martes, 15 de septiembre de 2009

Autoría de la Multipolaridad Política


(Contribución a Das Kapital, de K. Marx)
Manuel C. Martínez M.
14 sep. 09
El fenómeno de la polaridad es ambivalente y bidireccional por naturaleza propia, tan así es que la misma ortodoxia marxista señalada por el propio Karl Marx indica que el modo de producción capitalista, originalmente cultivado con éxito en la Inglaterra victoriana y desde más atrás, debe explotar todo su potencial expansionista, globalista o transnacionalista, hasta que la Ley del decrecimiento tendencial de la tasa de ganancia revele a sus inversores que aquel ya no da más, ni estos tienen espacio económico hacia dónde buscar mejores rentas.
En ese sentido, los países aún no capitalizados (en barbecho) ejercen una poderosa fuerza atractiva sobre los capitales extranjeros, pero concomitante y complementariamente aquellos polarizan la atención de gobernantes ávidos de enriquecimiento y gloria personal.
Hasta ahora ha sido así, y los países que han repelido esa bipolaridad simplemente son marginados, bloqueados o invadidos antidiplomatidazadamente.
La idea original es que, tan pronto baja la rentabilidad en una empresa, o por causa de la acumulación de capital ocioso, como éste no halla empleo inmediato en su localidad, decide moverse hacia otro rubro u otro mercado que ofrezcan una mayor tasa. Este fenómeno se conoce como “proceso nivelador de la tasa general de ganancia”, un movimiento permanente y periódico que obliga a los capitales en funciones a la automática y forzosa e involuntaria conquista de nuevos mercados, a veloces e incesantes innovaciones mercantiles y, particularmente, a una lucha dialéctica no antagónica contra sus competidores.
El resultado de ese nomadismo industrial burgués es que el capital más perfecta y técnicamente desarrollado logra usurpar parte del plusvalor obtenido en los centros fabriles con mayor empleo de mano de obra viva y pobreza de capital “constante”. Una forma usual de explotar el trabajo asalariado propio y el de los otros empresarios rezagados en materia de rendimientos de unos medios de producción obsoletos para el capital más desarrollado.
Para que esa ley expansionista se cumpla debe darse una polaridad ejercida por mercados vírgenes o mercados sumisos, es decir, países prestos para la importación de capitales industriales, recién salidos de la oscuridad esclavista, vasalla o parafeudal. Diplomáticamente se recurre a un lobby estratégico que hace figurar el capital importado como un recurso amigo que supuestamente sólo busca ayudar a sus anfitriones. Estos abren sus puertas, el capital extranjero se instala como en su casa y hasta termina adueñándose de la voluntad e ideología de los habitantes del país receptor.
La transculturación económica burguesa prende ferazmente y el sistema logra penetrar todos sus mercados. Agotada la capacidad rentable de estos nuevos capitales, sus dueños reemprenden nuevas emigraciones, y así ortodoxamente hasta poblar todo el planeta con la venenosa semilla del burguesismo. Llegado a este fin territorial, llegaría el fin del sistema como tal ora por inanición o pérdida de polaridad, ora por un reacomodo hacia nuevas formas de explotación, respectivamente.
Por todo eso, cabe dilucidar de quién y a quiénes favorece la Unipolaridad o la Multipolaridad políticas. De entrada, todo capital resulta altamente cargado de polaridad frente a otras formas económicas alternativas. Nada más atractivo que la individualización capitalista así como la opción de pasar de asalariado a patrono. Esta polarización da origen a las mal llamadas clases medias, en Venezuela conocidas como “escualidad”.
Es la polarización de educación burguesa que ya ha sido sembrada en casi todo el globo terráqueo. En América nació con Washington, y en Suramérica con los ancestros de Bolívar y San Martín, con los de los Juárez y con todos los gobernantes venidos acá y descendientes de esa migración de la Europa del Medievo tardío en franco proceso de formación de capitales “capitalistas.
Por otra parte, la multipolaridad del momento actual es más bien una bipolaridad. Algunos países siguen atados a los carros procustianos de las potencias capitalistas convencionales como USA, Inglaterra, Holanda, Francia, Alemania, España e Italia, y otros han empezado a brillar con relativa autonomía económica (caso cubano), o están siendo polarizados por las novísimas ideas socialistas del presente siglo, esas que brotan en los países del Cercano y Mesoriente, con representaciones en Eurasia y parte de África, y en el Sur y Centroamérica.
Sin embargo, es claro que al capitalismo le conviene que siga viva la multipolaridad en el sentido de que sólo así podría seguir ofreciendo ventajas comparativas durante más tiempo frente a terceros polos, máxime cuando los países que se van declarando “·socialistas” toleren y permitan y hasta alimenten la convivencia con vestigios capitalistas. De de seguir la monopolaridad burguesa, , la tasa de ganancia aceleraría ortodoxamente su agotamiento, y con ello se arribaría más antes el fin del Capitalismo Pluripolar y la plena instauración del Comunismo Unipolar.






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