viernes, 30 de enero de 2009

Adán, el niño, y Eva, la niña

Adán, el niño, y Eva, la niña

Manuel C. Martínez M.

28 dic. 08

Nos proponemos especular sobre la infancia de estos abstractos personajes ya elevados al rango de antepasados bíblicos. Son los primeros fundadores de la humanidad cristiana, sin más “padres” que el propio Dios. En verdad, la Biblia cita más bien a su Creador en lugar de padres.

Como sabemos, se trata de una extraordinaria y no superada hipótesis religiosa dentro de toda esa tesonera e inagotable búsqueda practicada por el hombre para dar cuenta de su origen sobre este planeta y sobre el correspondiente universo que lo contiene.

Yendo al connotado Génesis, (Libro I, Biblia, Antiguo Testamento), nos enteramos de una pareja sui géneris, adultos y solteros natos, inocente y libre de todo pecado original.

En su hábitat edénico, se trata de dos seres entrados en años, corporalmente adultos, pero con una reducida experiencia propia de niños. Es obvio que así sea, pues según la propia literatura bíblica para el comienzo de la sociedad humana el acervo tecnocientífico y cultural de una humanidad sólo en vísperas de “evolución” entonces imperiosamente se reducía a cero. Digamos que las leyes de la naturaleza aunque ya gobiernan todavía resultaban todas y totalmente desconocidas para el incipiente e infantil hombre, criatura de Dios.

Precisamente, Adán y “Varona” adultos no respondían a una evolución del tipo planteado mucho después por Darwin. Su paternidad y maternidad fue estrictamente espiritual, una creación “mágica” como diríase posteriormente.

Adán adulto es indistinta y espiritualmente varón y hembra. Como tal, él se nos presenta con alma de niño, habida cuenta de que el acervo cultural de marras se iniciaba con las primeras enseñanzas u órdenes que se le impuso en el momento de su creación.


En el Edén, esa pareja divina sólo debía vegetar, recolectar, pescar, tal vez, y máxime porque el árbol de la sabiduría les estaba vedado. Su componente corporal le brota tan pronto peca, es decir cuando comienza a educarse en asuntos sólo útiles para laborar y producir “artificialmente” lo que tan pródigamente el paraíso original ya les ofrecía con sólo recoger y pescar.

Tal vez por esa razón cristiana, a los niños contemporáneos y desde tiempo atrás se les tiene como inocentes mientras no reciban información procedente de la data acumulada por la sociedad posbíblica, misma sociedad que ya evolucionada y con seres humanos sí encajaría en la tesis darwiniana que tanto rechazo sufrió del gobierno papal.

Consecuencialmente, la niñez religiosa cristiana sería una cuestión de ignorancia plena, mientras que la niñez materialista biológica, es un asunto de evolución corporal. Jesús también se nos presenta como conjunción tripartita de bebitud, niñez y plena adultez.

Este círculo especulativo lo cerramos infiriendo que mientras Dios creó al hombre, conocido como Adán y Eva, adultos y niños a la vez, este hombre espiritual, animado y corpóreo, desdoblado en María y José, creó también a Dios en la persona de Jesús. Un Jesús que representaría el trasunto espiritual, anímico y corporal de aquel Adán infantil que pecó durante el Primer ensayo creativo.

Digamos que el experimentado control de calidad divino ha tratado de ofrecernos una segunda oportunidad con la impoluta María, el ingenuo José y su virtuoso Hijo. Todavía permanecemos en esta segunda fase.

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