sancionado el político A, cuando fueron sentenciados los policías asesinos X, Y y Z, por ejemplo, con el señalamiento de los jueces y fiscales involucrados, etc., etc.