domingo, 2 de agosto de 2009

Maltusianismo en Siglo XXI
(Profilaxis del Banco Central de Venezuela, Precios y Salarios)
Manuel C. Martínez M.
01 ago. 09

El demógrafo, clérigo y Economista inglés Thomas Robert Malthus se preocupó por las lamentables condiciones sociales de la mayoría de la población de los años finales del siglo XVIII, mismas que seguían reinando en pleno s. XIX.

Malthus concluyó sus investigaciones con el descubrimiento de una ley social que matemáticamente expresada dice así: La población demográfica crece según una progresión geométrica, mientras que la producción de bienes de la cesta básica lo hace sg. una progresión aritmética.

Desde luego, cuando se emplea medidas matemáticas los valores estadísticos y paramétricos resultan exhaustivamente precisos; es de inferirse que los algoritmos de Malthus fueron forzados, pero de todas maneras resultaba evidente que la oferta se quedaba muy corta en relación al explosivo crecimiento demográfico observado durante períodos de 2 o 3 décadas.
De seguir las cosas así, a la humanidad le esperaba una hambruna general. Malthus previó que sólo las catástrofes naturales, las pandemias y endemias, las guerras y las medidas anticonceptivas podían evitarla. Fue tan fuerte la terapia y profilaxis recomendadas para combatir y evitar la llegada de semejante hambruna que desde entonces llamamos medidas maltusianas todas aquellas que puedan tomarse con independencia de sacrificios biológicos, sociales y morales.

Por supuesto, la hambruna apuntada por Malthus no se refería a las hambrunas que eventualmente han sufrido algunos países por causas diversas no necesariamente explicables por su maquillada “ley” demográfica. Él hablaba de una tendencia global. Es de suponerse que el factor determinista religioso estaba justificando esa asimetría numérica.

Lo cierto fue que a raíz de esa denuncia el mundo político fue convulsionado y aparecieron muchos científicos, humanistas, filántropos, sociólogos, médicos y escritores quienes se hicieron eco de semejante amenaza. Pensamos que los modernos anticonceptivos son maltusianistas, lo mismo que los controles del tamaño familiar, la licitud de los abortos, etc. Muchos de los avances tecnocientíficos aplicados durante la industrialización de la producción también entrarían dentro de esas correspondientes medidas profilácticas.

Contradictoriamente, los aportes medicoasistenciales de la moderna cultura maternal y de la farmacopea en pro de la reducción de los índices de mortalidad infantil propenderían a la llegada de semejante hambruna.

Sin embargo, los críticos del sistema capitalista fueron claros al respecto. Estos afirmaron que esa adversa correlación entre las demanda y la oferta de bienes no se correspondía con la potencialidad brindada por las condiciones técnicas del aparato productivo, que por ingente que fuera la demanda no había razones técnicas para que los mercados no fueran suficientemente abastecidos. La recurrente violabilidad de la “ley de Malthus” empezó a socavar su validez.
Es que indudablemente algo andaba mal y sigue andando mal en una sociedad que está capacitada para producir como nunca antes lo había hecho, y que sin embargo los cuadros de miseria seguían apuntando hacia la horrorosa hambruna general que Malthus había señalado.
Hoy es el planeta el amenazado con hambre de agua, de recursos biodegradables, de ozono, etc. El hambre de hoy no es una amenaza local ni regional sino una realidad sufrida por todos los países donde impera el sistema capitalista.

Es un sistema cuyo aparato productivo sólo opera a media capacidad, que funciona según la demanda solvente; que da usos artificiales y contranaturales a la tierra agrícola, que irrespeta la necesaria biogradabilidad de los recursos económicos, y un sistema de vida para el que la miseria de los desempleados no es asunto suyo.

Los gobiernos aprovechan esta hambre como bandera en campañas políticas para ascender al poder y hasta allí. Y no hay duda de que a punta de dádivas y socorros puntuales han mantenido a raya las protestas populares ante este cuadro de permanente hambruna general que acompaña otros cuadros paralelos de miseria ocasionales debidos a las crisis que periódicamente engendra el sistema capitalista. Por ejemplo, el consumo de energéticos (de hidrocarburos en particular) impulsado por los inversionistas burgueses crece en progresión geométrica, y, aún haciéndolo en progresión aritmética, su producción es imposible por cuanto se trata de recursos naturales no renovables.

Malthus omitió señalar que al lado de los hambrientos de siempre se hallaban muchas familias que nadaban en abundancia durante todos los días de su suntuaria y elitista vida. Pero Malthus tampoco pudo apreciar cómo su tenebrosa predicción podía reoxigenarse, no ya por causas naturales sino por causas estrictamente sociales. Además del crecimiento geométrico demográfico e insolvente, hoy tenemos un consumo de energéticos (de hidrocarburos en particular) impulsado por los inversionistas burgueses crece en progresión geométrica, y, aún haciéndolo en progresión aritmética, su producción es imposible por cuanto se trata de recursos naturales no renovables. La “hambruna” energética estaría a la vuelta de la esquina, lo que quiere decir que la producción es aritmética frente a una demanda solvente tan geométrica como el crecimiento demográfico en general.

Este es el caso: Resulta que hoy vemos cómo los precios se mueven según una estricta progresión geométrica, mientras los salarios apenas lo hacen según una progresión aritmética, y esta a veces acompañada de mucha sangre obrera.

Veamos algunas perlas estadísticas que actualmente son manejadas maltusianamente por el Banco Central de Venezuela, como institución al servicio empresarial y burgués que lo ha sido desde su fundación allá por los años 40.

En materia de precios, los cambios que la Inflación ha provocado en nuestro país durante los últimos 50 años ha dado origen a reacciones empresariales y gubernamentales de cara a minimizar el hambre implícita que ha ido creciendo en el país por causa de la carestía. Una salida ha sido el cambio periódico del al año base para el cálculo del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Con ellos se corta su sostenido crecimiento explosivo y apenas se señala los incrementos mensuales.
De seguidas paso a citar algunos pronunciamientos del BCV., tomados de su Pág. Web:
“La decisión de adoptar la nueva base 2007 para los IPC de Caracas y Maracaibo obedece en buena medida, a que 2007 será también la base del nuevo Sistema de Cuentas Nacionales, iniciativa que se enmarca en el desarrollo, a partir del presente año 2008 del Programa de Actualización de las Estimaciones Macroeconómicas II (Pracem). Hay que tener en cuenta que el año base se modifica para mantener la calidad y representatividad de los indicadores, en razón de los cambios estructurales de la economía.”. Banco Central de Venezuela.

“Entre los cambios que se incorporan a los índices de precios al consumidor que elabora el BCV está la adopción del año base 2007, en sustitución del año 1997. Se actualizó la composición y la estructura de ponderaciones de la canasta de bienes y servicios que se utiliza para hacer el seguimiento de los precios, a los fines de reflejar mejor los patrones de consumo del venezolano estimados mediante la III ENPF. En este sentido, se aumentó de 287 a 351 el número de bienes y servicios cuyos precios son objeto de seguimiento en Caracas (que representa 93% del gasto de consumo que realizan los hogares caraqueños); en Maracaibo el número de rubros se aumentó de 287 a 343 (lo que representa un 92% del gasto de consumo que realizan los hogares marabinos).”. Misma fuente.

“¿Qué es el Índice de Precios al Consumidor?

El Índice de Precios al Consumidor (IPC) es un indicador estadístico que mide el cambio promedio en los precios de una canasta de bienes y servicios representativos del consumo familiar de los habitantes de una determinada localidad, región o país.”. Misma fuente.

• Usos del Índice de Precios al Consumidor

El IPC es el indicador utilizado en el análisis de la inflación. Debido a sus
características de oportunidad y calidad, es considerado el indicador que más satisfactoriamente se aproxima a la estimación del fenómeno inflacionario, en comparación con otros indicadores similares.

Una aplicación frecuente del IPC es su utilización para la estimación de los salarios reales o del ingreso real de los hogares y de la población. Igualmente, es utilizado para estimar valores reales de algunos componentes de las cuentas nacionales, la actualización de valores o indexación de montos monetarios, salarios, contratos, etc.

• ¿Por qué el Banco Central de Venezuela calcula el Índice de Precios al
Consumidor? “.

La misión del Banco Central de Venezuela está orientada a la creación y el
mantenimiento de condiciones monetarias, crediticias y cambiarias favorables a la estabilidad de la moneda, al equilibrio económico y al desarrollo ordenado de la economía.

Es importante destacar que para facilitar esta exigente misión, el Banco Central de Venezuela, por disposición expresa de la Ley que lo rige, debe disponer de estadísticas periódicas altamente confiables que faciliten el diseño y programación de las políticas monetaria y cambiaria, así como el seguimiento de las variables macroeconómicas que son influenciadas por tales políticas.”
Misma fuente.

De entrada, como la carestía depende de precios y salarios, resulta curioso que el BCV no haga seguimientos a los salarios tal y como tan exhaustiva y sostenidamente lo hace con los alarmantes precios de cada día.

En esas definiciones, aplicaciones y cálculos de los índices de precios al consumidor (IPC), observamos toda una estrategia más sofista que científica. No dicen la verdad puesto que los IPC no buscan tener una idea matemática de cómo se mueven realmente los precios, sino más bien con ellos se busca suavizar y minimizarles su crecimiento verdadero.

Con el cálculo e imposición del IPC del año 2007 se borró toda la evolución porcentual sufrida por los precios desde el año 1997, es decir durante la mayor parte del la presente Administración gubernamental.

Una ligera comparación de los índices ofrecidos por esa misma Pág. Web nos dice que los precios subieron 753% = IPC del periodo año 1997 - 2007 (año base: 1997. Es decir, los precios en Venezuela de los rubros más llenadores de la cesta básica más que se septuplicaron. Los salarios por su parte apenas subieron 1,89 veces, es decir, se incrementaron 189%, según listas oficiales de las Universidades del país, a manera de ejemplo.

Desde luego, la inflación ha seguido indetenible en un país más politizado que artesanalizado, más parlanchín que trabajador y más rentista que productivo. Además, observamos que ahora los industriales de la producción y del comercio no hacen incrementos aritméticos en la suba de sus precios. Sólo manejan y aplican incrementos porcentuales, 5%, 10% o más %. Esto evidencia y refuerza que los precios suben en progresión geométrica.

Por eso el BCV considera que debe ajustar periódicamente el IPC, y desde enero de 2009 comenzar a reflejar sólo los incrementos mensuales de precios respecto al nuevo año base, es decir, en base al año 2008.

Como se puede verificar, estos IPC sólo buscar disfrazar y negar los verdaderos y incrementos explosivos de precios, el crecimiento en progresión geométrica sufrido por los precios, y silenciar unos salarios que apenas crecen según una sencilla y baja razón aritmética.

Los precios tomados por nosotros como ejemplo se multiplicaron por 2 cada 3 años, al pasar del año 1999 al 2007 del 100 a 753, y para los mismos intervalos los salarios sumaron sólo 0,63 % al pasar de 100 a 189.

Entonces podemos concluir en que efectivamente estamos en presencia de un crecimiento geométrico para los precios, y un crecimiento aritmético para los salarios, lo cual nos permite vislumbrar una hambruna venidera para la clase trabajadora venezolana, y cuyas medidas neomaltusianas no nos arriesgamos a señalar para evitar falsas recomendaciones.

miércoles, 17 de junio de 2009

Capitalización de Principios Marxistas
Manuel C. Martínez M.
13 jun. 09

Este es el caso: hipotéticamente durante el Socialismo el Marxismo contempla remuneraciones laborales proporcionales con la productividad del trabajador, con su aporte al Producto Nacional. Bueno, este mismo “principio socialista” lo viene aplicando el capitalismo con todos sus asalariados. Su cumplimiento ha sido fundamental como estímulo a sus trabajadores y para complacencia con un sindicalismo defensor del salario, y no su enemigo.
Es que los patronos jamás han mejorado en un céntimo el salario sin que sus beneficiarios no les hayan reportado su reintegro y correspondiente plusvalor. Recordemos que el patrono realmente no comparte ganancias sino que cada mejora al trabajador representa para él una nueva inversión que forzosamente debe resultarle rentable mediante nuevas dosis de plusvalor.
Recuérdese también (o téngase bien claro) que los patronos prefieren cancelar parte de las ganancias a fin de año que mejorar el salario dentro año porque sencillamente esas mejoras les acarrearían otros desembolsos que se hallan estricta y numéricamente ligados al salario con lo cual bajaría su plusvalor y con esto la tasa de ganancia.
Además, desde hace algunas décadas, una vez que se mundializó el régimen burgués y el capitalismo extendió su reinado en Occidente y Oriente, en el Norte y el Sur, se viene observando una igualitarización del salario. Por ejemplo, el renombrado SALARIO MÍNIMO se ha impuesto anualmente a fin de regular los tabuladores salariales de cada país. Este SM corre a cargo del Estado de tal manera que luzca más como una defensa gubernamental del trabajador que como una imposición del patrono.
Los sueldos homologados en universidades a favor de una legislación laboral que prescribe igual salario para igual trabajo son evidentes manifestaciones de que sigue importando la productividad del trabajo y según ella así se le remunera.
Por otra parte, dentro del capitalismo se viene aplicando mejoras salariales para los trabajadores de peor formación técnica con cargo a desmejoras salariales del personal altamente calificado. Esto es una clara aplicación del “principio comunista” que prescribe remuneraciones al trabajador de acuerdo con sus necesidades y hasta allí.
Ambos principios son pruebas irrefutables de la más clara capitalización de principios supuestamente marxistas.
Digamos que el sistema capitalista ya superó la fase de estimulos al trabajo en fábricas con miras mejorar la producción ya que hoy la sobredemanda supera con creces la producción rentable, de tal manera que la premonición marxista según la cual la tasa de ganancia bajaría hasta la irrentabilidad de las inversiones, está hoy por hoy en tela de juicio. Esa caída sería el comienzo del fin del sistema capitalista.
De todos los costes intervinientes en la fabricación de una mercancía el más pesado y conflictivo es el de la mano de obra. La grandes empresas suelen organizarse volumétricamente: crecen horizontal y verticalmente mediante trusts paramonopólicos que les permiten integrar y controlar el suministro oportuno de todos los insumos en cada una de las empresas coasociadas , pero estas asociaciones dejan por fuera la autonomía de los diferentes trabajadores. Como la mecanización y mejor organización y división del trabajo se ha logrado incrementos en la producción con mínimos esfuerzos laborales, el gasto en salarios ha ido reduciéndose y las amenazas del descenso de la tasa de ganancia se han disipado.
El marxismo incipiente no tomó en cuenta la sobredemanda. Pensó que la demanda crecería sólo en función de las mejoras salariales sin tomar en cuenta la posibilidad de una demanda estándar reducida a nivel de la mediocridad que está caracterizando el consumo de las grandes masas de trabajadores a quienes cada día se les exige menos preparación técnica por aquello de la mecanización y de la maximización de le división del trabajo.
Artículos de tercera, mercancías desechables fabricadas con desechos, de pésima calidad, alimentos sintéticos, y una educación popular formadora más de idiotas que de gente reflexiva garantizan una demanda siempre creciente e igualmente rentable.
En cambio el marxismo acertó con la creciente formación de un Ejercito Industrial de Reserva que hoy es el mejor aliado del burguesismo contemporáneo. Ahora cada trabajador está recibiendo el menor salario independientemente de su aporte al PTB, ya que este ha terminado por estandarizarse.
La maquinización universal, los métodos organizativos y una elevada división del trabajo hasta reducir las tereas a simples manipulaciones que requieren muy poca preparación y esfuerzo laboral, han convertido al asalariado en simples piezas reemplazables tan pronto den manifestaciones de disconformidad. Esto se afirma sobre la sobrepoblación de personas aptas para el trabajo. Su oferta ya supera con creces a su demanda, y como ésta está previamente regulada de tal manera que le trabajador obedece y se muestrea conforme o sale del mercado laboral para entrar en la masa de marginados e indigentes que serán bien recibidos como apetecibles banderas políticas para los modernos gobernantes populistas más ligados al empresario que al trabajador.
El trabajo informal se ha formalizado, la adulancia política como requisito burocrático, migajas gubernamentales a cambio de votos irreflexivos, y un minimización del grado de confort digno para un ser humano están terminando o con la formación de trabajadores que ya muy poco se distinguen de los harapientos del Medioevo. Si usted muestrea nuestros trabajadores observará que casi todos visten con desteñidos blue jeans, usan zapatos sintéticos; damas con sandalias baratas hechas con retazos, la comida es cada día más desbalanceada, y si la mortalidad infantil se ha detenido es a favor de adultos que más son consumidores de fármacos que de alimentos naturales.
Así se ha capitalizado la esperanza por un mundo mejor libre de las ataduras burguesas, y se ha arribado a un sistema, como el actual, que ha ido asimilando y capitalizando en su favor los más precipuos príncipes comunistas.

lunes, 15 de junio de 2009

Las Dos (2) Clases medias

Las Dos Clases Medias
Manuel C. Martínez M.
13 jun. 09

En pocos textos de la Literatura económica figura el tema de la “clase media”. Los propios fundadores del Marxismo le dedicaron pocas páginas.
Corrientemente nos hemos acostumbrado a entender por Clase Media (CM) el segmento de trabajadores y artesanos de mediana remuneración salarial. Sus miembros serían trabajadores que a punta de preparación tecnocientífica han logrado escalar posiciones en el escalafón salarial a tal punto de que sus remuneraciones se alejan bastante del Salario Mínimo. Este último es percibido por los trabajadores de menor preparación técnica, al punto de capacitarse para trabajar con tan sólo alcanzar la mayoría de edad y estar fisiológica y mentalmente sano.
Algunos miembros de este tipo de CM han llegado a capitalizar parte de sus ingresos, y a fungir de pequeños y medianos empresarios. Aquí empieza la confusión. Resulta que dentro de la burguesía negociante, conformado por productores, comerciantes y financistas, se da toda una gama cuantitativa de capitalistas. Hay altos productores, medianos y pequeños. Lo mismo rige para pequeños, medianos y grandes comerciantes. En materia financiera los hay más que todo como alto y mediano banquero.
Pero la ideología política populista se ha encargado de llamar simplemente medianos empresarios a los miembros de la Clase Media Negociante, formada por el capitalista productor y mercantil (comercial y financiero), de mediano giro, y ha reservado la expresión Clase Media para los trabajadores arriba ya señalados.
Mediante esta estrategia política tenemos un demagógico cuadro social que aparentemente permitiría una perfecta movilidad laboral desde el obrero o trabajador de salario mínimo hasta el trabajador directivo y administrador de las grandes transnacionales. De una movilidad que desvirtuaría la explotación capitalista que tanto ha divulgado el Marxismo.
Débese tener en cuenta que le capital en funciones sí es cuantitativamente movible, que sus tenedores pueden ser capitalistas de alto giro o grandes empresarios, y que hay medianos empresarios y pequeños empresarios. Porque sencillamente el capital parte de un monto mínimo s según la naturaleza del negocio proyectado. Un capital inicial que tendenciosamente podrá acrecentarse con la explotación de asalariados que resulte próspera para los propios fines de la acumulación burguesa.
Hay una sola Clase Media: la clase media capitalista, negociante, banquera, comerciante y productora, y una falsa Clase Media formada por trabajadores de ingresos medios y altos a quienes falsamente se les viene identificando como Clase Media.
Por cierto, teóricamente esos trabajadores de ingresos medios y altos deberían ser diametralmente opuestos a la Clase Media capitalista. Ellos potencian el proletariado de punta, el llamado a hacer la verdadera revolución socialista. Sin embargo, ha ocurrido todo lo contrario. Cuando a los trabajadores mejor afortunados en términos salariales los pasamos a considerar como gente de Clase Media, los estamos asimilando a explotadores, a empresarios, y esta falsa concepción la han terminado creyéndosela ellos mismos, con lo cual estamos en presencia de un silenciamiento de la clase media burguesa propiamente dicha, y de una explosiva e interesada divulgación de una falsa clase media que ha terminado aburguesándose cual peor miembro de la verdadera Clase Media negociante y explotadora.





domingo, 7 de junio de 2009

Las Ganancias Anuales Esconden la Explotación Continua
(Contabilidad Fisiocrática)
Manuel C. Martínez M.
06 jun. 09
Desde hace milenios los procesos productivos económicos, tanto premanufactureros como los manu y postfactureros, han sido asimilados a procesos bilogiconaturales, y, al igual que estos, han sido medidos y cuantificados temporalmente en términos anuales, por aquello de la vuelta de la Tierra alrededor del Sol.
Así, nos encontramos con un generalizado y mundializado Impuesto Sobre la Renta que igual recae sobre empresarios que s. trabajadores, es un gravamen anual. De igual manera, lo cierres económicos empresariales también siguen ese intervalo. Los contratos colectivos obreropatronales suelen ser anuales o regir durante bienios o trienios. La edad cronológica de los trabajadores y la de las firmas comerciales se mide en años solares, cosas así.
Durante el largo Medioevo (10 siglos, aprox.) los siervos entregaban al aristócrata correspondiente parte de sus cosechas y estas eran estrictamente anuales. Las Olimpíadas griegas se celebraron cuatrienalmente. Los estudios escolariegos, liceísticos y universitarios se miden y ponderan anualmente.
Bien, démonos cuenta que los estados financieros de comerciantes, productores y vaqueros están a condicionados a presentación una vez a al año con fines impositivos, ante el Estado, y dos (2) o más veces para satisfacción de los accionistas correspondientes.
Las Gananancias y Pérdidas, si fuera el caso, dan cuenta de cada ejercicio comercial y fiscal, y luego del reparto de dividendos los empresarios pueden perfectamente acumular como superávit parte de la ganancia anual que haya sido obtenida. Lo hacen a manera de reservas para fines expresamente establecidos en los estatutos empresariales. Pensamos que el superávit debe permitir también la cobertura de pérdidas venideras.
Sin embargo, las pérdidas que ocasionalmente pudiera presentar un empresario, e independientemente de su actuación personal, son puntualmente cargadas al ejercicio del año en curso, y de ninguna manera ninguna empresa está obligada a compensar dichas pérdidas con cargo a ganancias anteriores por fabulosas que estas pidieren haber sido.
Esa realidad nos hace inferir que la acumulación indefinida de capital tiende a conservarse a espaldas de la contabilidad que lleve la empresa a lo largo de sus décadas de ejercicios positivamente rentables. Los accionistas van acumulando de manera continua dividendos tras dividendos, pero estos contablemente desaparecen de los libros en juego.
Esto explica cómo una empresa podría declararse en quiebra real o fraudulenta y evadir responsabilidades contractuales con entes privados, con sus trabajadores y con el Estado, y estar exonerados de partida y legalmente de cubrir dichas pérdidas con cargo al patrimonio de los accionistas involucrados-
Venimos proponiendo que todos los años las empresas declaren la ganancia del año en curso y paralelamente asomen en sus libros las ganancias acumuladas sobre la cuales hayan satisfecho impuestos y dividendos anteriores.
El superávit de una empresa no puede ser exclusivamente para beneficiar los accionistas sino al resto de la sociedad implicada en su fuente de acumulación durante sus décadas de ejercicio, esto es, de sus trabajadores y del Fisco Nacional.
Los intervalos previstos para de declaración de ganancias y pérdidas deben ser continuos y acumulativos, incluyentes de todas las ganancias netas previamente registradas en períodos ya cumplidos con sus correspondientes superávit anuales. Sólo así la ganancia acumulada durante décadas estaría expresamente disponible para la cobertura de pérdidas eventuales sufribles en cada empresa en particular.
No debe seguirse permitiendo que los superávit y ganancias recibidas por concepto de dividendos puedan emigrar hacia nuevas empresas que terminen evadiendo toda responsabilidad contable con aquella de dónde provino el nuevo capital inicial de la nueva empresa.
Esto no es así actualmente. La legislación burguesa ha sido elaborada para sobreproteger la acumulación de capital, más allá de tolerarla sin límite cuantitativo alguno.
De esa acomodaticia manera contable y jurídica cada empresa aparece como recién fundada y cada dólar de ganancia nuevo pareciera que no guarda relación alguna con las ganancias precedentes.
Como no es así, podemos explicar por qué se niega jurídica y legalmente, y se esconde contablemente, que las empresas recuperan su capital inicial en cuestión de varios años en función de los montos amortizados en cada período comercial. Esconden así la continua explotación que practican con sus trabajadores en funciones y también con aquellos que tienden a emplear en sus nuevas empresas. Las empresas se enfrentan cada año a una especie de aventura a ciegas, y cada año pareciera que están aportando el mismo capital que años atrás declararon estatutariamente.

miércoles, 27 de mayo de 2009

FOOBALL TRUCO-RETRUCO DEPORTES

Fútbol, Truco y Retruco y otros Deportes en el Socialismo
(Pulcritud en los deportes como buen ejemplo ciudadano)
Manuel C. Martínez M.
25 may. 09
Pasemos revista por todos los juegos o deportes que hayamos practicado, o teóricamente conocido por diferentes medios. Observemos que en ellos priva la desconfianza en los movimientos y estrategias de nuestros rivales; estos por su parte suelen reflexionar y reaccionar ante nosotros de la misma manera.
La “Teoría de Juegos y Conducta Social” con inclusión de los computarizados y analógicos como vivencias cotidianas enseña que estos giran sólo alrededor del azar cuando los jugadores actúan sin trampas y el juego está libre de amaño ni apañamientos, es decir sin sesgos de ninguna naturaleza, a fin de que sea el albur lo que limpiamente dé cuenta del triunfador y perdedor correspondientes. Pero la mala e incierta conducta subyace permanentemente como premisa que debe tomarse en cuenta.
En la caza y pesca, asimilados a deportes de sano esparcimiento, vemos cómo el pescador sin rubor alguno engaña y ceba a inocentes pececillos con su malintencionada y mezquina carnada. Vemos cómo el cazador coloca furtivos artilugios en la ruta hacia el abrevadero más cercano o a su morada, y así atrapar sin piedad alguna a su posible y potencial presa.
A las aves en su encantador y alegre vuelo se las elimina a punta de perdigonazos o “floverazos” manipulados con una ventaja y una alevosía propias de sicarios. A los gallos de riña de los acaricia, alimenta y da salubridad para luego llevarlos al cadalso de la gallera donde son sometidos a sanguinarios y recíprocos picotazos y espuelazos de parte y parte hasta verlos morir desangrados, infartados o colapsados. Cada jugador de gallos debe vigilar de cerca las numerosas trampas que suelen imperar en semejantes riñas. Espuelas falsas, minidosis de drogas, etc. Otro tanto y más ocurren en la colorida, sanguinolenta y mal llamada “Fiesta” brava.
El fútbol da tantas demostraciones de mañas y malos ejemplos a tal punto de que dentro del propio escenario deportivo se instalan arbitrarios jueces listos para sancionar a los infractores del caso mediante tarjetas de variopinto colores, quienes son hasta “encerrados” fuera de la cancha o sacados del juego por uno o más encuentros y hasta temporadas de acuerdo a la infracción cometida. El connotado “béisbol” supone un derroche de escupitajos y palabras obscenas. Las variadas estrategias estereotipadas e improvisadas en los juegos de cartas, El “truco y retruco”, el “As y ley”; en el dominó y ajedrez, etc., son buenos ejemplos de deportes impregnados intensamente con pesadas dosis de interesantes artimañas que pudieran desdecir como buenos ejemplos para los deportistas en ciernes.
Sobre esas bases podemos empezar a desconfiar de todos los deportes mal vigilados y distanciados un trecho largo de los sanos principios que caracterizan a los famosos Juegos Olímpicos modernos, aunque estos disten mucho de sus homólogas y fundacionales Olimpíadas Griegas, de los cuales pensamos no que eran muy pulcras ni santas que digamos.
De resultas, si pensáramos socialistamente deberíamos repensar hasta qué punto y para qué nos fueron inculcadas todas esas posibles técnicas o trucos desde nuestras inocente infancia. Sólo así entenderíamos que detrás de cada jugada deportiva se deriva una gran desconfianza, que puede esconderse una engañifa ora de nosotros mismos, ora del contrario en juego tendenciosamente heredada tal vez de nuestros ancestros más primitivos e incivilizados, y que como mala conducta al fin deberíamos superarla para empezar a confiar en todo lo bueno que podemos albergar para todos y hasta para nosotros mismos.

viernes, 15 de mayo de 2009

DIALÉCTICA BELICOSA

Dialéctica Belicosa en La Unidad y Lucha de Contrarios(Reorientemos el Materialismo Dialéctico)
Manuel C. Martínez M.
15 may. 09
Desde los arranques mismos del Materialismo Histórico y Dialéctico, la moderna concepción comunista del mundo sembró la idea de lucha, de antagonismos, de contrariedades, de contradicciones y hasta de una irreconciliable enemistad, particularmente enfilada contra el modo burgués de producción y comercio, todo en búsqueda y consecución de su relevo.
Al respecto, observamos que poco explícita ha sido la Literatura socialista acerca de cuáles contrarios corresponderían al nuevo modo. El tipo de lucha más connotado hoy por hoy sigue siendo el de la lucha obrero-patronal, lucha entre ricos y pobres, l. entre capitalistas y proletarios, l. entre supuestos “izquierdistas” y “derechistas”, lucha entre gobernantes y súbditos, entre explotadores y explotados. En fin, algo así como una lid entre el “homo faber y el h. sapiens”, o entre pensar y hacer, como si se pudiera concebir una producción de bienes materiales al margen de la producción de “bienes” espirituales, como si fuera cuestión de prioridades o de posterioridades, en lugar de fundirlas a favor de una interesante, azarosa y ambivalente complementariedad de dos, tres y más partes involucradas.
El científico Federico Engels, por ejemplo, fue prolijo en concebir el movimiento de la materia como una lucha de contrarios, a tal punto de afirmar que todo cambio o movimiento supone la posibilidad de que, por ejemplo, en un espacio y momento dados, alguna cosa, objeto o ser se hallen y deshallen.
Esta concepción de beligerancia permanente, de “negaciones hasta de las negaciones”, ha sido tan convincente y mediáticamente tan bien vendida que hemos soslayado todas las evidencias conducentes a la paz social, y, por el contrario, hemos tendido a ver en nuestra sociedad un conglomerado de grupos sociales en permanente lucha muy ajenos a toda posibilidad estable e imprescindible para el logro de la necesaria paz social de la que tanto se parlamentea.
Reconozcamos que el iniciador de semejante intranquilidad social, primero atribuida al “reino” animal y que terminó siendo extensiva la especie humana, fue el científico mutacionista Charles Darwin, predecesor de Engels.
El filósofo idealista objetivo Georg Wilhelm Friedrich Hegel también manejó esta corriente de “natural” impacifismo social, y prácticamente convirtió el diálogo de los seres humanos en discusiones abiertamente parasocráticas y diferentes pero asimiladas a posiciones recíprocamente encontradas, en lugar de apreciarlas como simples, paralelas y concomitantes ideas de recíproca coadmisión para todos los coparlantes en juego, para todos los interlocutores, de tal manera que al fin se arribara a una idea de consenso. Ese visón socrático debemos reconsiderarla.
Por lo visto, hemos estado muy lejos de los brillantes aportes mozartianos, valga la digresión. Este superdotado compositor musical alemán desde hace más de 200 años vio en las óperas, de las que compuso varias, no un coro desafinado de discusiones contradictorias y simultáneas de voces, sino una rigurosa , alternada y concomitante armonía con feliz resultado sonoro.
Digamos que contradictoria y filosóficamente buscamos una paz social sobre las bases de una preconcepción intrínseca e ínsitamente conflictiva. Algo así como cuando buscamos algo que al mismo tiempo deseemos no encontrar, según proverbiales expresiones del común de la gente.
Hemos estado afirmando, sin reserva alguna, que nuestra mano izquierda es contraria a la m. derecha, que ir hacia adelante es caminar al revés de hacerlo hacia atrás, como si el cambio de dirección geográfica fuera realmente un retroceso y no un avance por caminos más sinuosos y posiblemente laberínticos sin que ello y para nada nos autorice a considerar que se trate de ir y venir, de salir o entrar, de subir o bajar, de comer y descomer.
Cuando decimos que vamos hacia la derecha sugerimos que vamos al contrario de la gente que lo haga hacia la izquierda, y nos hemos impedido de vernos como personas que simplemente caminamos siempre errática y unidireccionalmente, siempre hacia adelante, sin pasado, sin retrocesos, sin contradicciones, porque hasta los reveses debemos empezar a mirarlos como parte de la caminata, como elementos constitutivos de un fenómeno de mayor complejidad que otros que se nos presenten más linealmente, más por la ruta de las hipotenusas que por la rectangular angulosidad de los catetos.
Es un hecho heredado etológica y políticamente que para cada “polo” suponemos la coexistencia de un contrapolo, para cada fenómeno un contrafenómeno, para el ayer contraponemos el futuro; para el presente, el pasado y f., y para este, aquel mismo pasado. No hemos podido comprender la inexistencia del pasado ni la del futuro, que sólo existe un verdadero continuum presencial de nunca acabar. Algunos fisiólogos han llegado a afirmar que nuestras etapas evolutivas de niñez, adultez y vejez no son para nada escalones etarios de nosotros mismos, sino que, más bien, representan otras tantas niñez, adultez y vejez del hombre mismo a todo lo largo de su infinita y única presencia histórica.
Es que si en verdad respetáramos la dicotomía de la unidad de contrarios en permanente pugna, entonces deberíamos contraponer a este mundo otro mundo; ¡ah!, pero aquí caeríamos en la vieja concepción del “más allá” tan negada y siquitrillada por la concepción del materialismo y de su correspondiente dialéctica materialista del “más acá”.
Religiosamente se habla de paraísos e infiernos como contrarios de multitudinaria aceptación. Moralmente hablamos de honestidad y probidad. Estéticamente, de fealdad y belleza; biológicamente, de homos y heterosexuales, y contablemente lo hacemos con eso de ganancias y pérdidas. Todas estas categorías han estado incómodamente encajonadas en los más desagradables lechos procustianos.
Y con tanta fuerza de Ley se nos presentan las apreciaciones e inferencias humanas que aun dentro del idealismo se habla de objetivistas y subjetivistas, y dentro del materialismo, de objetivos y subjetivos, para finalmente concluir en que sólo hay dos caminos: uno dialéctica o belicosamente negado de partida por el otro camino, el idealista, y, el materialista, sujeto a la misma intolerancia, en rigurosa paridad de contrarios como si los hombres pudieran pensar fuera de la materia o concebir a esta sin modalidad idealista alguna.
Cuando el propio materialismo admite que sólo se trata de ideas reflejas del exterior a fin de monopolizar el pensamiento como una genuina y sofisticada expresión de la materia misma, absurdamente se cae en la negación de todo el edificio dicotómico previamente erigido como una unidad de contrarios, para de este modo simplemente desembocar en la frágil y transmutante armonía entre dos, tres o más partes que de manera interactuarte, a la izquierda, a la derecha, hacia arriba, hacia abajo, idealista o materialistamente, recoger todas las posibilidades dinámicas en juego. Una dinámica o movimiento que indistintamente se nos presenta en reposo o en agitadas convulsiones de nunca acabar, aunque sin contrariedades entre sí.
Sólo trataríase de un movimiento guiado por la postura dominante, por la idea A o por la B, o por la C o la Ch, pero, en conjunto, por ideas o materia, por cuerpo y espíritu, todo en paz y sin materialidad ni espiritualidad excluyentes excluyente.
Así pues, hemos estado manejando (o nos han estado manejando) una filosofía marcadamente barroca, sin solución de continuidad, carente de metas estables, pero buscadora y transitadora de unos caminos que no terminan por detenerse en ningún lugar que se halle tan siquiera hipotéticamente prefigurado, salvo las entelequias de marcado, desviado, y contradictorio tinte idealista o esotérico, o en un lugar saturado de una pintura no menos desviada y contradictoriamente terrenal.
Ha sido una concepción inductiva propia de la más arraigada y perjudicial contradicción para unos seres humanos siempre deseosos de convivencia, de arreglos mutuos, de colaboración laboral, y todo ello en estricta correspondencia con el innegable carácter gregario de la naturaleza humana.
A estos enemigos y contrarios se los identifica como partes transitorias de una Unidad en permanente cambio hacia nuevas unidades contentivas de nuevas dicotomías no menos contrapuestas. El contrarío vencedor se instalaría y generaría otro contrario sobre la base de una suerte de simetría filosófica y arbitrariamente introducida por los pensadores más destacados que se conozcan, no tanto por ellos mismos, sino por sus apologistas y traductores, por sus cohortes de bien aprovechados discípulos.
Allí, con ese método, no se observa cambios esenciales sino formales, salvo especulaciones e inferencia que por lógicas que nos luzcan no dejan de ser largos saltos en el vacío del “más adelante “. Se trataría del “otro mundo del más acá”, materialista, contrario y alterno al idealista mundo de los creyentes en la inmaterialidad del alma y en la desespiritualidad y animalidad de la materia.
Las generaciones modernas han seguido dicho método casi al pie de la letra sin poner en duda el acierto o desacierto presente en la concepción del fenómeno de los “cambios”, en los que suponemos una permanente beligerancia y no simples peldaños de pacífica concomitancia. El absurdo irreflexivo de este método filosófico ha sido tal que hasta en los competidores deportivos hemos visto contrarios en lugar de armoniosos equipos en búsqueda de tal o cual puntaje superior sin por ello unos sean perdedores y otros ganadores, sin que por lo tanto unos sean contrarios de otros. Porque la obtención de un mayor puntaje numéricos podría dar superioridad cuantitativa pero no cualitativa, y de allí que los jugadores sigan siendo tan vencedores como los ganadores, perdedores.
Las razonables dudas surgidas sobre la posible armonía de los “contrarios” ha sido zanjada mediante la modalidad de “contrarios antagónicos” y no antagónicos, pero contrarios al fin. Entonces se habla de contrariedad “pasiva”, o de contrariedad “activa” cuando aquella se trueca en antagónica. En los mercados se habla de competidores, y no de colaboradores, cosas así.
Por extensión, hemos visto en cada vecino un potencial enemigo, en cada país un potencial contario listo para atacarnos como si no hubiéramos superado en nada nuestra ancestral ascendencia antropológica prehumanoidea. Hemos llegado al absurdo de ver en los deberes y haberes contables una contrariedad numericomatemática como su los números sustrayentes no fueran tan positivos como los números disminuyentes, como si todos ellos no fueran números a secas. Por ejemplo: -2 no necesariamente es antónimo numérico de +2, ambos son números dentro del inagotable recorrido que va desde – ∞ hasta + ∞, con una diferencia específica cuantitativa no contradictoria e igual a 4. Semejantes diferencias se obtiene indistintamente entre: -2 – (-6); y obviamente entre: +6 – 2.
Desde luego, la Matemática ha tenido buena parte filosófica en esta beligerancia fenoménica, a tal punto de que decimos que la √4 tiene 2 raíces no menos contrarias, y esto ocurre porque hemos asimilado la relatividad de unos valores a una contrariedad sufrida por/y entre ellos.
Curiosamente, a la Matemática no se le evalúa ni se pone en duda su “cientificidad”. Se la concibe como infalible y toda posibilidad de yerro durante su praxis se le endilga a sus practicantes. Es que la Matemática, preconcebida como ciencia neutral, especialmente reservada para imprimir rigurosidad científica a las demás ciencias, también fue víctima de esta diatriba entre contrarios que jamás han existido como tales. A ella se le aísla y contrapone a las demás ciencias. Al punto de identificar contraproducente y paradójicamente la praxis con la teoría, pero cuando esto ocurre ya no puede seguirse sosteniendo la unión contrarios inexistentes como tales.
Planteamos la precaria necesidad de repensar la Dialéctica y empezar por llamarla Multiléctica. Dentro de esta nueva visión empezaríamos a entrever que el sistema de vida actual, dominado por la contrariedad representada por un burguesismo de empresarios y proletarios, no es lo máximo ni lo último, sino que simplemente es un estriberón que está antecediendo a otra nueva forma de vivir que más tarde o más temprano sobrevendrá sin que para su admisión tengamos que seguir viendo en ese “cambio” una lucha ni guerra entre los actuales conductores del proceso económico y cultural, y los de las nuevas formas de gerenciar la sociedad humana.
La concepción belicista del hombre luchador no ha pasado de ser el trasunto de primitivas prácticas rayanas en la animalidad y que darwinianamente las hemos trasladado mediante una suerte de biologismo antropológico dotada de una frágil carga de dudosa admisibilidad filosófica.
De resultas, y si a ver vamos, toda esa “revolucionaria” unida lucha entre estereotipados contarios no ha superado su condición de “crítica”, en lugar de arribar a una verdadera “revolución” entre los componentes del universo social, a fin de que simplemente unos dejen de trabajar para otros, y de que estos otros dejen de explotar a aquellos. Sin embargo, mientras todo lo sigamos reduciendo a la belicosa unión y lucha de contrarios jamás desaparecerían los rivales involucrados en semejante contienda.